La sequ¨ªa es dram¨¢tica
Los datos son tremendos pero nos hemos obstinado durante lustros en mantener c¨®mo usamos el agua y ha llegado el momento de abordar una reducci¨®n del consumo de recursos h¨ªdricos en la econom¨ªa

Solucionar los problemas de las sequ¨ªas no es una mera voluntad pol¨ªtica o de sacar a procesionar a los santos, sino de utilizar todo nuestro conocimiento en fortalecer los sistemas productivos para que sean menos dependientes del agua.
Y es verdad. Tenemos un sistema organizado con los Planes Especiales de Sequ¨ªa (PES), en los que hemos negociado con anticipaci¨®n cuestiones como la reducci¨®n de dotaciones (que ya se ha hecho y no es nada f¨¢cil), pozos de emergencia que (se supone) solo se usan en sequ¨ªas, se han interconectado embalses dentro de sistemas de explotaci¨®n (para que no se den situaciones absurdas en las que se est¨¦ regando y a la vez no haya agua en las localidades cercanas para los abastecimientos urbanos), tenemos un sistema de indicadores de seguimiento (susceptible de mejorar), tenemos los planes de emergencia en las ciudades de m¨¢s de 20.000 habitantes (aunque faltan todav¨ªa muchas) que permiten priorizar/restringir los usos dentro de las propias ciudades y articular otras medidas de emergencia y concienciaci¨®n desde la fase de prealerta. Recordemos que en Madrid el 39% del agua era uso de riego de parques y jardines. Tambi¨¦n sabemos que est¨¢n sufriendo menos los que tienen acceso al agua desalada o regenerada. Esto ha costado mucho tiempo y dinero p¨²blico, aunque ha sido ¡°un sufrir¡± a causa de la insensibilidad de ciertos pol¨ªticos. Tener redundancia en los sistemas es algo que funciona, aunque su coste es un tema que necesita ser abordado. Todos estos aspectos se plantearon durante la presentaci¨®n de los Planes Especiales de Sequ¨ªa en la sede del Ministerio de Transici¨®n Ecol¨®gica y Reto Demogr¨¢fico.
La cuesti¨®n es si se puede hacer m¨¢s. Algunos aspectos que faltan son relevantes. Si no podemos monitorizar adecuadamente la sequ¨ªa tenemos un problema y es preciso abordarlo. En caso contrario estaremos con la venda en los ojos y llegaremos tarde, mal y nunca a corregir los efectos de las sequ¨ªas. Desde el punto de vista metodol¨®gico/pol¨ªtico es esencial que los procesos sean participados (para que no se conviertan en un conflicto social y se detecten sinergias entre sectores). A falta de un cambio real en los foros de participaci¨®n, el modelo de la empresa metropolitana de abastecimiento de agua de Sevilla (Emasesa) muestra el camino a seguir.
Los planes municipales que ha hecho con la Asociaci¨®n Espa?ola de Operadores P¨²blicos de Abastecimiento y Saneamiento (Aeopas) parece que van m¨¢s all¨¢ de lo propuesto en los planes especiales, en relaci¨®n con la adaptaci¨®n al cambio clim¨¢tico. S¨ª, se puede hacer algo m¨¢s. La Aeopas y esos planes de adaptaci¨®n en las ciudades (apoyados por la Oficina del Cambio Clim¨¢tico) ya est¨¢n planteando soluciones desde el urbanismo, soluciones basadas en la naturaleza para mejorar la infiltraci¨®n en los acu¨ªferos y reducir la temperatura en los espacios p¨²blicos de las ciudades. Es necesaria la protecci¨®n de las aguas subterr¨¢neas como recurso estrat¨¦gico ¡ªincluyendo la calidad¡ª controlando realmente que no se produzca sobreexplotaci¨®n. A falta de efectividad real de los instrumentos actuales de las comunidades aut¨®nomas y de las Confederaciones Hidrogr¨¢ficas podr¨ªa ser necesario tomar medidas cautelares, como las del acu¨ªfero del Campo de Cartagena. El observatorio propuesto para este acu¨ªfero puede ser un instrumento de transparencia e informaci¨®n. Los resultados han sido contundentes. Corporaciones como el Canal de Isabel II o Emasesa han reducido a la mitad la demanda urbana global prevista hace 10 a?os. Queda por afrontar urgentemente el reto de obtener estos mismos resultados para el regad¨ªo.
La existencia probada del cambio clim¨¢tico y sus efectos nos hace tener que estar en permanentemente en alerta, aunque no haya sequ¨ªa meteorol¨®gica o hidrol¨®gica. Por ello, en el escenario de ¡°normalidad¡± de los PES tiene que establecer, con suficiente antelaci¨®n, las medidas que permitan reducir la demanda, fortalecer la resiliencia de los sistemas de uso y consumo, haci¨¦ndoles menos dependientes del agua, hacer campa?as permanentes de concienciaci¨®n y formaci¨®n de los usuarios, incentivar cambios en los sistemas de conducci¨®n y ¡°final de tuber¨ªa¡± (dispositivos ahorradores) del agua dom¨¦stica, industrial y de regad¨ªo y la correcta gesti¨®n de las aguas de retorno de los sistemas para que no se afecte al caudal de los r¨ªos y humedales y la recarga de los acu¨ªferos. Muy importante es planificar para los peque?os y medianos abastecimientos que son los que m¨¢s sufren porque a menudo est¨¢n aislados, dependen de una sola fuente de agua y no tiene los recursos humanos o financieros para abordar el problema.
En este escenario de ¡°nueva normalidad¡± se requiere de un cambio cultural y socioecon¨®mico derivado de la menor disponibilidad del agua.
Algo muy importante, y que no hacemos, es la gesti¨®n multianual de los embalses. Esto supone reservar recursos. La gesti¨®n del agua en la cuenca del Guadalquivir, con recurrentes periodos de sequ¨ªa y fuertes demandas, solo se entiende si se considera que los recursos medios no son anuales sino multianuales, lo que significa que no se pueden distribuir caudales superiores cuando haya vacas gordas. ?Es otra ¡°venda en los ojos¡± que responde a determinadas presiones? ?Al grito de ¡°m¨¢s vale p¨¢jaro en mano¡± como f¨®rmula de gesti¨®n de la escasez? Mucho nos ha avisado la ciencia de esta tragedia pero no parece que hayamos entendido el mensaje. A esto hay que a?adir que la reducci¨®n de precipitaciones, cada vez m¨¢s frecuente, compromete todav¨ªa m¨¢s la posibilidad de tener reservas a futuro dentro de los embalses.
Ya estamos oyendo en esta nueva sequ¨ªa las dificultades reales que est¨¢n teniendo los agricultores y los ganaderos, que eventualmente necesitar¨¢n recibir apoyo del Gobierno. Nos preguntamos si no deber¨ªamos pensar que las condiciones que impone la sequ¨ªa nos servir¨ªan para dar los primeros pasos hacia un cambio estructural de la econom¨ªa, que sabemos que es necesario en los escenarios de cambio clim¨¢tico y que supone reducir la dependencia del agua. Aunque nos tememos que actualmente estamos muy lejos de ello.
As¨ª, la experiencia de la sequ¨ªa nos deber¨ªa servir para promocionar unas pr¨¢cticas agrarias diferentes que se basen en las funciones agroecol¨®gicas de los suelos, establecer otros tipos de cultivos m¨¢s resistentes y de similares propiedades nutricionales, cambiar las concesiones a ¡°precario¡±, establecer condiciones restrictivas para los riegos de apoyo, apoyar la agricultura de secano y el riego deficitario controlado mediante diversas t¨¦cnicas. Todo esto debe incluir subvenciones a los agricultores porque tampoco son ellos los que deben sufrir. Pero subvenciones para la transici¨®n hacia una mayor fortaleza de la resiliencia y disminuci¨®n de la demanda y siempre que los cambios apoyados sean permanentes. Esto es muy importante para evitar incertidumbres, sobre todo para las peque?as explotaciones, las explotaciones familiares y los m¨¢s vulnerables en riesgo de abandono del rural. Pero sobre todo para dejar de apoyar la intensificaci¨®n y los nuevos regad¨ªos o consolidar las dotaciones en los regad¨ªos existentes (aunque sea con recursos no convencionales). Basta ya de enfocar la pol¨ªtica del agua hacia la consecuci¨®n de garant¨ªas, cada vez m¨¢s improbables, y en cambio fortalecer el sistema ante la sequ¨ªa, protegiendo a los trabajadores del campo ante una cada vez m¨¢s segura compa?era de viaje.
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