Los Rubiales que no se ven
Solo se act¨²a y se toma conciencia de lo que es una agresi¨®n cuando esta se retransmite en vivo y en directo ante millones de telespectadores.
Las mujeres desarrollamos desde la m¨¢s temprana edad una extraordinaria flexibilidad cervical para esquivar bocas no deseadas de hombres que no piden permiso ni perd¨®n cuando intentan besarnos y los rechazamos. Nuestra resistencia, en muchos casos, se convierte en aliciente, un estimulante obst¨¢culo para alcanzar su objetivo: robar un beso, tocar un culo, rozar una teta. Por eso me entristece leerle a un colega de profesi¨®n y en un libro de memorias lleno de lirismo y sensibilidad, una frase que como mujer me expulsa de la condici¨®n de sujeto deseante y me devuelve a la de objeto al servicio del desahogo masculino: dice de fulanita que ¡°se dejaba quitar la ropa¡±. No pocas veces nos hemos encontrado con esa clasificaci¨®n entre las accesibles y las que no, las que se dejan hacer y las que no. Nada que ver con lo que nos preocupa a las mujeres cuando empezamos a sentir la fuerza del deseo empuj¨¢ndonos hacia el otro: descubrir si ser¨¢ rec¨ªproco o no. Lo cual hace necesaria la literatura femenina no por raz¨®n de esencia ni identidad innata sino porque el lugar que ocupamos en el mundo, lo queramos o no, nos trae experiencias muy distintas a las masculinas. Solo nosotras entendemos de d¨®nde nos viene la flexibilidad en el cuello como anta?o sab¨ªan las usuarias de los autobuses por qu¨¦ viajaban con un alfiler en el bolso.
Del caso Rubiales sacamos una amarga conclusi¨®n: solo se act¨²a y se toma conciencia de lo que es una agresi¨®n cuando esta se retransmite en vivo y en directo ante millones de telespectadores. Todo lo que ha hecho el personaje en sitios cerrados formaba parte de la impunidad que da el poder. Un poder que ni siquiera requiere que sea desde un organismo potente o una empresa o una instituci¨®n, es el poder masculino que cuenta con la complicidad y el silencio de los hombres que rodean al agresor. Por eso los medios no hicieron caso de las denuncias de Tamara Ramos contra Rubiales y quienes presenciaron las humillaciones a las que la someti¨® el de Motril no dijeron nunca nada. Ah¨ª est¨¢ el poder patriarcal, el que somete a las mujeres con la connivencia de los miembros del mismo sexo, sea porque aprueban el comportamiento deleznable del machirulo o porque la cobard¨ªa les impide abrir la boca. Por todo esto necesitamos m¨¢s hombres valientes comprometidos con la igualdad, para que podamos tener unos espacios p¨²blicos y privados donde todos, hombres y mujeres, seamos libres de verdad.
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