La n¨¢usea (respuesta a Fernando Savater sobre la pederastia)
A los ni?os y ni?as que sufrieron abusos sexuales en el ¨¢mbito de la Iglesia se les rob¨® la infancia y se les silenci¨®. Negar la verdad en una columna period¨ªstica es una mentira

Asco. Profundo. Hoy es un d¨ªa especialmente nefasto para la l¨ªrica porque la m¨²sica de la palabra ha sonado fea. Se?or Savater, a usted me dirijo. Toca ¡ªquiero¡ª responder a su columna de opini¨®n, publicada en este mismo medio hace apenas unas horas. Y digo ¡°opini¨®n¡± porque soy respetuoso y porque, por primera vez, voy a hablar en nombre de todas las v¨ªctimas de abuso sexual en la infancia por miembros de la Iglesia cat¨®lica espa?ola, esos ¡ªlos miembros¡ª que, seg¨²n usted, cometieron apenas unos ¡°magreos indebidos¡± que no le quitan el sue?o y que a algunos nos dejaron algo de susto pero ning¨²n trauma.
Asco, m¨¢s profundo a¨²n. Utilizar ¡ª?¡°magrear¡±?¡ª al medio mill¨®n de v¨ªctimas de abuso sexual clerical como arma arrojadiza para vertebrar su cr¨ªtica a las maniobras de un partido pol¨ªtico ¡ª¡±la izquierda¡±, dice usted¡ª que pretende promulgar ¡°una amnist¨ªa¡± no es s¨®lo irrespetuoso sino perverso. Hemos sido ni?os y ni?as abusados, violados, silenciados, revictimizados una y otra vez por esa siniestra c¨²pula de encubridores y delincuentes que se expresan como usted, que se burlan de su propia maldad como usted, que nos ridiculizan como usted, que nos acusan de oportunistas, de exagerados, de ser sospechosos de mentir, de inventar... como usted.
Asco. Espantosamente profundo. Dice usted que la gran mayor¨ªa de los casos pertenecen a un pasado remoto. Se equivoca. La infancia no es pasado remoto cuando has sido un ni?o violado. Ni siquiera es pasado del todo. El ni?o est¨¢ ah¨ª, camina a tu lado, como una voz peque?a que en cualquier momento te pide que la acunes porque tiene miedo, porque la vida lo aterra desde que a los ocho a?os un hombre ¡ªun docente religioso¡ª dedic¨® un a?o de la vida de ambos a abusar sistem¨¢ticamente de ¨¦l dos veces por semana ¡ªtres, si hab¨ªa f¨²tbol los s¨¢bados¡ª y le ense?¨® que la maldad anidaba en los hombres y que la confianza era error. Le contar¨¦ algo, se?or Savater: yo mor¨ª a los ocho a?os, como muchos y muchas de nosotros. Vivimos con lo que podemos, con ninguna fe, intentando confiar en que ese pasado deje alg¨²n d¨ªa de ser presente. A los ocho a?os un ni?o tiene que ser ni?o, ese es su derecho. El de nosotros, los adultos, es velar porque nada lo impida.
Asco. Irremediablemente f¨ªsico. ¡°Los que fuimos feos de peque?os nunca pasamos por ah¨ª¡±, dice usted. Es tan demoledor leer una frase construida as¨ª, con esa m¨²sica y con todo lo que respira que debo tomar aire para volver a ella. Es la desubicaci¨®n y la absoluta falta de empat¨ªa, y es tambi¨¦n el discurso que todo lo ensucia porque todo lo banaliza. No, se?or Savater, usted no se libr¨® del abuso por ser feo. Se libr¨® porque si hab¨ªa alg¨²n perverso en su entorno no detect¨® en usted la vulnerabilidad, la confianza, la inocencia, la orfandad emocional que s¨ª vio en los que, a diferencia de usted, sufrimos el infierno en sus manos. Si se libr¨® no fue por usted, sino porque ¨¦l no adivin¨® en usted una diana f¨¢cil. Lo feo es el chiste, ese chascarrillo de caf¨¦, copa, puro y amiguetes de sobremesa tard¨ªa. Feo es que un ni?o se convierta en un hombre que escribe de los que fueron ni?os con ¨¦l como si la cuota de ¡°elegidos¡± para el abuso hubiera tenido que ver con ellos, con su ¡°no fealdad¡±, y no con el perverso que los destruy¨®. Decir ¡°los que fuimos feos de peque?os nunca pasamos por ah¨ª¡±, es desenterrar una vez m¨¢s el manido ¡°a una mujer la violan por ser como es, por vestir como viste, por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado¡±. O lo que es lo mismo, recurrir al ¡°A las feas seguro que no les pasa¡± y re¨ªrse con sus amigotes en privado, porque en p¨²blico ya no, aunque un poco s¨ª, venga, ¨¢nimo, una frasecita aunque sea, que no se diga que he dejado de ser aquel ni?o feo del que lo ¨²nico que se conserva es justamente eso, la fealdad.
Asco. Ya no tan profundo. Las v¨ªctimas no hacemos pol¨ªtica. No nos acerque a esa hoguera porque no nos quema. Yo conoc¨ª el infierno, ard¨ª all¨ª siendo muy ni?o y no es mi deseo alimentar esos fuegos. Bastante tenemos con salvarnos de las brasas que los miembros de la Iglesia cat¨®lica de este pa¨ªs dejaron prendidas bajo nuestros pies con su mala fe y su encubrimiento sistem¨¢tico. No nos torture usted y no mezcle nuestro dolor con esa proclama contra la amnist¨ªa que no procede. Aqu¨ª, al lado de los 440.000 ni?os y ni?as no. Nunca.
Quiz¨¢, y t¨®mese esto como humilde sugerencia, podr¨ªa usted acompa?ar a los cuarenta obispos espa?oles que el Papa ha convocado de urgencia en el Vaticano, puede que para pasar cuentas por recuerdos, delitos y encubrimientos varios. Me aventuro a suponer que le parecer¨¢ una buena idea pedir para ellos ¡ªpara ellos s¨ª¡ª una amnist¨ªa por todo el da?o causado. Acomp¨¢?elos, y recu¨¦rdeles, de paso, que negar la verdad es tambi¨¦n mentira, que mentir es faltar al octavo mandamiento y que los miles de ni?os que nos quedamos sin infancia ya hemos aprendido a defendernos. Y a hablar.
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