¡®Emeritours¡¯
Con todo lo que el jefe de escoltas del rey viejo habr¨¢ visto, o¨ªdo, tocado, olido y tragado en estos a?os, saldr¨ªa un retrato de JCI m¨¢s fiel que todos los PET-TAC que le habr¨¢n hecho en su chequeo m¨¦dico en Vitoria
Hay un hombre del que no se habla cuando hablamos del rey em¨¦rito. Si te fijas, se le ve en casi todas las fotos de Juan Carlos I desde que, descoronado y desacreditado de por vida por su conducta impropia, dej¨® el pa¨ªs donde lo fue todo rumbo a su autodestierro de lujo en el Golfo. Un sujeto alto, buena facha, ni joven ni viejo, con la espalda m¨¢s recta que su hoja de servicios y el rostro p¨¦treo de quien no muestra m¨¢s emoci¨®n que parpadear lo justo. Es el teniente coronel de la Guardia Civil Vicente Garc¨ªa-Mochales, Mochi para su c¨ªrculo, el jefe de escoltas del rey viejo en Abu Dabi. Su bast¨®n. Su callado cayado. Su toma de tierra. El tipo canoso, vestido a juego con el jefe, que ofrece el bracete a Juan Carlos I en cuanto baja del avi¨®n privado que lo trae y lo lleva en sus emeritours de funerales, regatas y m¨¦dicos por el mundo, y no lo suelta hasta que sube sano y salvo. El tipo que siente su resuello en el cuello. El que oye sus exabruptos si trastabillea. El que huele su miedo, su anhelo, su rabia, su pena, penita, pena, y su autocompasi¨®n, la droga m¨¢s dura de dejar para quien la consume, como sospecho que es el caso. Solo hab¨ªa que verle el rostro de las pesetas, entre contrito y cabreado, al tener que irse de Espa?a sin poder navegar a gusto, como cuando solo tienes un puente al a?o para escaparte del curro y, encima, te llueve.
A la pura fuerza. As¨ª volvi¨® Juan Carlos a expiar sus culpas a su jaula de Emiratos, y a echarle de paso un ojo a su d¨ªscolo nieto mayor, a ver si all¨ª, siguiendo su ejemplo, va progresando adecuadamente. Mientras aqu¨ª, en la tele, B¨¢rbara Rey, una de sus examantes, cuenta sus citas er¨®ticas con pelos y se?ales en horario de m¨¢xima audiencia, y, en La Zarzuela, Felipe VI reza para que a su pr¨®digo padre no se le antoje volver a Espa?a en plena campa?a a moverle la corona, yo no dejo de pensar en Mochi. Por oficio y juramento, ha de ser ciego, an¨®smico y sordomudo. Pero, con lo que ha visto, o¨ªdo, tocado, olido y tragado ese hombre saldr¨ªa un retrato de JCI m¨¢s fiel que todos los PET-TAC que, seguro, le habr¨¢n hecho al patr¨®n en su chequeo m¨¦dico en Vitoria. Apuesto a que lo veremos m¨¢s pronto que tarde, en el pr¨®ximo emeritour de vuelta a casa. A Mochi, digo. Solo espero que no sea ese el ¨²ltimo viaje.
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