Todo para el Jefe
No estamos en una campa?a normal. En comparaci¨®n con otros pa¨ªses, y con el pasado, cuando las propuestas eran m¨¢s contingentes, la acentuaci¨®n ideol¨®gica es brutal
Esta campa?a electoral no es excepcional. Cada uno hace lo que tiene que hacer, con sus luces y sombras. La izquierda promete m¨¢s gasto: construir viviendas, ampliar el transporte p¨²blico y financiar becas, viajes en tren o entradas al cine. Y, la derecha, menos impuestos: deflactar el IRPF, rebajar el IVA, y eliminar sucesiones y patrimonio.
Pero tampoco es una campa?a normal. En comparaci¨®n con otros pa¨ªses, y con el pasado, cuando las propuestas eran m¨¢s contingentes (recordemos el ¡°bajar impuestos es de izquierdas¡± de Zapatero), la acentuaci¨®n ideol¨®gica es brutal. Ning¨²n partido pol¨ªtico de nuestro entorno, ni ning¨²n supermercado, ofrece m¨¢s ¡°rebajas¡± que el PP ni m¨¢s ¡°regalos¡± que el PSOE. Y, con la deuda en m¨¢ximos hist¨®ricos, el resultado de este doble juego para vaciar las arcas p¨²blicas es siniestro: o no se cumplir¨¢n las promesas o las pagar¨¢n las generaciones futuras.
?C¨®mo hemos acabado en este bazar? Hay un factor estructural, que explica muy bien Luis Miller, autor de Polarizados. La pol¨ªtica que nos divide. Es un mito que la polarizaci¨®n pol¨ªtica se circunscribe al interior de la M-30 y que, fuera del demon¨ªaco c¨ªrculo capitalino, hay una Espa?a angelical donde la ¡°gente se entiende¡±. Con el paso del tiempo, toda la poblaci¨®n espa?ola se ha ido distanciando en el eje ideol¨®gico: los votantes de derechas quieren un menor peso del Estado y, los de izquierdas, uno mayor.
El problema es que esta evoluci¨®n social, hasta cierto punto natural y global, se ha solapado con un factor coyuntural y muy espa?ol: el ascenso de las maquinarias propagand¨ªsticas de las administraciones p¨²blicas. En cualquier democracia los partidos usan todos los instrumentos a mano, de las redes sociales a cualquier altavoz, para martillear su mensaje. Pero, en Espa?a, los pol¨ªticos gobernantes utilizan imp¨²dicamente los recursos p¨²blicos para propaganda partidista: asesores que no sirven al inter¨¦s p¨²blico sino del partido; actos y ruedas de prensa que se convierten en m¨ªtines; publicidad institucional de un vergonzante tono partidista. No es que estemos a a?os luz de la exquisitamente neutral administraci¨®n danesa, sino que hasta los gobiernos tories del Brexit o el de Trump eran un dechado de imparcialidad al lado de nuestros ejecutivos. Da igual el nivel o el color pol¨ªtico. La filosof¨ªa es la misma: todo para el Jefe (o la Jefa). @VictorLapuente
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