Ronaldo y Ramos
Hay gente a la que quieres que le vaya bien est¨¦ donde est¨¦ y defienda al equipo que defienda, porque te ha dado una felicidad tan grande que no consigues enfadarte con ella ni aunque te estropee el d¨ªa
Una de mis fotograf¨ªas futbol¨ªsticas preferidas no es ni siquiera una foto, sino una captura, y es del 14 de mayo de 2005. Es, por lo dem¨¢s, una captura absurda de un partido del Madrid contra el Sevilla en el Pizju¨¢n, pero la imagen, lo que aparece en ella y c¨®mo aparece, evoca media vida. Es Sergio Ramos, 19 a?os, y Ronaldo Nazario, 29. El defensa marca al delantero, el juego parece que est¨¢ parado. Ramos tiene la boca semiabierta y atiende concentrado; Ronaldo, con sus antiguas paletas delanteras de Ronaldo, las que hizo universales en aquella temporada en el Barcelona con la que se present¨® al mundo, mira a un lado con la segunda camiseta del Madrid empapada en sudor. Es el Ronaldo de la decadencia, o sea un Ronaldo may¨²sculo previo al que luego pondr¨ªa en aprietos al vestuario porque, con doce kilos de m¨¢s, oler¨ªa a alcohol en los entrenamientos, como denunciaba Capello, que dijo que viciaba a muchos de los j¨®venes de la plantilla.
Es igual: es el mejor 9 de la historia. Tiene en esa captura una mirada expectante, parece estar escuchando a alg¨²n compa?ero (el Madrid empat¨® ese partido y perdi¨® la Liga). Es la v¨ªspera ronaldiana de alg¨²n momento de distracci¨®n, porque Ronaldo viv¨ªa en la distracci¨®n y la convert¨ªa en martillo contra la defensa. Inolvidable cuando en mitad de la temporada Arbeloa se fue al D¨¦por, el Madrid visit¨® Riazor y Ronaldo se lo encontr¨® haci¨¦ndole un marcaje; a¨²n pasaron unos minutos cuando, con los ojos como platos, le pregunt¨®: ¡°?Pero t¨² vas con ellos?¡±.
Me gusta la imagen porque en ella Ronaldo est¨¢ bajando ya las escaleras con las rodillas trituradas pero el instinto a¨²n intacto, y Ramos empieza a subirlas a toda velocidad: tanto, que dos a?os despu¨¦s heredar¨ªa el 4 de Fernando Hierro y, m¨¢s adelante, su brazalete de capit¨¢n. Gan¨® una Champions m¨¢s que el legendario central, cuatro, y marc¨® en dos finales: uno esos goles lo deposit¨® para siempre en la memoria del madridismo.
Ronaldo y Ramos. Un talento desbocado y abrasador, un delantero que con el m¨ªnimo esfuerzo deshac¨ªa un partido con un hat-trick; un defensa duro, concentrado, goleador y apasionado que reventaba los partidos de atr¨¢s hacia delante.
Ronaldo apareci¨® en mi vida hace casi treinta a?os con una temporada cul¨¦ monstruosa que se me clav¨® en el costado (¡°?pero qu¨¦ ficharon estos desgraciados?¡±, el grito de mi amigo Xur en el piso de Punta Vica?o de Nel durante aquel Barcelona-Valencia). Ramos no termina de marcharse y este s¨¢bado tir¨® todas las puertas en el S¨¢nchez Pizju¨¢n para evitar que el Madrid se llevase los tres puntos. Son dos de los jugadores que m¨¢s quise en mi vida y que m¨¢s feliz me hicieron con la camiseta del Madrid, pero los recib¨ª temi¨¦ndoles y los desped¨ª igual.
Cuando Boskov dec¨ªa que f¨²tbol es f¨²tbol no dec¨ªa una gilipollez. Eso tambi¨¦n quiere decir que hay jugadores que pasan por tu camiseta tanto tiempo, o un tiempo especial, que al verlos con otra pesa m¨¢s en tu memoria su cara que su escudo. Ramos interceptando un ataque del Madrid, donde jug¨® 16 a?os, o estir¨¢ndole los mofletes a un defensa nuestro, es algo tan antinatural que se necesita que lo haga con la camiseta del Sevilla para encontrarle un sentido. Son duelos en los que nunca te alegras del todo ni te entristeces del todo. Hay gente a la que quieres que le vaya bien est¨¦ donde est¨¦ y defienda lo que defienda, porque te ha dado un cheque tan grande, y el cheque de Lisboa es eterno, que no consigues enfadarte con ellos ni aunque te estropeen el d¨ªa.
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