El discurso del Rey visto por una exiliada
Felipe VI es consciente del peligro de que un pa¨ªs, por muy unido que est¨¦ en su satisfacci¨®n por el camino recorrido desde el fin de una dictadura, se divida por interpretaciones contrarias y desavenencias pol¨ªticas
Para una persona como yo, que proviene del universo alternativo de naciones como Nicaragua donde la democracia no pasa de ser una esperanza y que incluso cuando se realiza es tan fr¨¢gil y ef¨ªmera como una mariposa y deriva en tiran¨ªa, escuchar el mensaje navide?o del Rey Felipe VI es entrar dentro de otra dimensi¨®n. El Rey es un hombre sereno, bien parecido, due?o de una voz pausada propia de una autoridad familiar que le viene de siglos y que asume de manera natural. Es el hombre que hemos visto obedecer al amor al casarse y ser un padre afectuoso y cercano para sus hijas. Algo tiene la tradici¨®n que seduce, por mucho que uno comprenda las contradicciones de su procedencia. Ver al Rey en este primer a?o en que escucho su mensaje como habitante de Espa?a, donde ahora vivo, me inspir¨® respeto por la institucionalidad que representa. Las diversas facetas de la democracia espa?ola me han parecido dignas y sobresalientes. El mensaje del Rey, en un momento de tensiones como el que vivimos, me pareci¨® muy pertinente. Sent¨ª que es consciente del peligro de que un pa¨ªs, por muy unido que est¨¦ en su satisfacci¨®n por el camino recorrido desde el fin de una dictadura, se divida por interpretaciones contrarias y desavenencias pol¨ªticas. En los ¨²ltimos a?os hemos sido testigos en el mundo del efecto trepidante que tienen las palabras en boca de personas p¨²blicas que no miden aquello de que ¡°quien siembra vientos, cosecha tempestades¡±. Hemos visto discursos desmesurados sacar a flote las pasiones y frustraciones cotidianas de los oyentes y afilarlas con insidia para generar odio y enemistad donde antes solo hab¨ªa diferencias de opini¨®n. Los que desatan esas corrientes se fascinan con el poder de sus arengas. Quiz¨¢s no se percaten, al inicio, de las tormentas que siembran, pero una vez desatado el vendaval no logran evitar la fascinaci¨®n del empoderamiento que les causa el eco de sus rugidos.
Las desigualdades sociales, el creciente individualismo, las presiones del consumismo, el racismo, el sexismo y tantos m¨¢s ismos; la retroalimentaci¨®n del despecho que amplifican las redes sociales, ha creado un caldo de cultivo para las tormentas perfectas que sacrifican la madurez y la ecuanimidad en aras de agendas iracundas. Como hemos visto en Estados Unidos, un solo individuo, inescrupuloso con la verdad, ha logrado generar un fen¨®meno de masas que ha puesto en jaque el funcionamiento de una de las democracias m¨¢s consolidadas de Occidente.
Entiendo y concuerdo con la percepci¨®n del Rey de que la excepcionalidad de este pa¨ªs merece cuidarse, como un tesoro urdido tras mucho esfuerzo y dolor.
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