Regresar con Modi
El Gobierno indio ha hecho expl¨ªcitamente del pragmatismo su estrategia exterior. Se mantiene neutral respecto de la guerra de Ucrania, conservando buenas relaciones con Rusia, a la que compra petr¨®leo y gas, a la par que se deja cortejar por Estados Unidos y Europa
Coincid¨ªa la presencia del primer ministro indio Narendra Modi en el desfile del pasado 14 de julio en Par¨ªs como invitado de honor con nuestro regreso a la capital gala despu¨¦s de un a?o residiendo en Nueva Delhi. La coincidencia me permite reflexionar sobre las relaciones entre la India y Occidente y, en cierto modo, hacer balance de nuestra experiencia en la capital del pa¨ªs surasi¨¢tico.
No es la primera vez que un primer ministro indio ha estado presente en la fiesta nacional francesa. En 2009, Manmohan Singh, del Partido del Congreso, fue invitado por Nicolas Sarkozy en un gesto de reciprocidad: el a?o anterior Sarkozy hab¨ªa sido el invitado de honor en el D¨ªa de la Rep¨²blica que festeja la Constituci¨®n india. La raz¨®n formal del Gobierno franc¨¦s para invitar a Modi este a?o, ha sido la celebraci¨®n de los 25 a?os de asociaci¨®n estrat¨¦gica entre Francia e India. Se trata de una colaboraci¨®n en materia militar, industrial, nuclear y espacial entre los dos pa¨ªses, tambi¨¦n en seguridad cibern¨¦tica y antiterrorismo. Seg¨²n la diplomacia francesa, Francia es el primer pa¨ªs occidental de peso en realizar este tipo de asociaci¨®n con la India. Para la India, Francia constituye, en palabras del propio Modi, ¡°uno de sus socios de defensa m¨¢s confiables¡±.
Las aspiraciones del pa¨ªs surasi¨¢tico son grandes, tal y como pone de manifiesto el modo en que su Gobierno est¨¢ aprovechando la presidencia del G-20 para promocionar al pa¨ªs, tanto de puertas adentro como afuera. Desde la extensa campa?a publicitaria de potentes esl¨®ganes, acompa?ados de la efigie del primer ministro, que engalana calles y carreteras a lo largo y ancho del territorio; hasta el generoso trato que reciben las delegaciones extranjeras que llegan al pa¨ªs y a las que se les ofrece lo mejor de la India. No es claro que estos esfuerzos vayan a generar la respuesta que espera el Gobierno indio. Pero hay poca duda de que, en el contexto actual y considerando adem¨¢s la reciente visita de Modi a la Casa Blanca, donde fue recibido con grandes honores; la invitaci¨®n de Macron es una indicaci¨®n m¨¢s de que la India importa.
Sin embargo, el gesto gener¨® inmediatamente controversia en Francia cuando se anunci¨®. Sophie Landrin, corresponsal de Le Monde en Nueva Delhi, criticaba la decisi¨®n, subrayando que ¡°la fiesta nacional [francesa], celebra, la victoria del pueblo y su emancipaci¨®n, libertad, igualdad y fraternidad, valores que se han visto debilitados en el subcontinente desde la llegada al poder de los nacionalistas hind¨²es, [el BJP de Modi], en 2014¡å. ¡°Un error mayor¡±, sentenciaba una tribuna de representantes ecologistas en Lib¨¦ration. Pero por muy deteriorada que est¨¦ la democracia india, sigue siendo formalmente una democracia de m¨¢s de 1.400 millones de ciudadanos, y, en cuanto tal, un potencial contrapeso a la autocracia china y su influencia en la regi¨®n y en el mundo.
Si en Francia se critica impl¨ªcitamente el pragmatismo de Macron, dispuesto a mirar para otro lado respecto de la erosi¨®n de las libertades civiles en el pa¨ªs surasi¨¢tico; el Gobierno indio ha hecho expl¨ªcitamente del pragmatismo su estrategia exterior. Se mantiene neutral respecto de la guerra de Ucrania, conservando buenas relaciones con Rusia, a la que compra petr¨®leo y gas, a la par que se deja cortejar por Estados Unidos y Europa, con los que tambi¨¦n busca consolidar sus relaciones. (Una excepci¨®n a esta buena disposici¨®n ser¨ªan las relaciones con Canad¨¢, con cuyo Gobierno mantiene un tenso trato por la presencia en el pa¨ªs norteamericano de una importante di¨¢spora sij, parte de la cual apoya la independencia de Kalist¨¢n en la regi¨®n del Punjab, y algunos de cuyos miembros el Gobierno indio acusa de terrorismo).
Pareciera que la India busca salirse del juego occidental, arrog¨¢ndose, leg¨ªtimamente, si cabe, el derecho a alinearse seg¨²n su conveniencia en cada momento y para cada cuesti¨®n. Se percibe en esta India de ¡°grandes responsabilidades y ambiciones todav¨ªa m¨¢s grandes¡± ¡ªparafraseando otro de los actuales esl¨®ganes¡ª y especialmente en las ¨¦lites que lo apoyan, cierto sentimiento de superioridad civilizatoria. Desde una perspectiva occidental, este sentimiento no casa con la realidad material del pa¨ªs: sus elevadas tasas de miseria, la flagrante desigualdad social o la calidad enormemente irregular de sus infraestructuras. M¨¢s, quiz¨¢ en esto precisamente consistir¨ªa esta presunta superioridad civilizatoria, en que la aspiraci¨®n es m¨¢s simb¨®lica ¡ªhist¨®rica, incluso espiritual¡ª que material. Pues, de cara a las masas empobrecidas, siempre podr¨¢ alegarse que la prosperidad y el bienestar material constituyen valores occidentales que adem¨¢s atentan contra la supervivencia del planeta. Conviene recordar que el lema principal para este G-20 es, ¡°Un planeta. Una familia. Un futuro¡±, en una traducci¨®n libre del s¨¢nscrito de la frase Vasudhaiva Kutumbakam que aparece en los Vedas. Las milenarias virtudes de la civilizaci¨®n hind¨², entre ellas, el veganismo, cobran un sentido nuevo en el contexto actual de lucha contra el deterioro del planeta y sirven, en este caso, para apuntalar la ambiciosa ret¨®rica de Modi.
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