Me siento m¨¢s sola que nunca (en la historia de la humanidad)
En 2023 seguimos estando todos solos, pero hoy cada uno lo est¨¢ a su manera. El problema es que nos hemos quedado atrapados en una red fuertemente tejida que es universal
¡°Todos estamos demasiado solos, todos tenemos demasiado miedo, todos necesitamos una confirmaci¨®n exterior de que merecemos existir¡±. La cita es de una de mis novelas preferidas, El buen soldado, de Ford Madox Ford, escrita en 1915. La primera vez que la le¨ª me hizo sentir menos sola. La palabra todos pesaba entonces, para m¨ª, mucho m¨¢s que las palabras miedo o soledad en esta frase. Han pasado 20 a?os desde mi primera lectura y m¨¢s de 100 desde que Madox Ford la escribiera. Y esta ma?ana, cuando regres¨¦ a estas palabras, como quien pronuncia un conjuro, descubr¨ª que su magia hab¨ªa desaparecido. Porque, en alg¨²n momento, la palabra soledad devor¨® ese sentimiento de comunidad que antes diera fuerzas a la palabra todos. Quiz¨¢s por eso, esta ma?ana me sent¨ª m¨¢s sola que nunca antes. En mi historia y en la de la humanidad.
Es verdad que las cosas no han cambiado tanto. En 2023 seguimos estando todos solos, pero hoy cada uno lo est¨¢ a su manera. As¨ª, la primera raz¨®n por la que nos sentimos m¨¢s solos es que objetivamente lo estamos. Es decir, las relaciones se han vuelto m¨¢s l¨ªquidas entre nosotros y m¨¢s difusas. La ciudad primero e Internet despu¨¦s se convirtieron en aut¨¦nticas trituradoras de los lazos que nos un¨ªan a los dem¨¢s. Y estos lazos (que a menudo ataban hasta asfixiar a las personas) se han ido disolviendo hasta desaparecer. Que los lazos se aflojen es una excelente noticia para cualquiera a quien le apretara la soga de su comunidad o su familia (o sea: todos). Ahora bien, que no haya lazos significa que el sentimiento de uni¨®n desaparece tambi¨¦n. As¨ª, de la familia extensa pasamos a la nuclear para mutar poco despu¨¦s a la familia at¨®mica. De hecho, hoy, hasta en las familias (por muy tradicionales que se pongan) cada individuo se comporta como un ¨¢tomo danzando en el abismo espacial. No hay tribu, clan, clase social ni familia tradicional. Llegados a este punto, abst¨¦ngase por favor populistas y nost¨¢lgicos, porque tanto si el pasado fue mejor o fue peor, lo ¨²nico seguro es que no volver¨¢. No busquemos, pues, soluciones donde no las hay. Destruyes una casa y no aparece otra a continuaci¨®n. Lo primero que te encuentras es un solar vac¨ªo. Y ah¨ª est¨¢s, habiendo terminado con todo lo que estaba mal (y bien) y completamente sola. Puede que est¨¦s arrepentida. Pero una cosa es segura: nunca volver¨¢s a vivir en la casa que derribaste.
De modo que s¨ª: estamos m¨¢s solos en el abismo. Sin casa y sin familia. Y esta imagen es m¨¢s un hecho social que una met¨¢fora literaria. Seguimos teniendo ¡°demasiado miedo¡±, pero ning¨²n fantasma es tan terrible como la sombra espectral de nosotros mismos. Eso significa que el abismo ha dejado de ser compartido y que cada cual se esmera en crear uno a su medida. Y ese cambio en la gram¨¢tica del terror se lo debemos a Internet. Un d¨ªa, no hace tanto, all¨¢ por los noventa, a todas las personas nos pusieron la misma promesa en las manos: la posibilidad de estar cerca de cualquier otro ser humano cuando quisi¨¦ramos de manera segura e instant¨¢nea. Pod¨ªamos elegir a quien quisi¨¦ramos, seg¨²n nuestros criterios y valores, y eso nos auguraba el futuro m¨¢s prometedor de todos los tiempos. La promesa, eso s¨ª, conten¨ªa una condici¨®n. Que los v¨ªnculos que estableci¨¦ramos fueran a distancia, espont¨¢neos y blandos. Entonces la humanidad en bloque acept¨® y celebr¨® el trato. Internet nos regal¨® el para¨ªso de la posibilidad. Y eso, con el tiempo y los algoritmos necesarios, gener¨® una clase de individuo que solo encuentra sentido a la vida cuando cumple sus objetivos. Dicho de otra manera, en la era de Internet, el sentido de la vida nos lo da el ¨¦xito. Como si no tuvi¨¦ramos otra fuente de seguridad que el reconocimiento. Lo peor de todo es que, por esta misma raz¨®n, Internet (y toda su ingenier¨ªa social) provoca que el sentido de la vida se difumine. Porque el lugar donde buscamos el reconocimiento es, como todo lo dem¨¢s, difuso. Ya no buscamos el reconocimiento de nuestros profesores, de nuestros amigos, de la cr¨ªtica especializada o de nuestra jefa. Hoy, el reconocimiento m¨¢s preciado es el que viene de ¡°todo el mundo¡±, miles o millones de likes y miradas. Dicho de otra manera, nuestra sed de reconocimiento es insaciable. Y la soledad consiste precisamente en eso: no querer nada de nadie en concreto y esperarlo de todos a la vez.
Y aqu¨ª viene lo peor de todo, el fin del conjuro de Ford Madox Ford. Ya nadie necesita una confirmaci¨®n exterior de que merece existir, al contrario, todos necesitamos millones. Podr¨ªa valernos con una sola mirada de amor, por ejemplo. Pero eso era antes. Hoy es dif¨ªcil encontrar una confirmaci¨®n de que merecemos existir porque la tecnolog¨ªa ha relativizado toda experiencia al interponerse entre nosotros y la realidad. La experiencia se ha relativizado y, por lo tanto, tambi¨¦n la moral, pues no hay ¨¦tica sin experiencia. ?El resultado? Estamos empezando a relativizar hasta la idea de la muerte. Si mermas la experiencia, ?acaso puede tener sentido la existencia? El resultado de esta forma de soledad lo estamos viendo: cada vez son m¨¢s las personas que relativizan el valor de la propia vida hasta el punto de renunciar a la b¨²squeda de cualquier confirmaci¨®n de su existencia. La soledad es tan grande que se convierte en desorientaci¨®n. Nos sentimos locos de pura soledad y no encontramos sentido para dar un paso m¨¢s. No hay casa ni familia ni solar ni raz¨®n alguna para construir nada nuevo.
Hace poco, le¨ª en este peri¨®dico un editorial que reclamaba un plan nacional contra la soledad. El problema es que nos hemos quedado atrapados en una red fuertemente tejida que es universal. No hay soluci¨®n a la vista, salvo quiz¨¢s, aceptar la situaci¨®n y actuar en consecuencia. Por mi parte, hoy hecho algo contra el miedo, he escrito. Esta frase es de Rilke y todav¨ªa me consuela. Veremos qu¨¦ pasa cuando quien escriba sea ChatGPT.
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