El drama de ligar con un joven consultor
Resulta demasiado f¨¢cil para muchos j¨®venes dejarse llevar por la idea de ser ¡®alguien¡¯ para el resto, cuando quiz¨¢s desconocen a¨²n c¨®mo quieren definir el ¨¦xito para s¨ª mismos
Cuando llegu¨¦ a Madrid, mi entonces compa?era de piso siempre dec¨ªa que ella hu¨ªa de ligar con chavales del variado mundo de la consultor¨ªa o de bufetes de abogados. ¡°No tienen tiempo de quedar ni casi de cultivar otros intereses. Est¨¢n obsesionados con ascender¡¡± fue su prejuicio fulminante. Aunque ese chascarrillo resume la cara humana, menos conocida, que existe m¨¢s all¨¢ de las inspecciones del Ministerio de Trabajo a varias consultoras grandes en Espa?a.
Y es que ser¨ªa miope ce?ir el debate solo a la cuesti¨®n de las horas extras o las jornadas maratonianas, pese a que la ley est¨¢ para cumplirla y la Administraci¨®n, para supervisarla. Tampoco se trata de culpar a un trabajador de las condiciones de su empleador, porque no es una relaci¨®n entre iguales. Sin embargo, existen l¨®gicas macabras de fondo que escapan al ojo del Estado sobre empresas concretas.
Cada a?o, cientos de graduados emigran a Madrid desde sus provincias con el sue?o de comerse el mundo. Reci¨¦n salidos de la carrera, encuentran en las grandes firmas de la capital una forma de validar su m¨¦rito para cumplir el sue?o de ¡°triunfar en la vida¡±. Muchos j¨®venes aceptan ser carne de ca?¨®n, sin rechistar, echando las horas que haga falta, bajo la esperanza de lograr un estatus.
El problema es que muchos chavales, y no tan chavales, son incapaces de renunciar a ciertos puestos, movidos de fondo por un bucle vicioso de ambici¨®n o de miedo a ser un don nadie, en esta sociedad donde ¡°ser alguien¡± se mide m¨¢s por el ojo ajeno que por la escala propia de valores. A cierto nivel consolidado, podr¨ªan incluso fichar por empresas m¨¢s peque?as, al ser el derecho o la econom¨ªa todav¨ªa disciplinas con un abanico de empleabilidad mayor que el de las humanidades; aun as¨ª, lo rechazan.
Le pas¨® a un amigo cuando ten¨ªa 22 a?os y no le ascendieron, que en ciertos sectores es como invitarte a que te marches. El mundo se le cay¨® encima creyendo que ser¨ªa una especie de paria, sin futuro. Ten¨ªa otra oferta entre manos de una compa?¨ªa cliente, con mejores condiciones, pero le inquietaba terminar en alguna pyme al uso.
Digamos que la cultura corporativa de su empresa le hab¨ªa hecho sentirse el rey del mambo. Eran esos trajes imponentes, siendo ¨¦l un pipiolo, las reuniones con altos cargos, la sensaci¨®n de pertenencia a una alta alcurnia social o econ¨®mica, que en Madrid se agrava por la cercan¨ªa al poder pol¨ªtico. Los viajes exclusivos para ¡°hacer equipo¡± o las estancias en hoteles formaban parte de su ideal de ascenso, frente a la precariedad de tantos de su edad.
El problema es que sus compa?eros se hab¨ªan vuelto sus ¨²nicos amigos y casi ni ten¨ªa hobbies. El problema son los entornos que exaltan de forma enfermiza el networking, comparando por internet los curr¨ªculos inflados o la vanidad de aparecer en rankings: ¡°Los 30 mejores de¡¡±. As¨ª que cuando le echaron, en verdad le estaban quitando lo m¨¢s preciado para cualquier muchacho en la veintena: el ansia de triunfar y su c¨ªrculo de iguales, tan ¡°selectos¡±.
Le tuve que recordar las quedadas en su casa, con sus compa?eros afirmando que no se quer¨ªan ver como uno de sus jefes: con 50 a?os, viendo a sus hijos lo que pod¨ªa y llegando a menudo tarde. Movidos por el logro profesional es f¨¢cil para muchos j¨®venes acabar perdiendo el control a medida que escalan, y las renuncias personales cada vez son m¨¢s elevadas. ¡°No te eches un marido consultor¡±, le record¨¦ que me aconsejaban, entre risas.
Y, este s¨¢bado, me toc¨® a m¨ª enunciar el primer mandamiento, cuando otro amigo me solt¨® que le hab¨ªa plantado su cita ¡°porque estaba saturada¡±, aunque me lo ahorr¨¦. Es obvio que no todo el mundo es igual; a veces va de personalidad o del margen que les dejan los proyectos en que trabajan, pese a que haya fuertes din¨¢micas en ciertos sectores que empujen hacia un lado.
El problema es que es demasiado f¨¢cil para muchos j¨®venes dejarse llevar por la idea de ser ¡°alguien¡± para el resto, cuando quiz¨¢s desconocen a¨²n c¨®mo quieren definir el ¨¦xito para s¨ª mismos. Para algunos, el triunfo ser¨¢ llegar a final de mes o lograr equilibrar la vida personal con desempe?ar su oficio. Para otros, ser ¡°alguien¡± quiz¨¢s sea elegir una vida invertida en escalar en el trabajo. Eso s¨ª, avisados est¨¢n de que si salen a ligar tendr¨¢n el plus de lidiar con cierta fama.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.