Buena noticia
Daba gusto verlo. Un chico en la flor de la vida. Los huesos le han soldado. El coraz¨®n, no s¨¦, pero sigue latiendo. Otros suicidas no tienen tanta suerte
El verano pasado, mi toldo salv¨® una vida. El chaval de arriba del humild¨ªsimo pisito de emigrantes manchegos en Levante de mis abuelos, que ahora usamos los nietos para quitarnos el mono de mar de alicantinos trasplantados a la meseta, se tir¨® por el balc¨®n a la hora de la siesta, rebot¨® en nuestra lona y se estamp¨® contra la acera con un chasquido de saco terrero entre el estruendo de las chicharras. A¨²n tengo grabado en el m¨®vil, y en el alma, el audio de mi hermana cont¨¢ndonos con voz tr¨¦mula la pel¨ªcula casi en directo en el grupo de WhatsApp de la familia. Fue ella, ocupante de turno del pisete de los yayos, quien vio, oy¨® y sinti¨® el helado aliento de la muerte frente a sus ojos mientras sudaba la gota gorda cargando el coche de sombrillas para la playa. Ella fue quien llam¨® a la ambulancia y se arrodill¨® a acompa?ar al chico malherido hasta que llegaron las asistencias y se lo llevaron a la UVI, porque su petrificada madre bastante ten¨ªa con seguir respirando tras bajar las escaleras al galope y que sus ojos vieran lo que nunca quisiera haber visto. M¨¢s mudo a¨²n se qued¨® el toldo, rajado con un siete gigantesco, el n¨²mero de la suerte. Un milagro, dir¨¢n algunos. En absoluto. Pura chiripa.
Lo que vino despu¨¦s s¨ª fue un prodigio. El muchacho, con los huesos rotos y el coraz¨®n quebrado, empez¨® a hablar todo lo que hasta entonces hab¨ªa callado y a¨²n no ha parado. Se sent¨ªa distinto, hab¨ªa quienes le hac¨ªa la vida imposible y, ciego de dolor y desesperanza, no vio m¨¢s salida que saltar por encima de la barandilla. Hace nada, baj¨¦ al pisito de la playa en un viaje rel¨¢mpago con la excusa de una boda. Llegu¨¦ a la hora de la siesta, me cruc¨¦ con el chaval de arriba, lo salud¨¦, me salud¨®, nos hicimos ambos los nuevos y, aunque a¨²n no es tiempo de chicharras, se hizo verano de repente. Daba gusto verlo: un chaval en la flor de la vida con los ojos brillantes, una sonrisa de arete a arete y una pluma como para ser jefe de filas de la comparsa m¨¢s loca de los desfiles de moros y cristianos del barrio. Los huesos le han soldado. El coraz¨®n no s¨¦, pero sigue latiendo. Otros suicidas no tienen tanta suerte. En el balc¨®n de mis abuelos ondea, precioso, el toldo nuevo a rayas color crema pagado por el seguro. Para el chico son las del arco¨ªris.
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