¡®Alexina B.¡¯ y toda la sexualidad que nos queda por gozar
La narrativa sexual est¨¢ cada d¨ªa m¨¢s vieja y m¨¢s r¨ªgida, especialmente en el discurso pol¨ªtico. Reducir la experiencia sexual a la palabra penetraci¨®n es olvidar el placer, la libertad, la complicidad y el desparrame
En 2016, la ensayista Bini Adamczak propuso el t¨¦rmino ¡°circuici¨®n¡± como ant¨®nimo de la penetraci¨®n. A esta pensadora le pareci¨® que la palabra penetraci¨®n llevaba siglos funcionando como si los orificios que se penetran no participaran en absoluto en el acto sexual. Y se le ocurri¨® proponer la idea de circuir (rodear o agarrar) para sumar un sentido nuevo a un encuentro viejo. ¡°Circuici¨®n ya forma parte de nuestra experiencia cotidiana¡±, escribi¨® entonces Adamczak. ¡°Piensa simplemente en la red que atrapa al pez, la boca que mastica la comida, el cascanueces que rompe la nuez¡ Circuici¨®n nos permite expresar sensaciones que siempre hemos experimentado¡±. Una nueva palabra capaz de reinventar el imaginario sexual, es decir, capaz de atribuir actividad y pasividad a la inversa. Porque, en efecto, la red atrapa al pez, y no al rev¨¦s. La semana pasada, siete a?os despu¨¦s de aquel ensayo, la secretaria de Estado de Igualdad, ?ngela Rodr¨ªguez Pam volvi¨® a reivindicar la palabra penetraci¨®n en su sentido m¨¢s antiguo y gastado. Fue todo un ¨¦xito de cr¨ªtica y p¨²blico porque la palabra penetraci¨®n es siempre ganadora, insustituible y casi ¨²nica en nuestro relato sexual.
Mientras la pol¨¦mica avanzaba y la penetraci¨®n se endurec¨ªa y hasta se enorgullec¨ªa de estar en boca de todas (y de todos), me dediqu¨¦ a reescribir mentalmente la informaci¨®n y las opiniones que le¨ªa sustituyendo la palabra penetraci¨®n por ¡°circuici¨®n¡±. Y s¨ª, en efecto, lo cambiaba todo. El punto de vista, al final, tiene ese poder en cualquier relato. Pens¨¦ entonces que estamos faltos precisamente de eso, del poder y la libertad que nos regalan los nuevos puntos de vista en lo que a relaciones sexuales se refiere, y que la narrativa sexual est¨¢ cada d¨ªa m¨¢s vieja y m¨¢s r¨ªgida, especialmente en el discurso pol¨ªtico, sea este del color que sea. Y entonces me enter¨¦ de un hecho que seguramente no ser¨¢ tan viral como lo fue ¡°el esc¨¢ndalo¡± de ?ngela Rodr¨ªguez, el estreno mundial de la ¨®pera Alexina B. en el Liceu de Barcelona, este s¨¢bado 18 de marzo. Esta ¨®pera es un trabajo de a?os realizado por un equipo de mujeres (y asesorado por un observatorio de personas intersexuales) que propone una aproximaci¨®n a la identidad sexual diferente, ni genital ni tradicional.
El estreno de Alexina B. podr¨ªa ser noticia por muchos motivos. El primero es que en 175 a?os de historia del Liceo, solo en 1974 otra mujer (Matilde Salvador) estren¨® una composici¨®n propia en su sala grande. En esta ocasi¨®n ser¨¢ la compositora Raquel Garc¨ªa-Tom¨¢s (premio Nacional de M¨²sica 2020) quien estrene y releve nada menos que a Marina Abramovich, que ha interpretado hasta la semana pasada su imponente Las siete muertes de Calas. El segundo motivo por el que esta ¨®pera debiera despertar nuestro inter¨¦s es que aborda la vida de Ad¨¦la?de Barbin (1838-1868), la primera persona intersexual de la que se guarda testimonio escrito y que toma la palabra esc¨¦nica a trav¨¦s de sus propios diarios. Y el tercero es que la directora Marta Pazos ha decidido abordar esta representaci¨®n sin hacer uso del discurso genital. Para hacerlo no le ha bastado con usar una palabra nueva, como propon¨ªa la ensayista Bini Adamczak, pues una sola palabra casi nunca basta para sanarnos. En este sentido, Marta Pazos ha ido mucho m¨¢s lejos y ha decidido construir un lenguaje nuevo, plagado de colores nuevos (transitado del verde quir¨®fano al verde bosque), sensaciones nuevas, im¨¢genes y c¨®digos nuevos. Un despliegue visual y po¨¦tico que nos ayuda a imaginar desde otro punto de vista las cosas que no vemos. Y el sexo, no nos enga?emos, es precisamente eso que nos imaginamos mucho antes de tenerlo delante. Y su representaci¨®n, igual que las artes esc¨¦nicas, ha estado dirigida por una sola mirada. Alexina B. es pues una rara avis en todo. Es, de alguna manera, una primera vez que lleva siglos esperando a ser nombrada. Lo moderno de la propuesta no es rescatar un testimonio intersexual que tiene m¨¢s de 200 a?os (y que antes nos recordaron Michel Foucault, Judith Butler o Jeffrey Eugenides, entre otros). La novedad sigue siendo descubrir que las bocas mastican (por eso a veces nos comen a besos) y no solo las lenguas penetran en los mejores ¨®sculos.
Ad¨¦la?de Barbin fue criada y educada como una mujer en un colegio de monjas donde nunca tendr¨ªa la regla y donde tardar¨ªa en explorar su sexualidad. La noche que la descubre, cuando tiene relaciones con Sara, su gran amor, ser¨¢ la noche en que cambie de nombre. Ser¨¢ nombrada entonces como Abel Barbin por primera vez. Este encuentro se escenifica en un momento ¨¢lgido de la ¨®pera. Despu¨¦s del mismo, Sara y Abel ponen palabras a su sexualidad, todas nuevas, todas 200 a?os olvidadas. ¡°Sara, tu cuerpo... una rivera se extiende, la luz fluye en rel¨¢mpagos blancos. En cada uno de tus pechos, lenguas de arena fresca¡ Las embocaduras se abren a las ataduras de tus brazos¡ m¨¢s abajo... bajo mi mano¡ las inflorescencias suaves de ca?as, bajo mis caricias... aguas vivas. Sara, sobre tu cuerpo se arremolinan las corrientes¡ t¨² susurras como una orilla, como juncos mecidos por el viento, como la ribera mojada¡ Sara, yo era un agua estancada en una esclusa y en tu cuerpo de rivera me convierto en r¨ªo. Nadar lento... flujo y murmullo¡ rivera viva inventa r¨ªo, r¨ªo fluido inventa rivera inventa r¨ªo inventa rivera inventa r¨ªo inventan la crecida, el grito, ?los gritos!¡±.
Abel Barbin clama y canta en el Liceo para recordarnos que vivimos (y amamos) inmersos en una cultura sexual tan genital como mentirosa. Reducir la experiencia sexual a la palabra penetraci¨®n es olvidar que lo ¨²nico que todos preferimos y deseamos es el placer, la libertad, la complicidad, el desparrame, la carne y el goce jubiloso de nuestros cuerpos amantes. Y lo que es m¨¢s importante, olvida que en el amor, como en el sexo, no hay hombres ni mujeres, tampoco genitales que valgan, solo cuerpos gozosos. En 1868, Abel se suicid¨® en Par¨ªs, incomprendido y separado de su amada Sara. Hoy el discurso sexual sigue anclado en lo genital, haciendo da?o a muchas personas y empobreciendo el sexo de todo el mundo. Aprender, dec¨ªa Plat¨®n, es recordar. Larga vida a Alexina B. Y que todas camas se llenen, de una vez, de palabras nuevas.
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