El 23-J: un mercado de futuros
Anticipar lo que puede ocurrir si el pr¨®ximo Gobierno de Espa?a, entre otras cosas, decide renunciar a hacer factible la igualdad entre hombres y mujeres nos permite saber si el resultante beneficia nuestros intereses
Imaginar futuros posibles no est¨¢ al alcance de todo tipo de materia viva. Se trata, de hecho, de una cualidad propia del ser humano y es una expresi¨®n sofisticada de inteligencia. Los que saben de evoluci¨®n se?alan que esa capacidad para planificar a largo plazo o, lo que es lo mismo, para proyectar qu¨¦ puede llegar a ocurrir y c¨®mo nos sentir¨ªamos si ocurriera es una estrategia evolutiva con la que el ser humano ¡ªgracias a un cerebro que representa la vida en im¨¢genes¡ª consigue incrementar las oportunidades de supervivencia. Y lo hace como resultado de planificar diferentes futuribles y rechazar las opciones que resultan imperfectas, indeseables, arriesgadas o aquellas que comprometen su propia supervivencia. Todo ello, claro est¨¢, sin necesidad de haber vivido ese escenario, ni haber sufrido sus consecuencias. Recurriendo a Karl Popper, se trata de hacer morir las hip¨®tesis defectuosas de un imaginario futuro, sin arriesgar con ello nuestra propia existencia o las condiciones que hacen de ella algo verdaderamente apetecible.
As¨ª, el simple ejercicio de imaginar situaciones todav¨ªa no vividas, a partir de im¨¢genes que almacenamos en el cerebro o de experiencias previas, permite simular, experimentar y decidir de forma consciente. Qu¨¦ nos ocurrir¨ªa o c¨®mo nos sentir¨ªamos en el supuesto de que el pr¨®ximo Gobierno de Espa?a decidiera renunciar a hacer factible la igualdad entre hombres y mujeres o a proteger a las mujeres v¨ªctimas de violencia de g¨¦nero o derogar el derecho a morir dignamente, entre otros. Anticipar lo que puede llegar a ocurrir y vivir sus emociones nos permite saber si el resultante nos satisface o beneficia nuestros intereses. Experimentar sin sufrir los efectos adversos es, de hecho, una forma de inteligencia que facilita la adopci¨®n de decisiones. Lo propio cabe decir si el an¨¢lisis se hace en t¨¦rminos de beneficios para la sociedad en su conjunto o la protecci¨®n del mismo sistema pol¨ªtico, si de lo que hablamos de futuros que comprometen la calidad del sistema democr¨¢tico.
No es la primera vez que traigo a colaci¨®n este tipo de reflexiones por lo que tienen de utilidad en el ¨¢mbito de la vida pol¨ªtica y particularmente en tiempo de elecciones. La pol¨ªtica en las sociedades democr¨¢ticas es el instrumento m¨¢s poderoso para gestionar el presente, pero tambi¨¦n para ganar el futuro. Las campa?as electorales no dejan de ser, en cierta medida, un gran mercado donde se compra y vende ¡°futuros¡±. Con raz¨®n, las elecciones son el terreno donde las emociones escalan desplazando cualquier intento de que el elemento racional guie el proceso de elegir a quienes queremos que nos gobiernen. Los partidos pol¨ªticos lo saben y proponen a los electores esa propuesta de ¡°futuro¡± que han imaginado por nosotros. El resultado lo plasman en programas electorales salpicados de propuestas sobre econom¨ªa, salud, educaci¨®n, medio ambiente, ciencia, industria, igualdad o el papel de Espa?a en Europa y el mundo. Un futuro pensado para j¨®venes y viejos, trabajadores y desempleados, hombres y mujeres, ricos y pobres, asalariados y empresarios¡ La esencia que destilan cada uno de los futuros posibles se condensa comunicativamente en lemas y carteles de campa?a que cada una de las fuerzas pol¨ªticas configura con m¨¢s o menos acierto. Adelante, Espa?a Avanza, propone el PSOE para el 23-J. Es el momento, sugiere el PP. Lo que importa, dice Vox. Va por ti, recuerda Sumar. Y as¨ª con todas y cada una de las propuestas electorales que concurren a las elecciones.
El PSOE con una hoja de servicios intachable como partido que ha proyectado los grandes avances en Espa?a ha dibujado en su programa electoral el futuro al que aspira. No oculta tampoco que lo llevar¨¢ a t¨¦rmino, si la aritm¨¦tica parlamentaria lo permite, con el partido de Yolanda D¨ªaz y con ella en el Gobierno. El PSOE ha dedicado esfuerzos en lo que va de campa?a a resaltar lo logrado hasta la fecha refrendado por avances sociales tangibles y una situaci¨®n econ¨®mica que celebran todos los organismos internacionales, aunque muchas familias todav¨ªa sufran las consecuencias de la carest¨ªa de la vida. En el contexto descrito, y tras el resultado de las elecciones auton¨®micas y municipales, c¨®mo se explica la apat¨ªa del electorado de izquierda o, todav¨ªa peor, la transferencia de voto desde opciones progresistas hac¨ªa propuestas de derecha. Las razones son m¨²ltiples y, entre ellas, est¨¢ el desgaste motivado por la sucesi¨®n de desencuentros de un gobierno de coalici¨®n, unido a algunas alianzas parlamentarias no siempre explicadas, ni entendidas. Todo esto, siendo relevante, configura cosmovisiones del pasado, pero no deber¨ªa comprometer el escenario de futuro al que el PSOE nos convoca el pr¨®ximo 23-J ?Qu¨¦ hace entonces que ese futuro orientado a los grandes desaf¨ªos como el que representa el cambio clim¨¢tico no logre movilizar al votante de izquierdas? La respuesta, que solo intuyo, podr¨ªa exigir de estas fuerzas pol¨ªticas detenerse m¨¢s a explicar c¨®mo se abordar¨¢n los costes de una transformaci¨®n disruptiva en lo medioambiental y tecnol¨®gico que solo los negacionistas m¨¢s obtusos pueden ignorar. La mayor¨ªa de la sociedad espa?ola no es negacionista clim¨¢tica, ni se resiste a abrazar los desaf¨ªos tecnol¨®gicos, sino que se preocupa (y mucho) por el impacto que los mismos tendr¨¢ para sus vidas y la de sus hijos. Este aspecto, creo que constituye uno de los puntos ciegos que valdr¨ªa corregir en lo que resta de campa?a para no comprometer las opciones de un futuro de progreso.
?Y el PP? El futuro que proyecta est¨¢ determinado por el riesgo cierto de tener que gobernar con un partido reaccionario como Vox y dispuesto a dinamitar los consensos constitucionales sobre los que se asienta nuestra convivencia. Los planes de la ultraderecha son claros en relaci¨®n con la voluntad de llevar a t¨¦rmino su concepci¨®n del futuro de Espa?a tomando parte en el Consejo de Ministros. Una hip¨®tesis ya testada en m¨¢s de ciento cuarenta ayuntamientos, as¨ª como en los gobiernos auton¨®micos de Castilla-Le¨®n, Valencia, Islas Baleares o Extremadura. Aunque cada uno de los ejemplos citados tengan sus propias singularidades, resulta dif¨ªcil ignorar algunas de las consecuencias que esta coalici¨®n tiene en clave de igualdad, de restricci¨®n de libertades, de exclusi¨®n de colectivos o de regresi¨®n cultural. El PP considera la opci¨®n de gobernar con Vox como un peaje justo a pagar para alcanzar el poder. La cuesti¨®n es si resulta asumible para la mayor¨ªa social de este pa¨ªs aceptar como inevitable el futuro que describe una fuerza pol¨ªtica reaccionaria que desaf¨ªa los fundamentos del consenso constitucional y erosiona los ejes vertebradores sobre los que se articula hoy la convivencia en Espa?a.
Volviendo al mercado de futuros que representa una campa?a electoral, vale la pena preguntarse qu¨¦ se espera de un elector comprometido. no est¨¢ de m¨¢s, como electores, explorar la capacidad que nos da nuestra condici¨®n humana inteligente y, antes de votar, tomarse la molestia de imaginar ese futuro que cada uno de nosotros aspira a tener. Ejercer esta capacidad se torna en un ejercicio de responsabilidad del que dif¨ªcilmente podemos dimitir si aceptamos que el futuro al que nos conduzcan los resultados de las urnas el 23-J ha podido ser perfectamente imaginado con anticipaci¨®n suficiente para poder ser perfeccionado. Hacerlo exige algo tan sencillo como pararse un instante y sentir las consecuencias de lo que ocurrir¨¢ si, como ya se ha dicho, el programa de la ultraderecha pasa por borrar a golpe de derogaciones legislativas el contenido de los avances sociales de los ¨²ltimos cuarenta a?os. El 23-J se vende futuros. Y usted ?qu¨¦ futuro est¨¢ dispuesto a comprar?
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