La ofensiva ultra
El miedo al futuro y el desarraigo alimentan ese descontento al que la extrema derecha pone nombre: la estafa clim¨¢tica, los menas, la traici¨®n
Flotamos en las corrientes. Es una met¨¢fora hermosa sobre nuestra pol¨ªtica, pero no es m¨ªa. La utiliza el soci¨®logo Christophe Guilluy para describir la insatisfacci¨®n de quienes luchan diariamente para sacar adelante sus vidas. No tienen conciencia de clase, pero s¨ª de haber sido despojados de lo que ten¨ªan, del lugar que ocupaban y, en cierto modo, tambi¨¦n de lo que eran. Y en pol¨ªtica, a juzgar por lo visto en Holanda y Argentina, la destreza para flotar en las corrientes que nos empujan parece pertenecer a los l¨ªderes de extrema derecha. Estos dos nuevos terremotos pol¨ªticos son otro ejemplo de c¨®mo los nacionalpopulistas comprenden bien los nuevos cauces hacia el poder, como ocurre en Italia, Suecia, Hungr¨ªa o Eslovaquia, pero tambi¨¦n en Alemania, Francia, Austria o B¨¦lgica, donde son cada vez m¨¢s fuertes. De ah¨ª viene la dificultad de etiquetar un malestar al que la agenda ultra ha aprendido a adaptarse como las aspas del molino al viento que sopla. Es una incomodidad existencial y material, la sensaci¨®n de haber sido desplazados, desarraigados. Sus protestas, su voto, su esfuerzo cotidiano no se dirigen tanto a construir un futuro que miran temerosos, sino a preservar aquel viejo mundo donde ellos, las clases medias y bajas, representaban el papel central en la econom¨ªa y los discursos de la clase pol¨ªtica.
El miedo al futuro y el desarraigo alimentan ese descontento al que los ultras ponen nombre: la estafa clim¨¢tica, los menas, la traici¨®n. Personalizan en chivos expiatorios y acr¨®nimos deshumanizantes una narrativa pr¨ªstina y directa que orienta ese malestar, y as¨ª se llevan el gato al agua. Los votantes prefieren el original a la copia, y cuando los partidos tradicionales sucumben a la tentaci¨®n de dejarse llevar por los temas que fija la extrema derecha, es esta quien gana. Suecia, donde la coalici¨®n entre derecha y extrema derecha ha endurecido el discurso y las pol¨ªticas migratorias, es un ejemplo evidente, pero tambi¨¦n Alemania, donde la ofensiva ultra ha hecho virar la posici¨®n del socialdem¨®crata Olaf Scholz.
Quiz¨¢ la lecci¨®n de Holanda para la izquierda sea que no se deje llevar por las agendas ultra y las confronte con la misma claridad que ellos utilizan, sin moralismo, clich¨¦s o jerga tecnocr¨¢tica, porque lo cierto es que no ha sabido encontrar un lenguaje discernible para estos temas y no se muestra capaz de imponer su agenda, los temas con los que ella ganar¨ªa. Hay tambi¨¦n aqu¨ª un recado a las fuerzas conservadoras, como explica el polit¨®logo Cas Mudde. Cuando la sucesora de Rutte, Dilan Yesilg?z-Zegerius, habla de una coalici¨®n con el ultra Wilders, pensando que ella la encabezar¨ªa, lo que hace es desdiabolizar a la extrema derecha. Son dos lecciones importantes de cara a las elecciones europeas. Existe el riesgo cierto de una Europa disfuncional y polarizada si los euroesc¨¦pticos ganan esca?os y tejen alianzas. Pero lo que nos jugamos realmente, lo que la nebulosa populista e iliberal desaf¨ªa es la idea de Europa como casa com¨²n, como sue?o y promesa pol¨ªtica, como espacio de justicia, igualdad y libertad.
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