La era de la vileza
Las redes sociales han universalizado la antigua groser¨ªa de la barra de bar y el muro del retrete. La rima cruel, la gracia, la consigna, ahora la repiten en p¨²blico personas que ocupan cargos p¨²blicos y que est¨¢n seguras de poseer una educaci¨®n exquisita
En los sedimentos acumulados en el fondo de un lago de Canad¨¢ un equipo de ge¨®logos asegura haber encontrado la prueba de que en Tierra, hacia 1950, empez¨® la era del Antropoceno, marcada por las perturbaciones de la acci¨®n humana sobre el planeta. No es improbable que en un futuro pr¨®ximo los historiadores sit¨²en en estas d¨¦cadas recientes el comienzo definitivo y radical de una nueva ¨¦poca no geol¨®gica sino pol¨ªtica y moral, y hasta psicol¨®gica, que me apresuro a bautizar por mi cuenta como la era de la vileza: aquella en la que habr¨¢n desaparecido todos los l¨ªmites a la manipulaci¨®n y a la mentira, y en los que la calumnia se difundir¨¢ con la desenvoltura de una sonrisa publicitaria y con la eficiencia multiplicadora del estercolero inmundo de la prensa sin escr¨²pulos y de las redes sociales.
En una fascinante indagaci¨®n que retrocede milenios, los cient¨ªficos han encontrado a profundidades distintas, bajo las aguas inm¨®viles del lago Crawford rastros de polen de ma¨ªz que atestiguan los primeros pasos de la agricultura en el continente americano, huellas de las emisiones de carb¨®n en los comienzos de la Revoluci¨®n Industrial, incluso part¨ªculas radiactivas de las primeras explosiones at¨®micas. Ser¨ªa urgente alcanzar un grado parecido de precisi¨®n al documentar los or¨ªgenes, los primeros pasos inadvertidos, las rachas de avance devorador de esta nueva era de la vileza. Lo nuevo tarda en advertirse, incluso cuando se tiene ya delante de los ojos. Sin darnos cuenta llevamos mucho tiempo respirando la vileza sin darnos plena cuenta de su toxicidad, igual que todo el mundo recib¨ªa dosis da?inas de radiaci¨®n ultravioleta antes de que unos cient¨ªficos dieran la alarma sobre la destrucci¨®n acelerada de la capa de ozono.
Que los gases de la vileza ya han invadido sin remedio el aire de la vida p¨²blica espa?ola lo hemos sentido de golpe al escuchar por todas partes ese eslogan siniestro, ¡°que te vote Txapote¡±, que provoca una reacci¨®n no ya moral sino f¨ªsica, como esa arcada que desata un olor a podrido. Es el tipo de gracia que se hace en un grupo de amigotes unidos por una recia carcajada espa?ola, cuando alguien advierte de que no va a ser ¡°pol¨ªticamente correcto¡± y cuenta a continuaci¨®n un chiste de violaciones o de negros. La diferencia es que en la nueva era el chiste y la risotada desbordan el grupito confidencial y se hacen p¨²blicos sin pudor ni verg¨¹enza, con chuler¨ªa desafiante, con un clamor de chusma beoda en el calor t¨®rrido de una plaza de toros. Las redes sociales han universalizado la antigua groser¨ªa de la barra de bar y el muro del retrete. La rima cruel, la gracia, la consigna, ahora la repiten en p¨²blico personas que ocupan cargos p¨²blicos y que est¨¢n seguras de poseer una educaci¨®n exquisita, y se ve estampada en los laterales de un autob¨²s electoral de un partido pol¨ªtico ya agitado de antemano por una inminencia de victoria.
La gracia consiste en asociar al presidente del Gobierno y candidato socialista a un asesino etarra. Y para acompa?arla, aunque sin decirla, con cazurrer¨ªa y descaro, Alberto N¨²?ez Feij¨®o invoc¨® el aniversario de alguien que merecer¨ªa al menos el respeto sagrado que se debe a los inocentes y a las v¨ªctimas. Un rasgo de la edad de la vileza es la repetici¨®n met¨®dica del abuso, la injuria y la mentira. Al volverse habituales no pierden su veneno, pero cada vez provocan menos esc¨¢ndalo. Es posible que los primeros sedimentos de esta nueva ¨¦poca fueran sembrados por este personaje p¨²blico, siempre m¨¢s o menos en la sombra, Miguel ?ngel Rodr¨ªguez, que seg¨²n dicen asesor¨® a Feij¨®o antes del debate, y que hace 15 a?os us¨® por primera vez en p¨²blico, en programas de televisi¨®n, a sabiendas de que lo hac¨ªa, la calumnia contra una persona del todo honorable. Los residuos de vilezas pasadas los olvida todo el mundo, salvo los que las sufrieron. En 2008, en plena campa?a derechista para desacreditar la sanidad p¨²blica en Madrid, Miguel ?ngel Rodr¨ªguez llam¨® reiteradamente nazi en varias tertulias de la televisi¨®n al doctor Luis Montes, antiguo coordinador de Urgencias del hospital de Legan¨¦s, acus¨¢ndolo de haber abusado de las sedaciones de enfermos graves para acelerarles la muerte. El embustero sabe que a partir de un cierto grado la mentira tiene un efecto paralizador, como lo tiene siempre un acto de violencia s¨²bita, un grito, una bofetada. Las mentiras de Miguel ?ngel Rodr¨ªguez trastornaron la vida y la carrera de un hombre ¨ªntegro, que ya hab¨ªa sido objeto de una sostenida persecuci¨®n pol¨ªtica. Los tribunales confirmaron la inocencia del doctor Montes, y condenaron por un delito de injurias a Rodr¨ªguez. Ya no importaba nada. El da?o estaba hecho. Hab¨ªa enfermos que se negaban a ser atendidos por el m¨¦dico injuriado. Y el mentiroso y condenado por la justicia convirti¨® su indecencia en un m¨¦rito para su curr¨ªculum, que ha vuelto a situarlo en lo m¨¢s alto de la influencia pol¨ªtica en Espa?a.
En el registro sedimentario de la era de la vileza resaltar¨¢n dos fechas a¨²n m¨¢s fundacionales, dos mentiras tan desvergonzadas como las de Miguel ?ngel Rodr¨ªguez, pero de mucha mayor resonancia: en 2003, la mentira sobre las supuestas armas de destrucci¨®n masiva almacenadas en Irak por Sadam Husein; en 2004, la mentira del Gobierno de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar sobre los atentados del 11 de marzo en la estaci¨®n de Atocha. Colin Powell, que tuvo que defender ante las Naciones Unidas una invasi¨®n basada en argumentos que ¨¦l sab¨ªa embusteros, se arrepinti¨® siempre de haber sido c¨®mplice de una guerra que destruy¨® un pa¨ªs entero y provoc¨® m¨¢s de un mill¨®n de muertos. No sin hipocres¨ªa, Tony Blair expres¨® en 2016 ¡°m¨¢s dolor, remordimiento y disculpa de lo que puede creerse¡±, aunque siguiera defendiendo la guerra. Incluso George W. Bush habl¨® del ¡°mayor remordimiento de toda¡± su presidencia, justific¨¢ndolo, no sin cinismo, en los errores de las agencias de espionaje. De aquel grupo de embusteros, el ¨²nico que no ha dado muestra alguna de remordimiento ni pedido disculpas ha sido Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar. Sin duda, el aprendizaje de la mentira durante la guerra de Irak le fue muy ¨²til cuando ¨¦l, su Gobierno y sus afines atribuyeron a ETA los muertos del 11 de marzo, y siguieron alimentando los bulos y sembrando dudas conspirativas sobre esa autor¨ªa durante mucho tiempo.
La vileza nos intoxica a todos con solo respirarla. Pero a quien m¨¢s ofende es a quienes m¨¢s sufrieron, a las v¨ªctimas de un terrorismo y del otro, a los inocentes que perdieron sus vidas y a los que quedaron da?ados para siempre, los heridos, los supervivientes, las personas cercanas para las que el paso del tiempo no trae consuelo ni olvido. Para quienes recordamos los d¨ªas tr¨¢gicos de julio de hace veintis¨¦is a?os en los que tuvo lugar el secuestro, la condena, la ejecuci¨®n de Miguel ?ngel Blanco, lo que ha quedado en la memoria es la pena y la ira ante el crimen y la emoci¨®n civil de aquellas multitudes que inundaron las plazas de toda Espa?a, mostrando con serena contundencia el asco hacia los asesinos y la solidaridad hacia los que sufr¨ªan. Hace falta mucha vileza para convertir la memoria de aquel hombre tan joven en un s¨®rdido navajazo pol¨ªtico, como hizo la otra noche N¨²?ez Feij¨®o. Este verano de la nueva era son sus fieles enfervorecidos los que repiten festivamente a coro, esa rima infame que ensucia los o¨ªdos de cualquiera, pero sobre todo la boca que la dice. Estoy seguro de que sus residuos van a seguir durando mucho tiempo, infect¨¢ndolo todo.
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