Sarkozy y la corrupci¨®n
Se acumulan las condenas contra el expresidente franc¨¦s aunque no deber¨¢ ingresar en prisi¨®n
La nueva condena al expresidente franc¨¦s, Nicolas Sarkozy, por corrupci¨®n y tr¨¢fico de influencias, demuestra que el buen funcionamiento de la justicia en Francia no reconoce privilegios ni impunidad, ni siquiera en la c¨²spide del Estado. Al mismo tiempo, evidencia que el pa¨ªs tiene un problema estructural, ya que de los ¨²ltimos cuatro jefes de Estado, dos han sido condenados a penas de prisi¨®n. El anterior fue Jacques Chirac, conservador como Sarkozy, condenado en 2011 por malversaci¨®n, aunque no entr¨® en la c¨¢rcel debido a su estado de salud (y muri¨® en 2019). Tampoco lo har¨¢ Sarkozy, presidente entre 2007 y 2012, pese a la condena el mi¨¦rcoles del Tribunal de Apelaci¨®n por el llamado caso de las escuchas a tres a?os de prisi¨®n, de los que deber¨ªa cumplir uno con un brazalete y en su domicilio. El recurso del expresidente ha dejado en suspenso la condena. Los jueces concluyeron que en 2014 Sarkozy particip¨® junto a su abogado y un fiscal en una trama de intercambio de favores.
Adem¨¢s del caso de las escuchas, por el que ya fue condenado en primera instancia en marzo de 2021, Sarkozy afronta un nuevo juicio el pr¨®ximo noviembre por la financiaci¨®n ilegal de la campa?a para las elecciones presidenciales de 2012. Por este caso tambi¨¦n fue condenado en primera instancia, en septiembre de 2021, a un a?o de prisi¨®n, pena que qued¨® en suspenso tras el recurso. Y a¨²n hay un tercer caso por el que est¨¢ imputado y por el que la Fiscal¨ªa ha solicitado llevarlo a juicio, en este caso se trata de la supuesta financiaci¨®n con dinero de la Libia de Muamar el Gadafi de la campa?a electoral de 2007, que le llev¨® a la victoria.
En la reciente condena, Sarkozy sostiene que las conversaciones telef¨®nicas con su abogado que sirvieron para probar su culpabilidad estaban sacadas de contexto y resultaron en todo caso in¨²tiles porque ¨¦l perdi¨® el caso en el que el fiscal deb¨ªa ayudarle y el fiscal, a su vez, no obtuvo la promoci¨®n profesional que buscaba. Pero el peso de este argumento resulta irrelevante para los jueces, dado que para que haya corrupci¨®n basta con que se pruebe la intenci¨®n, aunque el plan no tuviese ¨¦xito.
Pese a las reiteradas condenas, Sarkozy no vive en el ostracismo ni padece una marginaci¨®n social significativa, m¨¢s all¨¢ de que su carrera pol¨ªtica est¨¦ ya acabada. Emmanuel Macron lo escucha y busca su consejo, sin que falte el nombre de Sarkozy en algunos consejos de administraci¨®n de grandes grupos empresariales. Puede que no sea una situaci¨®n at¨ªpica en Francia, a la vista del antecedente de Chirac, pero resulta dif¨ªcil encajar ese tratamiento p¨²blico de la corrupci¨®n en el est¨¢ndar de la mayor¨ªa de democracias occidentales, en particular cuando la Fiscal¨ªa Nacional Financiera investiga todav¨ªa la posible implicaci¨®n del mismo Sarkozy en la designaci¨®n de Qatar como sede del Mundial de f¨²tbol.
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