Prensa del coraz¨®n en internet (III)
Internet nos brinda la posibilidad de identificarnos como nunca antes con esos nuevos dioses, los famosos, a los que por redes sociales observamos c¨®mo viven, aparentemente, como cualquiera de nosotros
?Por qu¨¦ los desamores de las celebrities, hoy, como nunca, no son nada m¨¢s y nada menos que la sobredimensi¨®n de cualquier otro (nuestro) desamor? En primer lugar, porque es ya indiscutible que cualquier producto o fen¨®meno cultural ¡ªindiferentemente si abordamos los conceptos ¡°producto¡± o ¡°fen¨®meno¡± desde una perspectiva material o ideal, incluso sin obviar la connotaci¨®n neoliberal a la que, inevitablemente y desgraciadamente, por sus contextos y sus circunstancias, ambos est¨¢n sujetos¡ª son un reflejo de la realidad y que, como tales, contienen alguna o m¨¢s de una verdad sobre esta nos guste o no, su continente y su contenido sean ideol¨®gicos o no, est¨¦n en la l¨ªnea revolucionaria correcta o no. En segundo lugar, porque en la era de internet y el totalitarismo de la imagen se nos brinda la posibilidad o se nos impone la necesidad de identificarnos, no como siempre, sino como nunca antes, con esos nuevos dioses, los famosos de hoy, a los que por redes sociales observamos c¨®mo, aparentemente, r¨ªen, lloran, comen, pasean, leen, comparten gustos e intereses, aman y odian, viven, en definitiva, como lo hace o podr¨ªa hacerlo, supuestamente, cualquiera de nosotros, simples mortales conectados a la Red.
En nuestra contemporaneidad, la prensa del coraz¨®n ocupa un espacio concreto y caracter¨ªstico en el ciberespacio, en plataformas digitales y redes sociales; atrae a las generaciones de los 2000 ya sea por una simple y perversa identificaci¨®n del usuario com¨²n con el usuario que acumula capital de personalidad, ya sea porque esta identificaci¨®n permite al usuario com¨²n analizar y teorizar cualquier manifestaci¨®n pop a partir de su propia existencia revelando, de este modo, certezas y evidencias, narrativas y discursos, que tienen que ver con lo individual, en lo personal, pero tambi¨¦n con lo colectivo, en lo social. Las rupturas amorosas medi¨¢ticas han dejado de ser solo un objeto de chisme y entretenimiento y se han transformado en un medio para reflexionar sobre el amor a principios de nuestro siglo. Ser¨ªa injusto, y muy poco riguroso, atribuir este hecho exclusivamente a la aparici¨®n y a la expansi¨®n de internet, ya que el amor ha sido y sigue siendo uno de los grandes temas universales de la historia del pensamiento y del arte; pero es indudable que la sobredimensi¨®n popular, y/o masiva, y/o de masas, virtual, en cualquier caso, le merece, por esto y por lo otro, una atenci¨®n, una cr¨ªtica, no s¨¦ si especial, pero s¨ª honesta, desde una perspectiva marxista.
Supongo que durante el socialismo y, finalmente, en el comunismo, conjeturaremos sobre los amor¨ªos de nuestros l¨ªderes y dirigentes, de nuestros artistas, de nuestras vedetes; porque el amor, como el desamor, seguir¨¢ existiendo; porque los referentes intelectuales y art¨ªsticos, pol¨ªticos, seguir¨¢n siendo deseados; porque la vida seguir¨¢ su curso y con ella la curiosidad por las vidas de los dem¨¢s, por sus penas, por sus tristezas, por sus errores y por sus aciertos; quiz¨¢s no, no lo s¨¦, da igual, seguro que ser¨¢ mejor. Mientras tanto, equivocada o no, me es absolutamente imposible evitar el antojo de esos reflejos de realidad y sus verdades contenidas para el estudio, como material, como idealizaciones, para comprender y entender uno de los pocos caprichos que me permito: la fascinaci¨®n por la gente y sus historias, por la construcci¨®n de una mitolog¨ªa propia, comunista, por las Cartas de amor a Lili Brik (Ediciones De la Flor, Buenos Aires, 1970), escritora y artista, musa de la vanguardia sovi¨¦tica, amante de Vlad¨ªmir Maiakovski, el gran poeta de la revoluci¨®n rusa. Por poner un ejemplo, vaya.
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