Los abusos sexuales en las familias
Los lectores escriben sobre las consecuencias psicol¨®gicas del incesto, la asunci¨®n de responsabilidades, la lenta asignaci¨®n de las plazas de profesores y la jubilaci¨®n
El impacto de a?os de incesto, los abusos sexuales intrafamiliares ¡ªpese a que son los m¨¢s dados, siguen siendo un tab¨²¡ª, es devastador. Estos abusos me dejaron cicatrices psicol¨®gicas profundas. Como superviviente, tengo trastorno de estr¨¦s postraum¨¢tico, manifestado en pesadillas, miedo a recrear escenas y flashbacks. Adem¨¢s, he desarrollado un trastorno bipolar, con cambios extremos del ¨¢nimo, y trastorno l¨ªmite de la personalidad, que ...
El impacto de a?os de incesto, los abusos sexuales intrafamiliares ¡ªpese a que son los m¨¢s dados, siguen siendo un tab¨²¡ª, es devastador. Estos abusos me dejaron cicatrices psicol¨®gicas profundas. Como superviviente, tengo trastorno de estr¨¦s postraum¨¢tico, manifestado en pesadillas, miedo a recrear escenas y flashbacks. Adem¨¢s, he desarrollado un trastorno bipolar, con cambios extremos del ¨¢nimo, y trastorno l¨ªmite de la personalidad, que afecta a mis relaciones sociales, para conmigo misma y de identidad. El proceso de recuperaci¨®n es arduo y requiere apoyo profesional continuado, no cada tres o seis meses. Creo esencial crear conciencia sobre la prevenci¨®n del abuso infantil intrafamiliar y brindar recursos para sanar a quienes han sobrevivido estos episodios reconociendo la necesidad de que haya m¨¢s profesionales, educaci¨®n sexual desde peque?os y que ni?os y ni?as sepamos cu¨¢ndo decir no.
Andrea Val¨ªn Buj¨¢n. Madrid
?Todo permitido?
Asistimos hoy a un erial de responsabilidades, a un p¨²blico que se desentiende de las consecuencias de sus actos. La noci¨®n de que somos responsables de todo lo que hacemos o decimos es inc¨®moda, pero es cierta e incluso necesaria para aquellos momentos en que no comprendemos nuestro mundo: nos ancla a la tierra, nos une a los otros, permite intercambios honestos, articular trascendencias. Desconozco cu¨¢l era el esp¨ªritu hace 30 a?os, pero me cuesta imaginar un tiempo donde el todo est¨¢ permitido de los Karam¨¢zov resonara m¨¢s fuerte. ?Cu¨¢ndo comenz¨® el enga?o de que existimos para nuestra propia felicidad?
In¨¦s Oliveira Amat. Madrid
10 minutos
A las ocho de la ma?ana entro en clase. Por alg¨²n motivo, hoy tengo la esperanza de que esta vez mis alumnos s¨ª estar¨¢n sentados y en silencio. No es as¨ª. En parte porque a¨²n no estoy trabajando. La Consejer¨ªa de Educaci¨®n de Canarias sigue sin realizar todos los nombramientos que deber¨ªa. Las clases comenzaron hace unas semanas. Hace dos d¨ªas, una compa?era de profesi¨®n fue nombrada a curso completo para cubrir una plaza vac¨ªa. Espero que el ritmo de nombramientos se acelere. Por suerte, soy profesor y los alumnos suelen tardar 10 minutos en callarse, son adolescentes. Peor suerte tiene Francina Armengol. 10 minutos no son suficientes para que los diputados sepan que sentarse y estar callado mientras alguien est¨¢ en el uso de la palabra no son suficientes.
Armando Javier ?lamo. Las Palmas de Gran Canaria
Jubilaci¨®n
Me he jubilado tras 42 a?os de trabajo y soy feliz. Es una felicidad distinta de la que manifiestan los instagramers e influencers de las redes sociales. Es la felicidad de levantarse y ver el amanecer con la compa?¨ªa de un perro joven e inquieto que manifiesta en sus ojos y gestos una entrega total a su amigo: no hay mejor despertar ni amanecer. En mis horas bajas, sus carreras por los prados, su curiosidad por todo y las caranto?as que me realiza me hacen olvidar los peque?os problemas. Ha anochecido y est¨¢ dormido sobre mis zapatillas. Pues eso, que soy feliz.
Jos¨¦ Ram¨®n Iribar Argote. San Sebasti¨¢n