Contra la insolencia
No estamos ante una simple alternancia entre un partido de derechas y un partido de izquierdas, lo que se decide es si Espa?a entra o no en la senda del autoritarismo posdemocr¨¢tico que va penetrando a las democracias europeas

Definitivamente, la figura de Pedro S¨¢nchez quedar¨¢ marcada por su capacidad para captar los momentos de oportunidad descolocando a los adversarios y a la opini¨®n p¨²blica. Es una estrategia que normalmente decae porque la reiteraci¨®n elimina el efecto sorpresa. Y, sin embargo, S¨¢nchez lo ha vuelto hacer y una vez m¨¢s ha pillado al personal en fuera de juego. Lo cierto es que nos ahorra a todos una segunda parte del a?o de ruidoso acoso y derribo al Gobierno. Y dignifica su curr¨ªculum apelando al veredicto de la ciudadan¨ªa. Lo que est¨¢ en juego no es para menos.
?De qu¨¦ se trata? No estamos ante una simple alternancia entre un partido de derechas y un partido de izquierdas, al modo de la dial¨¦ctica PSOE-PP, que articul¨® a la democracia espa?ola desde 1982 hasta la d¨¦cada pasada en que la irrupci¨®n de Podemos, del independentismo catal¨¢n y de Ciudadanos fragment¨® el panorama pol¨ªtico, alejando la fantas¨ªa de las mayor¨ªas absolutas. Lo que se juega el 23 de julio es la permanencia de la mayor¨ªa plural de gobierno estructurada en torno al PSOE o la llegada al poder de una mayor¨ªa de derechas compuesta por un PP con dos almas: la conservadora ¡ªrepresentada por Alberto N¨²?ez Feij¨®o¡ª y la trumpista ¡ªque ejerce por libre y con desparpajo Isabel D¨ªaz Ayuso¡ª y a su lado, como puntal necesario para alcanzar la mayor¨ªa absoluta, un partido fascista (franquista, si se prefiere, que es lo mismo) como Vox. Y, por tanto, lo que se decide es si Espa?a entra o no en la senda del autoritarismo posdemocr¨¢tico que va penetrando a las democracias europeas. Pasan los a?os y la verg¨¹enza decae, el recuerdo del franquismo ya no es ant¨ªdoto contra el autoritarismo. Y emerge todo aquello que formalmente hab¨ªa estado m¨¢s o menos reprimido. En este contexto no hay espacio para la frivolidad.
Hay que defender a la democracia de sus enemigos. No con prohibiciones e ilegalizaciones que es el ¨²nico lenguaje que tiene la derecha radical para todo lo que no le gusta. Pero s¨ª dando la batalla ideol¨®gica y pol¨ªtica. Y colocando a la derecha espa?ola ante el espejo, para que quede debidamente retratada. ?Hasta d¨®nde est¨¢ dispuesto a llegar Feij¨®o? ?Amagar¨¢ los pactos con Vox hasta que pase el 23 de julio? Ser¨ªa de risa, si no fuera que no cabe la frivolidad cuando la democracia est¨¢ en riesgo de erosi¨®n. El solo hecho de plantearse esta treta pone en evidencia el concepto que se tiene de la ciudadan¨ªa: ¡°Vamos a enga?arles durante la campa?a y despu¨¦s haremos los que nos convenga¡±.
Como dice Owen Jones en The Guardian, ¡°en toda Europa, la extrema derecha est¨¢ creciendo. Y lo m¨¢s terror¨ªfico es que parece normal¡±. ?Qu¨¦ es lo que ha dado v¨ªa abierta al descaro de las ideolog¨ªas m¨¢s reaccionarias, que se alimentan del miedo de los ciudadanos? Es evidente que la pol¨ªtica tiende a la din¨¢mica de la confrontaci¨®n entre el amigo y el enemigo, y el principio de la mitad m¨¢s uno que se requiere para ganar lo favorece. Pero, ?por qu¨¦ la radicalizaci¨®n reaccionaria encuentra ahora mismo terreno abonado en amplios sectores de la poblaci¨®n? Algo tiene que ver el cambio de modelo econ¨®mico, con la creciente sensaci¨®n de impotencia de la pol¨ªtica que conlleva. La democracia encontr¨® un lugar en el capitalismo industrial y en el marco del Estado naci¨®n, en la actual fase digital y financiera los poderes pol¨ªticos dan demasiados signos de impotencia frente a los poderes globales. Pero, en el terreno de las mentalidades, creo que, en el caso espa?ol, tres factores han pesado especialmente: el modelo Trump, la normalizaci¨®n del descaro, el triunfo del oro y la insolencia que desde Estados Unidos se ha propagado a Europa; la irrupci¨®n del feminismo y las conquistas conseguidas en los ¨²ltimos a?os, que despiertan la rabia de un machismo que todav¨ªa impone su supremac¨ªa en muchos sectores de la sociedad; y la reacci¨®n frente al independentismo catal¨¢n que ha llevado al despliegue de la rabia patri¨®tica.
Insolencia, machismo, patriotismo, por ah¨ª va el cartel que nos amenaza. Y no cabe el negacionismo. No hay derecho a frivolizar ni a columpiarse en la resignaci¨®n: ¡°cuando lleguen al poder ya se moderaran¡±, dicen los que buscan coartada para normalizar el autoritarismo posdemocr¨¢tico. Es decir, los que est¨¢n poniendo alfombras a su llegada.
En fin, dos apuntes: Catalu?a ha sido el territorio m¨¢s ajeno a la revulsiva campa?a contra la actual mayor¨ªa de Gobierno. Poco o mucho, la experiencia ense?a. E incluso dentro del independentismo los partidarios del ¡°cuanto peor, mejor¡± son marginales. Cuando los proyectos chocan con la realidad, emerge el realismo.
Por su parte, los grupos a la izquierda del PSOE han confirmado una vez m¨¢s que el infantilismo es la enfermedad letal del izquierdismo. Ante la amenaza que llega, ?seguir¨¢n jugando a pelearse en su jard¨ªn en vez de celebrar lo conseguido estos a?os?
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