Las v¨ªctimas que ya no os gustan
Los agresores tendr¨¢n que acostumbrarse a que el silencio social de las agredidas no va a volver
En los ¨²ltimos tiempos hemos visto como varios casos de agresiones sexuales eran presuntamente protagonizados por ¡°estrellas¡± o personajes medi¨¢ticos. Que algunos hombres con poder han aprovechado para usarlo contra las mujeres no es ninguna novedad. De hecho, la idea de que algunos poderosos buscan cosas m¨¢s exclusivas y, por lo tanto, indisponibles, los acerca a la idea de querer conseguir algo que se les ha negado: el consentimiento.
Las investigaciones period¨ªsticas, como la de las periodistas de The New York Times, Jodi Kantor y Megan Twohey, existen porque las v¨ªctimas ahora pueden hablar. El MeToo nos ense?a, cinco a?os despu¨¦s, que era un camino de no retorno. Las primeras denunciantes que lograron tomar su voz y llenarla de palabras prohibidas como abuso de poder, violaci¨®n o no-consentido contra Harvey Weinstein lo hicieron porque ya no pod¨ªan m¨¢s.
Esas mujeres hab¨ªan usado todo ese tiempo de silencio para intentar seguir con lo que les hab¨ªan dicho: c¨¢llate e intenta hacer como si nada. Pero el silencio no funciona, el silencio ha sido el arma de victimizaci¨®n m¨¢s potente que han tenido los agresores para asegurar su impunidad durante siglos. Adem¨¢s, estoy segura de que incluso el consejo femenino ha sido el de callarse para no ser se?alada por el resto, para poder seguir con la vida, para que nadie sepa que una est¨¢ manchada, que nadie le diga que su cuerpo o, incluso, su virginidad hab¨ªan perdido valor. Por suerte, el feminismo nos ha brindado la oportunidad de librarnos de la mayor parte de esos estigmas y la sociedad ha ido comprendiendo que no hay falda bastante corta, horas demasiado tard¨ªas, ni calles o espacios prohibidos que justifiquen las agresiones.
Ahora, el foco ya est¨¢ en los autores de las violencias sexuales y, por lo tanto, el interrogatorio social se debe dirigir tambi¨¦n hacia ellos.
Si para las mujeres ya es dif¨ªcil hablar sobre violencia normalmente, lo es todav¨ªa m¨¢s se?alar alguien con poder. Cuando una se enfrenta a su agresor, se enfrenta a todos sus recursos y redes. Existe un efecto por el cual, las personas que vemos a menudo a trav¨¦s de la pantalla que tenemos en casa o llevamos con nosotros, o las que escuchamos por la radio a diario, nos parecen gente conocida. Es de lejos sabido que hay much¨ªsimas personas que incluso dan respuesta a los buenos d¨ªas al aparato, como si realmente ¡°siempre saludaran¡±. Mirad The Morning Show y ver¨¦is las dificultades de hacer algo as¨ª y las consecuencias para las v¨ªctimas y las personas que les prestan apoyo.
Me parece incluso razonable que a costa de dejar que entren en nuestro d¨ªa a d¨ªa, pensemos que nos caen bien o mal, porque creemos saber c¨®mo son. Entonces solo falta un poco de carisma para que creamos que se trata de una buena persona e, incluso, salgamos en su defensa ante hechos evidentes. Cuando estas personas cometen un hecho delictivo contra otra persona, pero esta es desconocida, dentro de nuestra cabeza hay un vac¨ªo.
Pero los casos en la distancia son muy f¨¢ciles de condenar y son m¨¢s complejos y sensibles con caras m¨¢s conocidas y de aqu¨ª.
As¨ª pues, [inserte aqu¨ª nombre de famoso nacional] tenemos a esa persona que creemos conocer o a qui¨¦n queremos creer porque nos ha divertido, entretenido, dado momentos de gloria o, incluso, consideramos un h¨¦roe por lo que sea. Al otro lado, hay una persona de la cual no sabemos nada y que, por lo tanto, no tiene ning¨²n tipo de v¨ªnculo con nosotros, ni tan siquiera simb¨®lico. As¨ª que se nos representa todo eso que hemos mal aprendido sobre c¨®mo es una buena v¨ªctima.
Hemos pasado del ¡°si no denuncia no ser¨¢ tan grave¡± al ¡°si denuncia algo querr¨¢ sacar de ello¡±.
Cada vez m¨¢s supervivientes de ataques sexuales no solo denuncian los hechos sino que, adem¨¢s, rompen el silencio social. A pesar de sentirse obligadas a renunciar a derechos, como la indemnizaci¨®n, a tener que taparse para poder tener voz, hablan. No creo que tardemos mucho en ver a mujeres que confrontan a la opini¨®n p¨²blica dando la cara y diciendo que son ellas las que lo han sufrido y que ser v¨ªctima no es ninguna verg¨¹enza y que, los que deber¨ªan esconderse son ellos. Pero, de momento, estamos todav¨ªa en un escenario en el cual los agresores filtran los datos de las v¨ªctimas para perjudicarlas, intentando demostrar que eso ha ocurrido su forma de ser, para privarles de su vida normal.
Y nos tendremos que acostumbrar a las v¨ªctimas que hablan y tendremos que aprender a no juzgar sus vidas ni como son. Porque todas somos distintas antes de la victimizaci¨®n y lo somos tambi¨¦n al salir de ella.
Algunos, los malos, se tendr¨¢n que acostumbrar porque su modelo de tranquilidad sobre el silencio social de las v¨ªctimas no va a volver.
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