Venezuela: el naranja es el nuevo rojo
Ning¨²n activista de derechos humanos ha tenido hasta ahora la ocurrencia de exigirle a Jorge Rodr¨ªguez dar seguridades p¨²blicas sobre la vida del exministro de Petr¨®leos
Una de las sorpresas de la ofensiva madurista contra parte de sus propias mafias ha sido la adopci¨®n de la braga naranja, las esposas y los grilletes como sambenito. La reata de antiguos funcionarios maduristas parec¨ªa, al bajar del colectivo que los llev¨® al tribunal, una selecci¨®n deportiva holandesa.
La mayor¨ªa de mis compatriotas expresa una ab¨²lica y casi regocijada sorna criolla ante la gesticulaci¨®n madurista y su anaranjada farsa justiciera. Esto, me parece, es s¨ªntoma de un mal mucho m¨¢s profundo e insidioso: la aquiescencia general ante el poder omn¨ªmodo. El env¨¦s de este sentimiento moral es desesperar de la justicia, algo, por cierto, muy anterior a la era chavista. Nada, sin embargo, tan sugestivo como la reata de imputados y sus overoles naranja.
La desma?ada parodia televisada de un ministerio p¨²blico ce?ido a las leyes que act¨²a en obsequio de la seguridad de los ciudadanos, entrega lo esencial del fracaso de la rep¨²blica.
Brutalmente zafia como ha sido la presentaci¨®n del elenco de imputados ante el tribunal, ella invita, sin embargo, a examinar una vez m¨¢s los emblemas bolivarianos, sus liturgias y su posible relaci¨®n con la sicolog¨ªa arquetipal del r¨¦gimen.
No puedo recordar el momento preciso de este primer cuarto de siglo socialista en que las alocuciones desde el Palacio de Miraflores decidieron replicar ese escudito yanqui que muestra algo as¨ª como una vista hiperrealista de la Casa Blanca.
No contenta con la gigantograf¨ªa del Bol¨ªvar bemb¨®n, esa falsificaci¨®n hist¨®rica que preside el Sal¨®n Ayacucho o Jun¨ªn o Boyac¨¢, la revoluci¨®n bolivariana ados¨® al atril de Maduro un boceto de la sede del gobierno venezolano y un r¨®tulo que pone ¡°Palacio de Miraflores¡±. Ello no permite siquiera insinuar que el cartelito evoca al de los gringos porque la verdad es que se lo copia descaradamente. ?Por qu¨¦ lo hicieron?
Es posible, me digo, que hayan tomado en serio lo del ¡°significado vac¨ªo¡± de Ernesto Laclau, el Goebbels porte?o de los neopopulismos de nuestra Am¨¦rica. Si he entendido la neojerga de Laclau, llega un momento en la vida de nuestros pueblos en que el significado vac¨ªo es rellenado con algo sustancioso. Los buenos nuevos revolucionarios llaman a esto ¡°resignificaci¨®n¡±.
?A ver c¨®mo resignifica Maduro el cartelito de The White House! M¨¢s pr¨®diga en interpretaciones luce la braga naranja de los excompa?eros. Debe resultar desconcertante para la izquierda antiimperialista de la regi¨®n ver que la lucha contra la corrupci¨®n se ti?e de naranja como en un episodio de Orange is the new black.
Se comprende, sin embargo y poni¨¦ndose en los zapatos del doctor Jorge Rodr¨ªguez, que no existiendo justicia alguna, bien est¨¢ remedar sus usos universales, al menos los que difunden el cine y las series de plataforma.
Justamente por ello, encuentro m¨¢s desconcertante que el cabecilla de una mafia de 44 viceministros y gerentes generales chavistas a quienes el gobierno acusa de desviar 21 mil millones de petrod¨®lares, no haya sido detenido. Lejos de ello: su paradero actual es un misterio.
Tareck El Aissami, el exministro de Petr¨®leos, se ha esfumado en el ¡°tenue aire¡±, igual que las brujas del p¨¢ramo en Macbeth. Quiz¨¢ est¨¦ incomunicado y sometido a interrogatorio en alguna de las Lubiankas del r¨¦gimen. Sin embargo, y juzgando por la suerte que suele nimbar a los superministros petroleros de Venezuela, igual podr¨ªa muy bien estar El Aissami en este mismo instante en Bimini, compr¨¢donse un sombrero de Panam¨¢, como el doctor Hannibal Lecter, para salir a pasear por el bulevar antes de la cena en una escena de final abierto.
Lo cierto es que nadie ha vuelto a ver a El Aissami desde que renunci¨® al cargo. Ning¨²n activista de derechos humanos ha tenido hasta ahora la ocurrencia de exigirle a Jorge Rodr¨ªguez dar seguridades p¨²blicas sobre la vida del exministro.
Tampoco lo ha hecho ning¨²n precandidato de la sedicente oposici¨®n democr¨¢tica. Aunque claramente est¨¦ en el inter¨¦s de su te¨®ricos electores conocer la verdad detr¨¢s de este colosal desfalco, tanto m¨¢s criminal cuanto que Venezuela se muere de hambre.
La dura razzia contra los hombres de El Aissami ha obrado, al parecer, tambi¨¦n lo suyo en el ¨¢nimo de los pol¨ªticos de oposici¨®n. A parecer, la dictadura les ha impuesto silencio a ellos tambi¨¦n en torno al m¨¢s gigantesco saqueo a los bienes de la naci¨®n venezolana de que tengamos noticia. Pero hablar de ello en v¨ªsperas de elecciones primarias no ser¨ªa sino complicar innecesariamente las cosas.
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