Capitalismo rosa
Con el frente macroecon¨®mico perdido, comprendo el protagonismo en la prensa seria y la televisi¨®n p¨²blica del mundo del coraz¨®n y lo sentimental-escatol¨®gico
Como vaticino, cual or¨¢cula de Delfos o Sibila tocapelotas, que para la izquierda la partida econ¨®mica est¨¢ m¨¢s perdida que Carracuca y cada vez que, a trav¨¦s de unas elecciones democr¨¢ticas, llegan al Gobierno dirigentes con ¨ªnfulas igualitarias y sensibilidad social ¡ªhablo desde una perspectiva planetaria¡ª se les monta la de Dios es Cristo, se les preparan golpes de Estado o se les acusa de atentar contra el esp¨ªritu de la verdadera democracia, entonces he decidido volcarme en la batalla cultural. Sigo a Max Weber, soci¨®logo alem¨¢n, que escribi¨® La ¨¦tica protestante y el esp¨ªritu del capitalismo para matizar la teor¨ªa marxista de que en la infraestructura econ¨®mica se generan las superestructuras culturales. Desde la perspectiva de Karl, podr¨ªamos decir que el capitalismo construye un concepto de cultura espectacular, en el que utilizamos t¨¦rminos como modelo de negocio, sostenibilidad de las industrias culturales, listas de ventas, valoraciones con estrellitas y clientelismo lector. Frente a esa visi¨®n que, a partir de lo econ¨®mico, explica la realidad ¡ªurbanismo, Avatar, chisporroteante cultura inmersiva, discurso pol¨ªtico publicitario¡¡ª, Weber nos cont¨® que no era la religi¨®n, como superestructura, la que proven¨ªa de la idea del ahorro, sino que las conductas del protestantismo hab¨ªan desembocado en el capitalismo. As¨ª que, como parece que la batalla econ¨®mica est¨¢ perdida e incluso socialdemocracia y keynesianismo conducen a la cat¨¢strofe seg¨²n la gente de orden y con ¨¢nimo de mucho lucro, me vuelco en la batalla cultural, a ver si, desde la cr¨ªtica y construcci¨®n de artefactos culturales, le metemos mano al capitalismo social que, seg¨²n un art¨ªculo en El economista, ¡°aplica la habilidad del libre mercado y la competencia para resolver problemas sociales. Bajo este sistema, el sector privado, no el Gobierno, realiza inversiones directas en bienestar social.¡± O sea, que del sector privado dependen sanidad, educaci¨®n, asistencia psicol¨®gica, vivienda... Miedo me da. A menudo, estas filantrop¨ªas de empresa repercuten en privatizaciones, extra?os contenidos curriculares ¡ª?Finanzas!¡ª, justificaci¨®n de las desigualdades por la inoperancia o mala voluntad de los sujetos: ¡°En Espa?a, la gente no quiere trabajar¡±¡ Todo esto lo escribo sin desmerecer los esfuerzos por subir las pensiones y ara?ar a la patronal unos euros para el salario m¨ªnimo. Hasta ah¨ª s¨ª que podemos llegar.
Pero, con el frente macroecon¨®mico perdido, me vuelco en las batallas culturales y comprendo el protagonismo en los cultural studies ¡ª¡°campo interdisciplinario que examina la din¨¢mica pol¨ªtica de la cultura contempor¨¢nea (incluida la cultura popular) y sus fundamentos hist¨®ricos¡±¡ª, la prensa seria y la televisi¨®n p¨²blica de las cositas de Preysler y Vargas Llosa; el viaje de Froil¨¢n a Abu Dabi ¡ªsu madre est¨¢ preocupada por las malas compa?¨ªas y lo manda con el em¨¦rito: tiene gracia¡ª; la hidroterapia de colon de la que naci¨® el amor entre Rebeca ¡ªDuro de pelar¡ª y su chico. Mundo del coraz¨®n, vejiga, intestino: inter¨¦s en la ros¨¢cea y lo rosa, lo sentimental-escatol¨®gico y las mansiones con muchos cuartos de ba?o. Lo uno conecta con lo otro a trav¨¦s de una palabra que empieza con la letrita eme. No s¨¦ si Weber o Marx, pero las interrelaciones super e infraestructurales existen y esto empieza a oler tan a podrido como aquella Dinamarca del pr¨ªncipe dan¨¦s.
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