Que vivan los caprichos del nuevo rey Carlos
La cultura es hija de su tiempo: los reyes de anta?o favorecieron a artistas reconocidos en su momento e inmortales en la historia de su arte, los hicieron figuras visibles y ayudaron a que prevalecieran en la cultura posterior
Carlos III del Reino Unido (s¨ª, ya hay que nombrarlo con el ordinal que le corresponde) est¨¢ preparando su coronaci¨®n, que tendr¨¢ lugar a primeros de mayo en la Abad¨ªa de Westminster. Y en estos momentos hay varios m¨²sicos afanados en cumplir con el especial encargo que ha dado el monarca: la composici¨®n de las 12 nuevas piezas musicales que sonar¨¢n durante su coronaci¨®n. No es muy arriesgado decir que, llegado el momento, en los especiales informativos se escrutar¨¢n y comentar¨¢n la indumentaria del rey, de la reina consorte y de otros miembros destacados de la realeza, el men¨² de gala planeado, la ornamentaci¨®n del recorrido previo y otros detalles de protocolo. Espero que los encargos musicales auspiciados por el nuevo monarca no se incluyan entre los objetos criticables por excesivos o superfluos.
Sabemos que los gustos musicales de la reina Isabel iban en la onda de ABBA y George Formby, el campe¨®n del banjo ukulele. Su hijo, en cambio, tiene otras preferencias: que Dios salve al rey. Entre los encargos que patrocina para su coronaci¨®n est¨¢n una pieza a ¨®rgano solo, una marcha y un himno (Coronation anthem) en emulaci¨®n del encargo requerido hace casi 300 a?os a Georg Friedrich H?ndel con motivo de la coronaci¨®n de Jorge II. Yo saludo y celebro los caprichos musicales de este nuevo monarca brit¨¢nico, que con ese gesto se sit¨²a en una l¨ªnea continuista y fruct¨ªfera respecto de muchos de sus antecesores brit¨¢nicos y no brit¨¢nicos: la de la Monarqu¨ªa como mecenas musical. Que la Corte sufrague a la m¨²sica ha sido una importante forma de fundamento y creaci¨®n human¨ªstica en Occidente. La cultura es hija de su tiempo: los reyes de anta?o favorecieron a artistas reconocidos en su momento e inmortales en la historia de su arte, los hicieron figuras visibles y ayudaron a que prevalecieran en la cultura posterior. El mecenazgo real nos ha legado una parte de nuestro patrimonio sonoro. En esa misma l¨ªnea deber¨ªamos celebrar que Carlos encargue m¨²sica para su coronaci¨®n.
El mismo gesto de patrocinio musical lo tuvo hace siglos la corte del rey Felipe V. Con ocasi¨®n de la boda de la infanta Mar¨ªa Teresa, se encarg¨® la representaci¨®n de una ¨®pera en la Corte. Cay¨® todo en las manos debidas, seguramente porque el castrato Farinelli, que resid¨ªa entonces en la Corte espa?ola al servicio del monarca, asesor¨® a la infanta: se eligi¨® representar una obra con m¨²sica del italiano Francesco Corselli y el libreto de Pietro Metastasio. Con el fr¨ªo del invierno de 1744 en el Real Coliseo del Buen Retiro de Madrid se estrenaba la obra Achiles en Esciros (Achille in Sciro) que solo se represent¨® esa vez y que estos d¨ªas se puede disfrutar en el Teatro Real de Madrid. Esta representaci¨®n epital¨¢mica era una demostraci¨®n de poder¨ªo mon¨¢rquico y fue adornada con fastos imponentes: de los fuegos de artificio o los banquetes nada nos ha quedado, de la m¨²sica encargada nos ha quedado el patrimonio.
Cuando la pasada semana levant¨® el tel¨®n en el Teatro Real est¨¢bamos rescatando por fin del olvido la ¨®pera encomendada por la Corte de un rey del siglo XVIII. Y una parte de que podamos disfrutar de ese patrimonio tiene que ver con la gesti¨®n de la cultura hoy: las empresas que ejercen el mecenazgo, la Fundaci¨®n Amigos del Teatro Real y los proyectos cient¨ªficos que han recuperado y editado digitalmente la partitura de esta ¨®pera.
En su argumento, la ¨®pera recrea la juventud de Aquiles, cuando su madre, para alejarlo de la guerra de Troya, lo env¨ªa a la isla de Esciros disfrazado de mujer. Aquiles muestra una irreprimible pulsi¨®n hacia la pasi¨®n amorosa y hacia la guerra, por lo que era previsible que todo saliera mal: se enamora de la hija del rey de Esciros y un d¨ªa que oye una fanfarria de guerra se lanza a tomar las armas y el escudo como atra¨ªdo por un campo magn¨¦tico. Por muchas artima?as que se tejieran ajenamente, Aquiles termina revelando su naturaleza y cumple con su destino.
El flamante rey Carlos III del Reino Unido no estaba sentado en las butacas del Teatro Real el pasado 17 de febrero. Pero era tentador imaginar c¨®mo hubiera dialogado su cabeza con lo que el contratenor Gabriel D¨ªaz cantaba interpretando poderosamente el papel protagonista de Aquiles. Si el monarca hubiera asistido a esta ¨®pera en la brillante producci¨®n del Teatro Real se sentir¨ªa identificado con la propia g¨¦nesis del espect¨¢culo: la m¨²sica nacida por el mandato de un monarca. Pero quiz¨¢ se ver¨ªa reflejado tambi¨¦n en ese Aquiles impaciente que resuena a su propia historia: la confusi¨®n de identidades, el amor como elemento ingobernable, la sensaci¨®n de no llevar por completo las riendas de su vida. ?Se interpretar¨¢n dentro de unos siglos en un teatro espa?ol las composiciones encargadas hoy para la coronaci¨®n de Carlos III del Reino Unido?
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