Tapadas en Nueva York
Lo ¨²nico que van a ganar las mujeres que se enfundan camisas antiacoso para viajar en metro es pasar calor y encima recular en su derecho a vestirse como les d¨¦ la gana
Algunas mujeres que viajan en metro en Nueva York han iniciado una campa?a para defenderse del acoso sexual cotidiano que sufren que consiste en enfundarse una camisa antiacoso, una prenda grande y holgada (y por lo que parece, tambi¨¦n fea). Les deseo toda la suerte pero un simple vistazo a la realidad de otros pa¨ªses les demostrar¨ªa r¨¢pidamente que, aunque muchos hombres se crean con m¨¢s derecho a incordiar cuanto menos ropa lleve una, lo cierto es que taparte no acaba, ni de lejos, con el problema. Si solo fuera cuesti¨®n de superficie de tela, de marcar o no marcar, no habr¨ªa acoso en Ir¨¢n. Y por supuesto que lo hay. Y en Jap¨®n, donde los atuendos parecen m¨¢s recatados, hace ya tiempo que hay vagones solo para mujeres para evitar que a las niponas les metan mano. Yo misma les puedo asegurar que de poco les va a servir la medida: en mi barrio esa era una de las razones que nos daban para convencernos de que llev¨¢ramos pa?uelo y cubri¨¦ramos esas partes m¨¢s vergonzosas de nuestra anatom¨ªa. ?Y saben qu¨¦? Ni a m¨ª ni a mis amigas hijas de familias musulmanas nos funcion¨® nunca el invento. Recuerdo la rabia que me hizo estallar en gritos en medio de una calle desierta una vez que, al regresar a pie del pol¨ªgono industrial en el que trabajaba, enfundada en mi negro y muy obligado pa?uelo, con camisa larga y holgado para cubrirme el culo, de repente un tipo empez¨® a seguirme en su coche. Mi enojo era doble: encima que hab¨ªa tenido que asumir esa denigrante indumentaria que marcaba mi sometimiento all¨¢ donde fuera, no me serv¨ªa para librarme de los hombres que cre¨ªan que pod¨ªan comportarse como les apeteciera solo porque era mujer y estaba sola. En Marruecos, donde el islamismo ha extendido sus rancias y muy recatadas normas sobre el vestir de las mujeres, tampoco falta el acoso constante y cotidiano.
As¨ª que sinti¨¦ndolo mucho por mis queridas de la Gran Manzana, lo ¨²nico que van a ganar con esta estrategia es pasar calor y encima recular en su derecho a vestirse como les d¨¦ la gana, afianzar la idea de que ense?ar m¨¢s o menos piel da carta blanca al comportamiento indecente de los varones. Porque en Nueva York, como en Teher¨¢n o Tokio, como en Casablanca o en un pol¨ªgono de Vic, no somos nosotras las que tenemos que cambiar, son ellos y su equivocado convencimiento de que tienen derecho a acosarnos.
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