¡°Hasta en la c¨¢rcel ser¨¦is menos infelices si os gusta leer¡±, nos dijo mi padre antes de morir
Samantha Jir¨®n logr¨® leer en la c¨¢rcel nicarag¨¹ense en la que estuvo detenida ¡®La Magdalena, el ¨²ltimo tab¨² del cristianismo¡¯, quiz¨¢ porque sus carceleros creyeron que se trataba de un libro solo religioso y no tambi¨¦n pol¨ªtico
D¨ªas atr¨¢s, mi colega Lorena Arroyo, uno de los puntales de la edici¨®n de Am¨¦rica de este diario, tuvo la delicadeza de enviarme un mensaje de voz de Samantha Jir¨®n, de 23 a?os, la m¨¢s joven de las encarceladas pol¨ªticas y ya liberadas por el r¨¦gimen dictatorial nicarag¨¹ense de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Samantha cuenta al diario La Prensa, en un reportaje titulado Leer para resistir en la Esperanza, sus peripecias para conseguir que le dejaran leer alg¨²n libro, la ¨²nica posibilidad de aliviar su angustia entre rejas.
La joven combatiente contra la barbarie de la dictadura me agradece en su mensaje de voz la posibilidad que tuvo de poder leer en la c¨¢rcel mi libro La Magdalena, el ¨²ltimo tab¨² del cristianismo, de la editorial Aguilar, quiz¨¢s porque sus carceleros creyeron que se trataba de un libro s¨®lo religioso y no tambi¨¦n pol¨ªtico.
Mientras escuchaba por mi m¨®vil, no sin cierta emoci¨®n, la voz alegre de Samantha, me vinieron a la mente las ¨²ltimas palabras que hace ahora 83 a?os nos dijo, antes de morir, mi padre a m¨ª y a mis dos hermanos, a¨²n ni?os. Mi padre, al igual que mi madre, eran maestros de escuela en la aldea rural de Arcos de Valdeorras, en la provincia gallega de Orense. Viv¨ªamos bajo el horror de la Guerra Civil y de la dictadura franquista y se pod¨ªa ir a la c¨¢rcel o ser fusilado por tus ideas.
En la escuela ten¨ªamos para toda la ense?anza primaria un solo libro llamado eufem¨ªsticamente Enciclopedia. Ni un libro m¨¢s.
Mi padre supl¨ªa la falta de libros con ejemplos arrancados de la observaci¨®n de la naturaleza. Muchas clases nos las daba en medio de una huerta o a orillas de un arroyo. Con ¨¦l supimos ya a los siete a?os lo que era una ¡°metamorfosis¡±. ?C¨®mo? Nos llev¨® a clase una caja de zapatos con gusanos de seda que acabar¨ªan transform¨¢ndose en mariposas. Hab¨ªa tenido lugar, nos dec¨ªa, una metamorfosis. Yo sab¨ªa ya distinguir de lejos una planta de garbanzos de otra de habichuelas. Todo sin libros.
Cuando mi padre estaba ya a punto de morir, con s¨®lo 43 a?os, por falta entonces de antibi¨®ticos, nos llam¨® a los tres hermanos a su dormitorio y nos dio un consejo. Nos explic¨® que cuando fu¨¦ramos adultos tendr¨ªamos ya libros y que gracias a ellos ¡°hasta en la c¨¢rcel ser¨ªamos menos infelices¡±.
Aquella frase me persigui¨®, agridulce, durante toda mi vida y fue seguramente lo que me empuj¨® a dedicar mis ya 91 a?os adem¨¢s que a estudiar a escribir. Y quiero hoy agradecer desde Brasil a la joven y valiente combatiente nicarag¨¹ense Samantha Jir¨®n el haberme confirmado que es verdad que hasta en la c¨¢rcel m¨¢s dura y violenta, como dec¨ªa mi padre, se puede ser menos infeliz si se consigue leer.
Justamente d¨ªas atr¨¢s, hab¨ªa le¨ªdo que el derechista y anticultura Jair Bolsonaro, cuando a¨²n era presidente de Brasil, entre cr¨ªtico y burl¨®n, se hab¨ªa mofado del hecho de que Lula, si ganaba las elecciones, ¡°iba a convertir en bibliotecas los clubes de tiro¡±. En esos lugares se aprende a matar y Bolsonaro permiti¨® que pudieran entrenarse hasta los menores de edad, arrastrado por su obsesi¨®n morbosa por las armas y la violencia.
Ahora, Lula est¨¢ de vuelta al poder y podr¨ªa hacer realidad la burla de su antecesor y convertir en bibliotecas y en centros de cultura no solo los clubes de tiro sino todas las c¨¢rceles, de las m¨¢s abarrotadas del mundo, con cerca de un mill¨®n de presos abandonados a su destino, all¨ª encerrados y olvidados a veces s¨®lo por ser pobres y negros.
Lula, que sin haber podido estudiar dadas sus or¨ªgenes en la pobreza alcanz¨® la proeza de ser por tres veces presidente del pa¨ªs, deber¨ªa hoy hacer realidad la burlona profec¨ªa de Bolsonaro y hacer de Brasil una gran biblioteca, justo cuando los libros est¨¢n desapareciendo.
Lula podr¨ªa recobrar la idea genial, durante la presidencia del socialdem¨®crata Fernando Enrique Cardoso, de dar cada a?o a las familias de ni?os pobres una colecci¨®n de libros para ir formando una biblioteca en sus casas. Fue as¨ª cuando muchos de los mayores recuperaron el gusto por la lectura.
Se me ocurre que Lula en su fren¨¦tica pol¨ªtica exterior, con sus innumerables viajes fuera de Brasil, podr¨ªa ir a encontrarse con su amigo Daniel Ortega, en Nicaragua, no para discutir su frase infeliz de que la democracia es algo ¡°relativo¡±, sino para hacerle entender que meter en la c¨¢rcel a una joven de 23 a?os como Samantha s¨®lo por luchar contra una dictadura es la mejor forma de dar armas a ese hurac¨¢n de nueva extrema derecha que est¨¢ contagiando y oscureciendo los ideales de quienes sue?an y luchan por un mundo en el que s¨ª, los clubes de tiro y las c¨¢rceles, puedan convertirse en risue?as y libertadoras bibliotecas.
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