Todos pierden
Las guerras no se ganan y los resultados electorales no dejan de cuestionarse. Parece que no podemos ponernos de acuerdo ni siquiera cuando se trata de un problema cient¨ªfico objetivo como el efecto de una vacuna
Hace unos d¨ªas, una desconocida me escribi¨® por Instagram para informarme de que ya no iba a leer mis libros porque soy un cobarde que no est¨¢ deteniendo el genocidio en Gaza. Le contest¨¦ que, como mis relatos nunca hab¨ªan sido un gran contrincante para violentos y caprichosos, yo le ped¨ªa, en nombr...
Hace unos d¨ªas, una desconocida me escribi¨® por Instagram para informarme de que ya no iba a leer mis libros porque soy un cobarde que no est¨¢ deteniendo el genocidio en Gaza. Le contest¨¦ que, como mis relatos nunca hab¨ªan sido un gran contrincante para violentos y caprichosos, yo le ped¨ªa, en nombre de esa gente, que no volviera a leerlos. Ya me dijo mi mujer que ese comentario no hab¨ªa sido muy agradable. Me explic¨® que, en el siglo XXI, la reacci¨®n aceptable ante mensajes amenazadores es hacer como si no los hubieras recibido. Sin embargo, yo continu¨¦ dialogando con la mujer, que vive en M¨¦xico y que resulta que es una persona muy humana y compasiva. Me dijo que se pasaba horas y horas delante de la televisi¨®n, viendo escenas espantosas de beb¨¦s muertos y familias desplazadas en Gaza, y que ten¨ªa la sensaci¨®n de que no pod¨ªa hacer nada para ayudarles. La situaci¨®n le resultaba tan terrible que al final no pudo tolerarla y decidi¨® que ten¨ªa que hacer algo. Por eso me escribi¨® a m¨ª, ¨²nico israel¨ª que conoc¨ªa, aunque solo fuera por mis libros, para amenazarme con un boicot e insultarme, intentando as¨ª detener el sufrimiento en Oriente Pr¨®ximo. Su mensaje contribuy¨® tanto a ayudar a los gazat¨ªes como ayuda a los ucranios la banderita ucrania que todo el mundo coloca en la fotograf¨ªa de su perfil. Sin embargo, como todos esos usuarios de Facebook, se sinti¨® un poquito menos impotente.
?Son imaginaciones m¨ªas o ¨²ltimamente todo el mundo parece estar en el bando de los perdedores? No solo usted y yo, m¨¢s bien todo el mundo. Tambi¨¦n esa otra gente. Los idiotas iletrados a los que usted no puede soportar. S¨ª, hasta los que nos robaron las elecciones sin que supi¨¦ramos c¨®mo, y los que despu¨¦s no pod¨ªan entender c¨®mo nosotros se las hab¨ªamos robado a ellos. Mire a su alrededor: republicanos, dem¨®cratas, rehenes israel¨ªes bombardeados en Gaza, civiles gazat¨ªes bombardeados en Gaza, evacuados, refugiados: ?es que en el mundo hay alguien que est¨¦ contento con c¨®mo van las cosas? Vlad¨ªmir Putin, Bibi Netanyahu, Ant¨®nio Guterres, Volod¨ªmir Zelenski, Yahia Sinwar [l¨ªder de Ham¨¢s en Gaza]: ?hay uno solo de esos personajes con pinta de estar contento?
Es una situaci¨®n asombrosa, porque a m¨ª me ense?aron que, siempre que alguien pierde, alguien gana; que por cada v¨ªctima que paga el pato, hay alguien que se lo come entero. Entonces, ?exactamente en qu¨¦ momento el mundo se convirti¨® en un juego en el que todos pierden, o al menos piensan que pierden? ?Y por qu¨¦ ocurre precisamente ahora, cuando todos estamos tan comprometidos, influimos tanto y no dudamos un momento en expresar nuestra opini¨®n de forma tan ruidosa?
Nunca dejamos de estar activos, en todo tipo de entornos; enviamos apoyos, escribimos posts, nos ¡°gusta¡± cualquiera que lo merece y condenamos a cualquiera que no. No cabe ninguna duda, hacemos lo que podemos, nos empe?amos a fondo. Pero, sea cual sea nuestra opini¨®n o en qu¨¦ bando estemos, en ¨²ltima instancia seguimos pensando que el est¨²pido mundo que nos rodea no entiende nada, que en realidad los problemas no se resuelven y que hemos vuelto a perder.
De hecho, es todav¨ªa peor que perder. Ninguna de nuestras luchas obtiene resultados decisivos: las guerras no se ganan, los resultados electorales no dejan de cuestionarse. Parece que no podemos ponernos de acuerdo ni siquiera cuando se trata de un problema cient¨ªfico objetivo y aparentemente neutro como determinar el efecto que tiene en el organismo una vacuna contra la gripe.
Los juegos tradicionales se han convertido en una reyerta en la que todos nos dedicamos a dar empujones a los del otro equipo, a soltar improperios y a escupir por doquier. Mientras el juego est¨¢ suspendido, escupir e insultar parecen haberse convertido en los deportes que m¨¢s nos gusta jugar.
Si pudi¨¦ramos apartar un minuto la mirada del marcador y centrarnos en las reglas del juego, descubrir¨ªamos que, mientras, cargados de santa raz¨®n, nos alter¨¢bamos tanto intentando derrotar al otro bando, esas reglas hab¨ªan cambiado hasta hacerse irreconocibles. Y si no nos tomamos un descanso y nos juntamos para acordar otras nuevas, todos seguiremos perdiendo la partida.