?Cu¨¢ntos ni?os muertos son una leg¨ªtima defensa?
Hay menores fallecidos que fueron alguien en vida y otros que no. Y, ?a qui¨¦n le va a importar un muerto que no ten¨ªa vida?
Se llama Meera y debe tener ocho o nueve meses. Tiene unos ojos verdes preciosos, pero uno de ellos est¨¢ en carne viva, como parte de su cara. Con el que le queda sano mira nerviosa a un lado y a otro. Meera es una ni?a palestina que fue alcanzada por fragmentos de misil tras un ataque a¨¦reo. La vi en Eye On Palestine, una cuenta en redes sociales que difunde informaci¨®n sobre la masacre que Israel est¨¢ llevando a cabo en Gaza. Y volv¨ª a este poema de Alba Rico.
¡°Pasad uno por uno, ni?os muertos / que os vamos a compadecer / que os vamos a compadecer / ni?os muertos / habichuelas de aire rojo / sombras gigantes / en la tierra sin hierba / Pasad, venid, escuchad vuestros nombres / Oh James, nombre de pr¨ªncipe, asesinado a los siete a?os / el 13 de enero de 2012 en Sacramento, California / por un chiflado que quer¨ªa salir en la televisi¨®n / benditos sean, James, tus patines de ruedas / en el armario cerrado / y tu guante de beisbol/ en el caj¨®n del garaje / malditas sean las cuerdas y los pu?ales / y los hombres que siegan las vi?as de luz / tus padres, James, no distinguen el agua del fuego / el mundo, James, ha perdido un color¡±. As¨ª arranca el poema, y narra las historias de unos cuantos ni?os muertos tr¨¢gicamente, ni?os argentinos e italianos que jam¨¢s debieron morir. Hasta que llega Mohamed Oraif, un ni?o muerto de 10 a?os. Entonces el coro le dice: ¡°Oh, ni?o, qui¨¦n eres, no est¨¢s en la lista/ no tienes nombre ni parientes ni juguetes / las heridas que traes no son tuyas / no est¨¢s en la lista, qui¨¦n eres / ?de d¨®nde has sacado todas las heridas?¡±. Mohamed Oraif es palestino.
El poema se llama Los due?os de todas las listas. Es estremecedor porque el homenaje de Alba Rico a esos ni?os, adem¨¢s de contar su drama, es hacerlo con belleza. Pero, sobre todo, es estremecedor porque encierra una verdad: que hay ni?os muertos que fueron alguien en vida y otros que no.
Lo pueden comprobar poniendo la tele. Les contar¨¢n la historia de Shani Louk, que era joven, guapa y ten¨ªa rastas. Le gustaba visitar a sus abuelos en Alemania hasta que la capturaron como reh¨¦n en un festival. Semanas despu¨¦s, informaron a su familia de que la hab¨ªan matado. O la de Itay y Hadar, una pareja de 30 a?os que muri¨® para salvar a sus beb¨¦s de 10 meses: los escondieron en el refugio de su casa y ellos se quedaron fuera. Fueron tiroteados por Ham¨¢s. O la del peque?o Omer, un ni?ito de cuatro a?os al que le encantaba jugar con sus dos hermanas hasta que los terroristas acabaron con su vida. Quien no sienta sus muertes, quien no se estremezca al mirar sus fotos, no es humano.
Sin embargo, aunque vean sus im¨¢genes en la tele, rara vez les contar¨¢n la historia de Meera, si ten¨ªa una mu?eca o una hermana, si su madre la quer¨ªa llevar a visitar a sus primos en Cisjordania o si le gustaba jugar con el gato de su vecina. Quiz¨¢ siga viva, aunque con su ojito verde en carne viva, o igual ya ha pasado a engrosar la cifra de los casi 4.000 ni?os asesinados en Gaza en tres semanas, m¨¢s de los que murieron en todas las guerras del mundo durante el a?o anterior. Pero ninguno est¨¢ en la lista. No ten¨ªan biograf¨ªa con la que rellenar telediarios y peri¨®dicos. Y, ?a qui¨¦n le va a importar un muerto que no ten¨ªa vida, por mucho que ese muerto sea un ni?o? Por mucho que esos muertos sean casi 4.000 ni?os.
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