En mi casa manda mi mujer...
El ciudadano Tamames est¨¢ mayor porque lo es, pero lo que yo escuch¨¦ de su boca est¨¢ al alcance de los o¨ªdos de cualquiera no solo dicho por Vox sino por la derecha
... Y todo el mundo lo sabe. Tal vez fuera esta la frase m¨¢s ca?¨ª de todas las que se pronunciaron en el abracadabrante show de la moci¨®n y que bien pudiera inspirar un ensayo que ahondara en las razones por las que cualquier movimiento reaccionario coloca a la mujer en el centro de su discurso nost¨¢lgico. Lo que me ha parecido m¨¢s triste de todo este asunto, que en su apariencia superficial se alimenta de la astracanada, es que lo que m¨¢s se ha destacado ha sido la vejez del presidenciable Tamames, esa supuesta decadencia intelectual a la que los a?os condenan, el tono condescendiente que empleamos con los ancianos al ignorar, ay, que llegar¨¢ el d¨ªa en que a nosotros tambi¨¦n nos costar¨¢ arrastrar los pies. Pero no hay que olvidar que Franco hizo gala de su implacable crueldad hasta el ¨²ltimo aliento y que a nadie se le ocurri¨® poner en duda su poder por el hecho de ser ejercido por un viejo moribundo. Atentos al asunto: si bien la mente puede deteriorarse con los a?os, tambi¨¦n vemos muchas cabezas j¨®venes sumidas en el cabreo perpetuo por haber perdido el poder que atesoraron. Hagan ustedes la cuenta de cu¨¢ntas idioteces pueden salir de la boca de un hombre despechado, y cito a los hombres porque han venido siendo los que han acaparado el mando. A las mujeres, para dicha reacci¨®n, nos queda el dudoso honor de ser subordinadas, ostentando un poder dom¨¦stico cargado de ataduras que imposibilita gozar de una existencia independiente.
Se respiraba en el hemiciclo una suerte de respeto al viejo profesor que particip¨® en algunos nobles episodios de la lucha contra Franco. Lo err¨®neo es que del antifranquismo, los m¨¢s j¨®venes del lugar daban un salto hasta el presente, como si entre medias el se?or Tamames hubiera sido un ciudadano leal con las ideas del joven airado que contribuy¨® a la llegada de las libertades. Recordamos aquel primer Tamames poseedor del atractivo del exc¨¦ntrico, de un hombre de elegancia desma?anada; algo que se agradec¨ªa en la uniformidad gris¨¢cea del antifranquismo. Pero la extravagancia juega malas pasadas y el pol¨ªtico estren¨® con la madurez una tendencia compulsiva al transfuguismo. De aquella actividad voluble y chaquetera hace ya tantas d¨¦cadas que lo de esta semana era perfectamente previsible en su figura. Tal vez lo que pretend¨ªa demostrar Vox es que alguien que goz¨® de una locura izquierdil de juventud puede rehabilitarse y alcanzar tal sabidur¨ªa como para soltar sin sonrojo la misma sarta de exabruptos que forman parte del discurso de la extrema derecha, ya se sabe, la naci¨®n amenazada, la persecuci¨®n de la familia tradicional, la perversi¨®n de los ni?os, la visi¨®n apocal¨ªptica del pa¨ªs, que se hunde, y la negaci¨®n de la violencia machista, punto que comparte uno de Albacete con otro de Utah. Pero no suelo creer en las conversiones de ¨²ltima hora. El ciudadano Tamames est¨¢ mayor porque lo es, pero lo que yo escuch¨¦ de su boca est¨¢ al alcance de los o¨ªdos de cualquiera no solo dicho por Vox sino por la derecha, por los j¨®venes del punk reaccionario, por los resentidos, por ese dedo con el que Ma?ueco, en un gesto asqueroso para un tipo que ostenta un cargo p¨²blico, mostr¨® su desprecio a la palabra de una adversaria. Tamames fue esta semana portavoz de todos los lugares comunes de la gran falacia que anda en boca del hombre despechado, de aquel que cree haber tenido a la mujer donde ten¨ªa que estar, en un altar, y ahora se le ha escapado de la hornacina. Tamames, prohombre de la patria que se siente excluido en los nuevos tiempos. Tamames, individuo que denuncia a gritos que ya no existe libertad de expresi¨®n. Tamames s¨ª que ha sido un ajustado representante de esa furia libertarian que tan hondamente est¨¢ enfangando las democracias. As¨ª que no creamos que la suya fue palabra de viejo, sino de hombre iracundo que representa a un temible batall¨®n.
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