Sin noticias de Dios
En el libro escrito en colaboraci¨®n con Paola Ugaz, Pedro Salinas revela el horror vivido en una instituci¨®n de la Iglesia cat¨®lica peruana que deber¨ªa ser clausurada y sus responsables castigados
Hace algo m¨¢s de 50 a?os, se fund¨® en el Per¨² un Sodalicio de Vida Cristiana que, a la vez que convocaba a muchos j¨®venes de buenos colegios, se esparc¨ªa por el continente en varios pa¨ªses, alcanzando una notable popularidad. Sin embargo, al pasar de los a?os, se fue descubriendo que las autoridades del Sodalicio no eran lo recomendables que parec¨ªan, pues a los j¨®venes que seduc¨ªan, sol¨ªan imponerles, para ¡°cuajarlos¡±, operaciones tan atrevidas como nadar en San Bartolo, al sur de Lima, a las 3 de la madrugada, en esas aguas heladas, supuestamente para templarles el car¨¢cter. Adem¨¢s, se fue revelando que la c¨²pula del Sodalicio era mucho menos casta de lo que se supon¨ªa, pues hab¨ªa en su seno iniciativas extra?as que ofend¨ªan a los j¨®venes imponi¨¦ndoles, incluso, ejercicios obscenos. Curas homosexuales se aprovechaban imp¨²dicamente de muchos j¨®venes incautos que, guiados por su fe, adher¨ªan a la devota instituci¨®n.
Pero, en relaci¨®n con esto, de quien quisiera hablar en esta nota es de un par de periodistas peruanos a los que conozco, son puros y correctos, y ambos han adquirido un prestigio en su labor. Se trata de Pedro Salinas y Paola Ugaz. Ambos se propusieron denunciar, a trav¨¦s de una investigaci¨®n seria y profunda, los excesos que comet¨ªan con sus j¨®venes disc¨ªpulos las eminencias del Sodalicio. La historia est¨¢ sintetizada en un libro que se titula Sin noticias de dios y que ha escrito Pedro Salinas con la colaboraci¨®n estrecha de Paola Ugaz, y tiene 890 p¨¢ginas. Recomiendo a mis lectores que lean este libro porque ley¨¦ndolo se dar¨¢n cuenta de lo atrasado que es el Per¨² con respecto a las personas que se atreven a meterse con la Iglesia cat¨®lica. Ni Salinas ni Ugaz debieron so?ar nunca en lo que se ver¨ªan envueltos a ra¨ªz de su investigaci¨®n: juicios millonarios, campa?as de prensa, insultos m¨²ltiples y toda clase de infamias contra sus personas y sus familias. Lo que significa que, en el Per¨², estamos todav¨ªa en la colonia, donde nadie se atrev¨ªa a chistar contra la Iglesia o sus facinerosos (con excepciones) disfrazados de curas. Quien escribe estas l¨ªneas no es un enemigo de la Iglesia, pues he llegado a la conclusi¨®n de que es preferible que un pueblo sea religioso a que sea ateo, por razones estrictamente sociales, y en este caso es clar¨ªsimo que Salinas y Ugaz emprendieron su cruzada de buena fe, con la conciencia limpia de denunciar un hecho maligno asociado a esta instituci¨®n. Se puede discrepar de ellos en otros asuntos, pero en esto tienen raz¨®n.
?Cu¨¢l ha sido el resultado de su investigaci¨®n? Han llegado al Vaticano y hasta codearse con el Papa, pero, sin embargo, nada de eso ha acallado a los jerarcas de la instituci¨®n, que los han sometido a mil y una pellejer¨ªas en su af¨¢n de impedir que el Sodalicio sea borrado de la historia como Salinas ha pedido. ?l fue ¡°sodalicio¡± cuando era muy joven, y vivi¨® los atropellos que impon¨ªan los ¡°pr¨®ceres¡± a los j¨®venes incautos. Salinas vivi¨® en carne propia los esfuerzos de los jefes del Sodalicio para apartarlos de sus familias, cuando le ocultaron, entre otras maniobras, las cartas de su padre, lo que lo llev¨® a salirse de la instituci¨®n al tener noticias de este hecho. Pero su libro, Mitad monjes y mitad soldados, como se titula un libro anterior dedicado al mismo tema, ha sido duramente impugnado, pese al rigor y veracidad con que est¨¢ escrito.
?Qu¨¦ refleja esta historia? A un pa¨ªs que no ha logrado todav¨ªa la inserci¨®n de la justicia en la vida de la sociedad, pues una Iglesia no puede ni debe levantarse contra las leyes y ordenanzas, ni cometer vilezas y atropellos en la propagaci¨®n de la fe. Es curioso porque el Per¨² parece muy adelantado en muchas cosas, sobre todo en sus leyes, pero mientras no toquen a la Iglesia y le proh¨ªban atropellos contra el conjunto de la sociedad, por ejemplo por parte de directivos tan corrompidos como los que parecen haberse insertado en la cabeza del Sodalicio durante a?os. Al mismo tiempo, muchas radios y peri¨®dicos conservan una especia de temor a la santa madre iglesia, sin atreverse a criticarla cuando se desborda en su comportamiento.
El fundador del Sodalicio, y su mecenas, parece un personaje del Marqu¨¦s de Sade, pues sus excesos coinciden con delitos flagrantes. Lo curioso es que este personaje, que se llama Luis Fernando Figari, en vez de estar pudri¨¦ndose en un calabozo peruano, ha sido trasladado a Roma, donde la Iglesia cat¨®lica se ha ocupado de alojarlo, eso s¨ª, sin tener a su alcance a los muchachos de los que abus¨® en el pasado. Parece mentira que una persona tan corrompida se haya librado tan f¨¢cilmente del castigo.
Entre todas las desdichas que su valent¨ªa y su honradez le han acarreado a Pedro Salinas, hay un fant¨¢stico allanamiento, con decenas de polic¨ªas, a su casa, en Mala, en las afueras de Lima. In¨²tilmente ¨¦l se anim¨® a protestar contra semejante atropello, pero los polic¨ªas que asaltaron su casa y pasaron varias horas revis¨¢ndola, se rieron de ¨¦l a sus anchas. Lo notable es que Pedro Salinas y Paola Ugaz hayan soportado todos estos combates y que tengan la raz¨®n, pues el Sodalicio deb¨ªa ser clausurado, ya que es una verg¨¹enza para cualquier pa¨ªs, y en especial el Per¨², que tanto sufri¨® de los excesos de la iglesia en la colonia. Al mismo tiempo, qu¨¦ estupendos periodistas son ¨¦stos, como algunos otros latinoamericanos, que, sin apartarse de los l¨ªmites de la investigaci¨®n, han sido capaces de desafiar a los poderosos y abusadores que todav¨ªa medran en los pa¨ªses menos desarrollados. A Pedro Salinas y Paola Ugaz se los debe premiar por su coraje y su responsabilidad.
En el libro de Pedro Salinas se describe adem¨¢s, de una manera discreta, el modo como eran sometidos a una supuesta disciplina quienes ca¨ªan en sus redes. El fundador, parece que ordenaba que hicieran, por ejemplo, el amor con una silla a los j¨®venes y, como ya he mencionado, les impon¨ªa, para fortalecerles la voluntad, actividades como nadar a las 3.00 de la madrugada. Los j¨®venes, que se entregaban en cuerpo y alma, estaban sometidos a una disciplina muy estricta, una de cuyas pautas era la ruptura con las familias, pues los sacerdotes les inculcaban que las familias ¡°los detestaban y no quer¨ªa saber nada con ellos¡±. Pero algunos de ellos se rebelaron y han sido los informantes del autor, de modo que sus textos proceden del interior de estas afrentas. Ellas ocurr¨ªan siempre de noche y las dirig¨ªan los responsables de la instituci¨®n. Salinas y Ugaz piden que una instituci¨®n tan corrompida sea clausurada y sus principales responsables sometidos a un juicio que reparta penas equivalentes a las faltas. Pero la verdad es que esto no se ha hecho y, m¨¢s bien, las autoridades han tomado represalias contra ellos que podr¨ªan acarrearles penas y multas que los dejar¨ªan en ruinas. Lo probable es que, en el Per¨², ellos pierdan la batalla, a menos que el Poder Judicial tome cartas sobre el asunto y asuma sus deberes con independencia y de acuerdo a las leyes y reglamentos. Pero da la impresi¨®n de que en esto todo juega al rev¨¦s, pues son los que violan la ley los que obtienen todas las satisfacciones y los castigos los reciben quienes se atreven a desear un pa¨ªs m¨¢s justo y unas instituciones m¨¢s nobles. La batalla contra estos abusos es una batalla en la que deber¨ªamos participar todos los peruanos que queremos que nuestro pa¨ªs sea moderno y justo y no arrastre todav¨ªa un pasado colonial.
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