La ca¨ªda de Irene Montero
En las circunstancias actuales, tras tantos meses de tensi¨®n entre la agitaci¨®n permanente de Pablo Iglesias y el proyecto en construcci¨®n de Yolanda D¨ªaz, la figura de Irene Montero restaba mucho m¨¢s que sumaba
Las pruebas que ha tenido que superar el Gobierno de coalici¨®n no han sido pocas ni f¨¢ciles. Al tiempo que se intentaba resolver la crisis sanitaria, se acert¨® con el mecanismo para salvar empresas y trabajadores con los icos y los ertes. Cuando la invasi¨®n rusa de Ucrania iba a disparar el precio de la energ¨ªa, amenazando a toda Europa con el lobo de la recesi¨®n, aqu¨ª la excepci¨®n ib¨¦rica funcionar¨ªa como un potente salvavidas protector. En medio de estos desaf¨ªos inesperados, cuya mala gesti¨®n pod¨ªan haber quebrado la paz social, se aprob¨® la reforma laboral que llevaba el copyright de Yolanda D¨ªaz. A pesar del boicot cainita del Partido Popular, incluso a lo acordado por la patronal, la reforma se aprob¨® de chiripa y los resultados de esa modificaci¨®n ser¨¢n el mejor legado de este Gobierno, porque nada hac¨ªa esperar una reducci¨®n de la tasa de paro como la que se ha producido. Poca broma. Pero todo ha estado a punto de descarrilar.
La ley del solo s¨ª es s¨ª, desde el momento que empez¨® a constatarse lo que no pocos juristas hab¨ªan advertido, provoc¨® un desgaste insoportable para el Gobierno durante semanas. De ese fracaso hab¨ªa m¨²ltiples responsables, desde los impulsores hasta los diputados que votaron a favor de ella, pero en el Gobierno, m¨¢s all¨¢ de las tensiones que ampliaban las que ya hab¨ªa provocado la agenda del Ministerio de Igualdad, nadie pag¨® un precio pol¨ªtico por ello. Hab¨ªa razones suficientes para que la ministra Montero dimitiese y, con su sacrificio, reforzase al Ejecutivo. No lo hizo. Al contrario. Lo primero fueron unas declaraciones nefastas etiquetando a los jueces de machistas, una muestra de populismo imperdonable cuando se necesita afianzar la institucionalidad amenazada. Tampoco el presidente del Gobierno decidi¨® cesar a su ministra, un golpe sobre la mesa que habr¨ªa reforzado su autoridad y desactivado la campa?a trumpista que cada d¨ªa sumaba un nuevo violador a una lista insoportable. Pedro S¨¢nchez perdi¨® una oportunidad.
En las circunstancias actuales, tras tantos meses de tensi¨®n entre la agitaci¨®n permanente de Pablo Iglesias y el proyecto en construcci¨®n de Yolanda D¨ªaz, la figura de Irene Montero resta m¨¢s de lo que suma. Los resultados de Podemos en las elecciones de mayo no la reforzaron. Al contrario. Y m¨¢s a¨²n cuando la emocionalidad lo invade todo, imposibilitando un debate sosegado sobre la acci¨®n de gobierno. Con ella en un lugar preminente, la campa?a la habr¨ªa estado se?alando con sa?a y con demasiadas razones. Sacrificarla ha sido un cortafuegos necesario. Lo ha escrito Gregorio Luri: ¡°Montero carga con sus culpas (que son muchas) y las ajenas (que no son pocas) para que los ajenos puedan aparentar que no tienen culpa¡±. Es pol¨ªtica.
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