Europa y el momento Dem¨®stenes
?Se equivoca Borrell con la vehemencia de su narrativa? Yo dir¨ªa que no, al menos si pensamos que la fuerza de Europa est¨¢ en contar las verdades del barquero
La mirada universalista, la que trata de ponernos en el lugar del otro al mismo tiempo que somos capaces de pensar por nosotros mismos, es seguramente el mayor legado que Europa ha regalado al mundo. Lo pienso al salir del cine despu¨¦s de ver La zona de inter¨¦s, de Jonathan Glazer, una pel¨ªcula que habla precisamente de los costes de perder de vista esa perspectiva, de lo que dejamos atr¨¢s al sustituirla por un modo de mirar el mundo que anula el rechazo cr¨ªtico a la b...
La mirada universalista, la que trata de ponernos en el lugar del otro al mismo tiempo que somos capaces de pensar por nosotros mismos, es seguramente el mayor legado que Europa ha regalado al mundo. Lo pienso al salir del cine despu¨¦s de ver La zona de inter¨¦s, de Jonathan Glazer, una pel¨ªcula que habla precisamente de los costes de perder de vista esa perspectiva, de lo que dejamos atr¨¢s al sustituirla por un modo de mirar el mundo que anula el rechazo cr¨ªtico a la barbarie porque nos acostumbramos a ella. Para bien o para mal, las pr¨®ximas elecciones europeas (del 6 al 9 de junio pr¨®ximo) van tambi¨¦n de defender nuestro universalismo. La UE tiene enemigos, internos y externos, demasiado interesados en que fracase la idea de Europa como encarnaci¨®n de unos valores que s¨®lo tienen sentido si se predican para la humanidad entera. La defensa de nuestro modo de vida, que tanto mencionan algunos, pasa por no perder jam¨¢s de vista c¨®mo vive el de al lado, el que tenemos al otro lado de ese muro de cemento que hemos levantado. Se llama imaginaci¨®n emp¨¢tica.
Nos lo recuerdan pel¨ªculas como la de Glazer, pero tambi¨¦n los vibrantes discursos que estos d¨ªas pronuncia Josep Borrell sobre la Guerra en Oriente Pr¨®ximo. Para mucha gente, estos discursos empiezan a ser bastante molestos y se les nota. La propia diplomacia israel¨ª ha respondido con desd¨¦n que no lo considerar¨¢ un interlocutor v¨¢lido porque sus palabras han ido demasiado lejos, al llegar incluso a acusar a Israel de haber financiado a Ham¨¢s. Pero, ?se equivoca el Alto Representante con la vehemencia de su narrativa? Yo dir¨ªa que no, al menos si pensamos que la fuerza de sus palabras, y la de Europa misma, est¨¢ en contar las verdades del barquero e intentar ser consecuentes con ello, algo que en su figura no es simplemente ocasional o pasajero: Borrell ya lo hizo con el independentismo, y tambi¨¦n tras la invasi¨®n de Rusia a Ucrania. Tal vez por eso el Alto Representante evocaba hace poco el contexto de una Europa cercada entre dos guerras hablando del ¡°momento Dem¨®stenes¡±, una referencia a la decisiva actuaci¨®n del orador y estadista ateniense que moviliz¨® a sus conciudadanos con sus palabras para defender la democracia frente a la pulsi¨®n imperialista de los macedonios.
Lo interesante de esa met¨¢fora es la evocaci¨®n de la palabra como instrumento para confrontar la realidad, y hacerlo adem¨¢s desde la fuerza ideal de lo que pensamos que deber¨ªa ser el mundo. ¡°Ham¨¢s es ante todo una idea¡±, dijo Borrell, y las ideas nefandas solo pueden combatirse con otras que ¡°den esperanza y confianza en un futuro donde la paz sea posible¡±. Encontrar esa narrativa es un acto pol¨ªtico esencial y la mejor reivindicaci¨®n posible de la idea misma de Europa: la que proviene de nuestra herencia ilustrada. Porque la brecha entre el mundo que habitamos y el que tenemos la responsabilidad de construir s¨ª se sostiene sobre una obligaci¨®n moral: la de tener esperanza. Al final, Europa es eso, somos eso, porque sin una idea de progreso, de que el mundo puede ser mejor para todos, no tiene sentido luchar por nada.