Malandro¡¯s Petroleum Co.
Lo ocurrido con El Aissami bien podr¨ªa ser tan solo algo que est¨¢ en la naturaleza de las bandas del crimen organizado: un ¡®tumbe¡¯ puesto al descubierto
La simpleza de esp¨ªritu lleva a pensar, por ejemplo, que llegar a ser ministro de petr¨®leos venezolano resuelve muchos problemas en la esfera personal.
Aun en el caso de la empresa de petr¨®leos de un pa¨ªs en bancarrota, y pese a que ya la industria no genera 3.200.0000 barriles diarios como a fines del siglo pasado, f¨¢cilmente imagina uno que la revoluci¨®n deber¨ªa hacer todo lo necesario para que nada le falte al camarada ministro de Energ¨ªa.
De lo poco que ingrese a las arcas del Estado, deb...
La simpleza de esp¨ªritu lleva a pensar, por ejemplo, que llegar a ser ministro de petr¨®leos venezolano resuelve muchos problemas en la esfera personal.
Aun en el caso de la empresa de petr¨®leos de un pa¨ªs en bancarrota, y pese a que ya la industria no genera 3.200.0000 barriles diarios como a fines del siglo pasado, f¨¢cilmente imagina uno que la revoluci¨®n deber¨ªa hacer todo lo necesario para que nada le falte al camarada ministro de Energ¨ªa.
De lo poco que ingrese a las arcas del Estado, debe salir el decoroso bienestar de los servidores p¨²blicos a cargo de la industria que nos sustenta desde hace m¨¢s de un siglo.
Al cabo, dir¨ªa un bienpensante de izquierdas, la revoluci¨®n necesita a su ministro de Petr¨®leos despreocupado de la iliquidez de fin de mes y otros afanes ordinarios. Lo necesita mentalmente despejado para la lucha, habilitado y sin alarmas financieras personales, enfocado a tiempo completo en elevar los niveles de producci¨®n para sacar provecho al alza de precios, mucho m¨¢s ahora que pesan sobre Venezuela duras sanciones econ¨®micas del imperialismo yanqui.
Sin embargo, la ola de arrestos y la renuncia del ministro del petr¨®leos en Venezuela demuestran, una vez m¨¢s, que todo lo probadamente malo de los populismos resulta peor en un petroestado. A¨²n peor en una dictadura.
La jerga del microtr¨¢fico llama ¡°tumbe¡± a la intercepci¨®n del pago de una mercanc¨ªa que hace un intermediario en perjuicio de la banda-nodriza. Cuando la banda es frondosa y robusta y controla un vasto territorio lo llamamos c¨¢rtel. La inescapable consecuencia del tumbe suele ser el pivote argumental de los narcocorridos.
El exministro Tareck El Aissami y una red de intermediarios ven¨ªan ¡°tumbando¡± a Nicol¨¢s Maduro de los proventos del petr¨®leo vendido con grandes descuentos al socaire de las sanciones. Esto trae a la mente las sanciones impuestas a Irak, en los a?os 90, y c¨®mo ellas mostraron que burlarlas entra?aba un poderoso incentivo para la corrupci¨®n, sin menoscabo alguno de la dictadura de Saddam Hussein.
El faltante de la discordia ¡ªel tumbe a Petr¨®leos de Venezuela¡ª se calcula en 21.000 millones de d¨®lares, solo en el curso de los ¨²ltimos tres a?os, justamente los que El Aissami llevaba en el cargo. Seg¨²n un reportaje de Reuters, el 84% de los env¨ªos de crudo hechos en ese lapso han dejado de ingresar a las arcas de la estatal.
Contablemente hablando, much¨ªsimos tanqueros largaron amarras sin pagar, pero dif¨ªcilmente se llegar¨¢ a saber con precisi¨®n a manos de qui¨¦nes ha ido a parar el dinero adelantado a decenas de intermediarios fantasmas, no todos ellos bajo el paraguas de El Aissami.
Consid¨¦rese que el ¨ªndice de percepci¨®n de la corrupci¨®n elaborado por Transparency International, la acreditada red mundial de observadores, sit¨²a a Venezuela en el puesto n¨²mero 177 entre 180 pa¨ªses considerados, justo entre Sud¨¢n del Sur y Yemen. Hablamos, pues, de 21.000 millones de d¨®lares vertidos en el sumidero.
Imposible no desesperar del futuro de Venezuela ante la crudel¨ªsima situaci¨®n humanitaria que vive la mayor¨ªa de sus ciudadanos residentes a cambio del mill¨®n de millones de d¨®lares probadamente volatilizados en un cuarto de siglo.
Muchos observadores asoman que la ola de arrestos de medianoche y la renuncia del otrora superministro son el comienzo de una purga staliniana, una mort¨ªfera lucha intestina entre facciones presuntamente irreconciliables. No envidio ese tipo de perspicacia: pensarlo as¨ª es atribuirle a la satrap¨ªa madurista un indebido rango ideol¨®gico y pol¨ªtico.
Otros tumbes entre malandros hemos presenciado desde mucho antes de desaparecer Ch¨¢vez. Lo ocurrido con El Aissami bien podr¨ªa ser tan solo algo que est¨¢ en la naturaleza de las bandas del crimen organizado: un tumbe puesto al descubierto, seguido de un ajuste de cuentas. La oposici¨®n seguir¨¢, a todo esto, papando moscas en M¨¦xico y maquinando con ruindad el modo de ganar la pantomima de unas elecciones primarias.