Las personas no binarias como frontera
Los paradigmas tradicionales que nos hab¨ªan servido para definirnos se hallan en descomposici¨®n y, como en cualquier ¨¦poca de transici¨®n, las tensiones, las dudas y los disensos son inevitables
Tal y como bien explica en su ¨²ltimo e imprescindible libro Paul B. Preciado, vivimos en un mundo ¡°disf¨®rico¡±, en el que buena parte de los paradigmas tradicionales que nos hab¨ªan servido para definirnos se hallan en descomposici¨®n o, como m¨ªnimo, sometidos a una paulatina erosi¨®n. En este contexto incierto y complejo, muchas de las referencias que nos serv¨ªan como espejo y como sost¨¦n est¨¢n saltando por los aires. Estamos viviendo una fase que Almudena Hernando califica como ¡°poshistoria¡±, un nuevo escenario en el que se est¨¢n modificando las maneras de definirnos y de relacionarnos. No es solo que el suelo que pisamos se haya ido volviendo l¨ªquido, sino que los trajes que durante siglos nos sirvieron para revestir nuestra identidad se nos han ido quedando peque?os. Como en cualquier ¨¦poca de transici¨®n, las tensiones, las dudas y los disensos son inevitables. Ah¨ª est¨¢ como peligro evidente la reacci¨®n conservadora que postula el mantenimiento del orden tradicional, de las categor¨ªas biol¨®gicas y de las esencias que avalen que quienes tienen posiciones de poder no se vean cuestionados por los cuerpos disidentes. En este sentido, el agravio no es solo cosa de hombres.
Una reciente sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Andaluc¨ªa ha abierto una singular brecha que, con suerte, podr¨ªa ser el punto de partida para que nuestro ordenamiento revise las categor¨ªas que siguen siendo prisioneras del sistema sexo/g¨¦nero. Un reto al que, por cierto, no ha respondido la reciente y discutida ley 4/2023, de 28 de febrero, para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garant¨ªa de los derechos de las personas LGTBI, en cuya tramitaci¨®n fueron rechazadas las enmiendas que propon¨ªan el reconocimiento de las personas no binarias. El tribunal andaluz ha dado la raz¨®n a Andrea Speck, una persona alemana afincada en Sevilla, cuya identidad no binaria habr¨¢ de figurar en el registro central de extranjer¨ªa, tal y como consta en su pasaporte alem¨¢n. De esta manera, la sentencia abre la puerta para que el Ministerio del Interior ampl¨ªe con una tercera casilla la identificaci¨®n de los sujetos m¨¢s all¨¢ del binomio hombre/mujer. Una opci¨®n que ya es posible en varios pa¨ªses europeos, como Alemania, Pa¨ªses Bajos o Austria, as¨ª como en Argentina, India o Canad¨¢. La rompedora decisi¨®n judicial deja claro que ¡°la Administraci¨®n, cualquiera que sea su ¨¢mbito territorial (local, auton¨®mica o estatal)¡± ha de disponer ¡°de datos personales de los ciudadanos, incluidos los de pa¨ªses de la Uni¨®n Europea, que se correspondan en el presente caso, con los reales de la identidad sexual (o si prefiere la expresi¨®n ¡°identidad de g¨¦nero¡±, emancipada de la realidad meramente biol¨®gica de las personas)¡±.
El caso de Andrea Speck, al que seguramente se sumar¨¢n pr¨®ximamente otras resoluciones judiciales gracias a sujetos que han iniciado esta batalla por el reconocimiento ante los tribunales, nos enfrenta, en cuanto juristas y en cuanto ciudadanos, a una de esas fronteras en las que hoy se mueven los derechos humanos. Me refiero a la relativa a los procesos de identificaci¨®n con unos esquemas normativos que durante siglos estuvieron petrificados de acuerdo con un orden heterosexista y por supuesto patriarcal, y en virtud de los cuales todas y todos nos hemos sentido obligados a seguir los mandatos de una determinada casilla (que era de salida, pero tambi¨¦n a veces tr¨¢gicamente de llegada). La apuesta revolucionaria que supone hacer saltar por los aires el dualismo que todav¨ªa hoy nos encierra en identidades asfixiantes lo es tambi¨¦n porque supone cuestionar toda una estructura de pensamiento, y por lo tanto de poder, edificada en torno a lo binario, a los ejes que nos dividen y que dividen la realidad en pares de opuestos, obviando la aplastante realidad de las m¨²ltiples aristas, grises y conversaciones que nos definen y que ojal¨¢ definieran el universo que habitamos. Tan simple, y tan complejo, como tender puentes en lugar de bombardearlos.
Un mundo de seres andr¨®ginos, en tr¨¢nsito, n¨®madas, en permanente construcci¨®n y di¨¢logo con las contradicciones, fugas y (des)aprendizajes que nos habitan es el horizonte de posibilidad que ahora se abre. Un ecosistema en el que no tengamos miedo a reconocer el monstruo que cada cual lleva dentro y en el que no haya cuerpos equivocados sino imperfectos y plurales, atravesados todos por las heridas que genera la desigualdad de recursos y de potencias. Emancipados al fin del g¨¦nero y sus mandatos. Un reto que nos obligar¨¢, pues, a revisar los presupuestos de la subjetividad jur¨ªdica, pero tambi¨¦n los ¨¦ticos y epistemol¨®gicos. Sin olvidar, claro, que el desigual reparto de recursos atraviesa siempre nuestros cuerpos fr¨¢giles. Todo un desaf¨ªo para el ensanchamiento del principio de igualdad como reconocimiento de las diferencias, y tambi¨¦n para un feminismo que sea capaz de pasar de la rebeli¨®n a la revoluci¨®n, lo cual exige, como bien non ense?¨® bell hooks, ¡°destruir el dualismo y erradicar los sistemas de dominaci¨®n¡±.
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