El drama de llegar a Europa
Las pol¨ªticas de la Uni¨®n deben cambiar de foco para dar respuesta a quienes se juegan la vida por un futuro mejor
La presi¨®n migratoria sobre las fronteras de la Uni¨®n Europea contin¨²a en auge y en pa¨ªses como en Italia no se experimentaba tal volumen de desembarcos desde 2017. En los siete primeros meses del a?o, Frontex, la agencia europea de fronteras, ha registrado cerca de 176.000 entradas irregulares en las fronteras europeas, un 13% m¨¢s que en el mismo periodo del a?o pasado. No se prev¨¦ una contenci¨®n, m¨¢s bien al contrario, como se ha visto este verano. La coyuntura en muchos de los pa¨ªses de origen de los inmigrantes y refugiados (Sud¨¢n, N¨ªger, Senegal, Mal¨ª¡) empeora, un augurio de que los flujos en busca de lugares seguros se multiplicar¨¢n.
Los n¨²meros son el term¨®metro con el que la UE dise?a y justifica sus pol¨ªticas migratorias, pero no reflejan la compleja realidad de un fen¨®meno que sigue sin tratarse desde la ra¨ªz. El Pacto Migratorio europeo, que Espa?a aspira a cerrar este semestre durante su presidencia del Consejo, es una herramienta que servir¨¢ para establecer las normas de acogida, solidaridad y control de sus fronteras, pero una vez que los inmigrantes econ¨®micos y los refugiados ya han pisado el continente. No ofrece soluciones para quienes no tienen m¨¢s alternativa que jugarse la vida en mares y desiertos con tal de llegar a Europa.
M¨¢s de 70 a?os despu¨¦s de que el mundo estableciese un marco legal para los refugiados con la Convenci¨®n de Ginebra, la UE normaliza que miles de personas que buscan refugio sean torturados en centros de detenci¨®n en Libia, expulsados sin agua y sin comida por las autoridades tunecinas o usados como arma pol¨ªtica por Turqu¨ªa o Marruecos. Pa¨ªses, todos ellos, financiados con fondos europeos, para que controlen la inmigraci¨®n irregular.
En los ¨²ltimos a?os, se ha visto c¨®mo los debates sobre inmigraci¨®n se han polarizado y c¨®mo los pa¨ªses han radicalizado sus pol¨ªticas para conquistar la quimera de blindar sus costas y sus fronteras terrestres. Los resultados son cuestionables, por su coste, por su eficiencia y por el sufrimiento que provocan. La gente sigue huyendo y seguir¨¢ llegando, aunque sea por rutas cada vez m¨¢s peligrosas.
La UE se gasta millones de euros en fortificar territorios, mientras que las personas que huyen de sus pa¨ªses, en busca de seguridad u oportunidades, no solo consiguen llegar, abonando el multimillonario negocio de las mafias, sino que acaban trabajando de manera clandestina en sectores en los que la UE los necesita. En el intento siguen muriendo miles de personas sin que eso tambalee los pilares de un sistema que fracasar¨¢ mientras no se aborde la cuesti¨®n desde el origen. Y abordar el origen no solo significa levantar proyectos de cooperaci¨®n de miles de millones de euros cuya eficiencia tambi¨¦n se cuestiona, sino revisar, por ejemplo, nuestras relaciones con el continente africano, desde las pol¨ªticas agr¨ªcolas a los acuerdos de pesca, que dejan en desventaja a los productores locales, los mismos que acaban subi¨¦ndose a una patera buscando un horizonte m¨¢s pr¨®spero.
En un contexto en el que el populismo pretende arramplar con los valores esenciales de la UE ofreciendo recetas simplistas a grandes desaf¨ªos, el continente necesita un debate pol¨ªtico mucho m¨¢s elevado. Un debate que aborde la movilidad humana como una cuesti¨®n que beneficie tanto a los que emigran como a los pa¨ªses que los reciben. Un debate que, adem¨¢s, saque a la poblaci¨®n de la indiferencia ante el riesgo y el calvario al que se somete a cientos de miles de personas que acaban siendo nuestros vecinos.
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