La necesidad de un poco de magia
No era el viejo truco de la ficci¨®n actuando, sino algo m¨¢s poderoso y real: era la vida de gente como ellos la que se somet¨ªa a los azares, la que se dispon¨ªa en lucha bajo el sol y el agua
Cuando era ni?o, en medio de un partido, a Rafael Nadal se le acerc¨® su t¨ªo Toni y le dijo que no se preocupase porque si las cosas iban mal ¨¦l har¨ªa llover, se interrumpir¨ªa el partido y a la vuelta Rafa remontar¨ªa tras coger fuerzas. Toni Nadal era para su sobrino, de ocho a?os, el mago Natali, un personaje con superpoderes que pod¨ªa hacer que se abriesen los cielos y cayese un aguacero. Parece imposible, pero el caso es que se puso a llover y se par¨® el partido. El ni?o Nadal se acerc¨® a Toni y le dijo que no hac¨ªa falta: que estaba preparado para ganar sin recurrir a la magia. Dej¨® de llover, y Nadal gan¨® en el tercer set. Fue la primera traici¨®n de Nadal a la ficci¨®n, al armamento narrativo que su t¨ªo hab¨ªa construido para ¨¦l en una infancia feliz en la que nunca, por obra y gracia de los milagros, le ocurrir¨ªa nada malo.
Para creerse aquella fantas¨ªa, Natali emple¨® los mejores trucos: le dijo que en su pasado hab¨ªa sido un goleador del Milan, por lo que los compa?eros de su otro t¨ªo, Miquel Angel Nadal, jugador del Bar?a, lo saludaban con reverencias delante del ni?o. Y un d¨ªa, viendo un partido que Rafa cre¨ªa en directo, pero en realidad se emit¨ªa en diferido, dijo que har¨ªa lesionar a Ivan Lendl por lo mal que se estaba moviendo en la pista; as¨ª fue como Lendl, ante la mirada de Rafa Nadal, se retir¨® del partido tras las ¨®rdenes del mago Natali.
El final de la inocencia de Nadal no fue dejar de creer en los Reyes Magos, sino comprender que aquel mago no exist¨ªa: era la proyecci¨®n de un mito, el sue?o de saberse invencible. La misma fuerza mental que necesitaba para tener una fe absoluta en los poderes de su t¨ªo se desplaz¨®, con el tiempo, hacia s¨ª mismo. De esta manera se convirti¨® en el tenista mentalmente m¨¢s fuerte de la historia: su leyenda ser¨ªa m¨¢s grande siendo real que imaginaria, al fin y al cabo es m¨¢s duro dejar de creer que puedes hacer llover, que creerlo.
Lo que sigui¨® a ese abismo fue la confirmaci¨®n de un tenista. Cambi¨® la historia del tenis espa?ol porque plante¨® una carrera casi imposible: ganar el Grand Slam, vencer en los cuatro grandes torneos y sus superficies. Para eso, en un pa¨ªs volcado a la tierra, se necesitaba construir un Natali de verdad, un tenista capaz de adaptar su juego natural en tierra a superficies inh¨®spitas para Espa?a desde Manolo Santana. En Wimbledon no basta con correr y sofocar al rival: si uno no saca como un bombardero tiene que restar a¨²n m¨¢s fuerte. Que la haza?a de Nadal, que el hecho hist¨®rico de Nadal, se haya producido bajo el reinado de Roger Federer multiplica su efecto: es un reinado paralelo, m¨¢s ruidoso si cabe, repleto de d¨ªas monumentales. Ninguno como el de Wimbledon 2008.
Empec¨¦ a ver el famoso partido hace unas horas por razones que no vienen al caso, pero vendr¨¢n. Llovi¨® mucho y hubo que suspenderlo. No era el viejo truco de la ficci¨®n actuando, sino algo m¨¢s poderoso y real, que se pod¨ªa palpar en Nadal: era la vida de gente como ¨¦l y de gente como Federer la que se somet¨ªa a los azares, que se dispon¨ªa en lucha bajo el sol y el agua, pues hubo de todo aquella tarde y nada fue por arte de magia. Aunque los dos se esforzasen en disimularlo.
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