Los catalanes en la pol¨ªtica espa?ola
Estuvieron en la elaboraci¨®n de la Constituci¨®n de 1978, y ha habido ministros en los sucesivos gobiernos, tanto del PSOE como del PP. Pudieron haber sido m¨¢s si CIU entraba en el Ejecutivo de Aznar
Mucho se habla estos d¨ªas de la participaci¨®n de los catalanes en el gobierno de Espa?a a lo largo de la historia. Algunos opinadores minimizan la intervenci¨®n catalana en la conformaci¨®n de la Espa?a moderna, ya sea por desconocimiento, prejuicio o, simplemente, porque de tan deseable se considera en todo caso insuficiente.
La degradaci¨®n de la pol¨ªtica catalana en los ¨²ltimos a?os, al calor del proceso secesionista, favorece la distorsi¨®n de la realidad hist¨®rica que difumina la impronta catalana en el devenir de Espa?a.
As¨ª, el catedr¨¢tico de Historia Contempor¨¢nea de Europa, Antonio Cazorla S¨¢nchez, comparaba hace unos d¨ªas en estas p¨¢ginas la actitud del Partido Popular espa?ol con relaci¨®n a Catalu?a con la de los conservadores canadienses en relaci¨®n con Quebec. Sosten¨ªa que la actitud de los tories era infinitamente m¨¢s plausible que la de los populares ¡ªy aun de los socialistas¡ª en cuanto a la participaci¨®n de quebequeses y catalanes en los asuntos generales.
Partiendo de la base de que la prudencia y la disposici¨®n al di¨¢logo son el fundamento para el ejercicio de la pol¨ªtica, conviene recordar que es dif¨ªcil mantener un di¨¢logo con quien ha decidido volar todos los puentes que lo hacen posible y, sobre todo, con quien desprecia sistem¨¢ticamente la gram¨¢tica que compartimos los ciudadanos para articular nuestro debate p¨²blico. Esa gram¨¢tica, en Espa?a, no es otra que la Constituci¨®n de 1978, elaborada de consuno por nuestros siete padres fundadores, dos de ellos catalanes (el catalanista Miquel Roca i Junyent y el socialista Jordi Sol¨¦ Tura). Junto a ellos, por cierto, el fundador del PP, Manuel Fraga Iribarne, y Gabriel Cisneros y Miguel Herrero de Mi?¨®n, que tras pasar por la UCD de Adolfo Su¨¢rez se integrar¨ªan tambi¨¦n en el PP.
Esa decisiva participaci¨®n catalana en la elaboraci¨®n de nuestra gram¨¢tica compartida, as¨ª como el formidable apoyo que la Constituci¨®n tuvo entre los catalanes en el refer¨¦ndum del 6 de diciembre de 1978, debilita la tesis de que a los catalanes no se nos ha permitido participar lo suficiente de la vida pol¨ªtica espa?ola, principalmente por culpa del PP. Nada m¨¢s lejos de la realidad.
Por cierto, ese apoyo extraordinario que la Constituci¨®n cosech¨® en Catalu?a en 1978 ¡ªconsiderablemente por encima de la media nacional¡ª contrasta con el rechazo por el Gobierno provincial de Quebec de la ¡°repatriaci¨®n¡± de la Constituci¨®n canadiense, en 1982.
La participaci¨®n catalana en la gobernaci¨®n de Espa?a ha sido siempre intensa, determinante y, por lo general, aplaudida por el resto de los espa?oles, tanto de izquierdas como de derechas. La imagen de nuestros siete padres fundadores trabajando conjuntamente es fiel reflejo de la normalidad con que los catalanes hemos contribuido decisivamente a la conformaci¨®n de la Espa?a democr¨¢tica moderna.
La presencia de ministros catalanes en los sucesivos Gobiernos ¡ªtanto del PSOE como del PP¡ª ha sido constante y fundamental. De hecho, todos los gobiernos de la democracia han tenido alg¨²n ministro catal¨¢n. Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar, por ejemplo, nombr¨® a Anna Birul¨¦s, Josep Piqu¨¦ y Julia Garc¨ªa Valdecasas y podr¨ªan haber sido m¨¢s si ¡ªen el a?o 2000¡ª Jordi Pujol hubiera aceptado que CiU entrara en el Gobierno como, generosa y a mi juicio acertadamente, propon¨ªa Aznar, que entonces ten¨ªa mayor¨ªa absoluta.
Narc¨ªs Serra, que fue vicepresidente con Felipe Gonz¨¢lez, Salvador Illa o Dolors Montserrat son s¨®lo algunos de los 24 ministros catalanes desde el primer Gobierno de Adolfo Su¨¢rez, en 1977. Hasta 80 catalanes han ostentado una o varias carteras ministeriales desde 1821.
Por otra parte, la influencia catalana en las cosas de Espa?a no se ha limitado al ¨¢mbito de la pol¨ªtica, sino que se ha extendido con naturalidad a todos los ¨®rdenes de nuestra vida p¨²blica, como los medios de comunicaci¨®n, la cultura, el deporte y sobre todo la econom¨ªa y la empresa, con la admiraci¨®n y el reconocimiento general del resto de los espa?oles.
Ah¨ª est¨¢ la influencia de la patronal catalana Fomento del Trabajo Nacional ¡ªla m¨¢s antigua de Europa¡ª en el devenir de la econom¨ªa y la pol¨ªtica espa?olas a todo lo largo del siglo XIX; o la extraordinaria labor del librecambista ministro de Hacienda durante el Sexenio Democr¨¢tico Laureano Figuerola, padre de la peseta, la moneda espa?ola de origen catal¨¢n.
Los catalanes hemos sido importantes en todos y cada uno de los per¨ªodos de la historia de Espa?a, tambi¨¦n con el PP en el Gobierno, y ojal¨¢ volvamos a serlo pronto. Para ello es fundamental que dejemos atr¨¢s el victimismo y la confrontaci¨®n de los ¨²ltimos a?os y asumamos de nuevo un papel preponderante en el progreso econ¨®mico y cultural de Espa?a. Como Capmany, Prim o el a?orado Josep Piqu¨¦, desde la catalanidad sin complejos y la defensa de la unidad constitucional de Espa?a. Desde la lealtad y el compromiso con nuestros conciudadanos del resto de Espa?a, los catalanes seguimos teniendo mucho que aportar a nuestro orteguiano proyecto sugestivo de vida en com¨²n.
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