El milagro de la vaca
En una ¨¦poca de burocratizaci¨®n de la solidaridad, cualquier pr¨¢ctica de fraternidad generosa parece extraordinaria
Ella fue la que se puso en contacto con ¨¦l, por WhatsApp. Estaba preocupada porque el mismo d¨ªa que tom¨® el vuelo de Jartum (Sud¨¢n) hacia A Coru?a hab¨ªa estallado la guerra civil en el pa¨ªs africano. ?l es gu¨ªa tur¨ªstico y los hab¨ªa acompa?ado, a ella y a su grupo, por los magn¨ªficos parajes de Sud¨¢n. Hab¨ªan quedado maravillados por la enorme belleza del pa¨ªs, especialmente el espectacular paisaje del desierto de Nubia y las vistas al legendario Nilo. Les hab¨ªa contado que estaba a punto de casarse. Al ver por las noticias que la guerra no remit¨ªa, jaleada, al parecer, por el grupo Wagner de Rusia, ella decidi¨® escribirle. Quer¨ªa saber c¨®mo le iba. ?l le explic¨® que le hab¨ªa tocado en suerte no ir al combate. A cambio, ten¨ªa que alimentar a toda una prole familiar que hab¨ªa quedado desasistida. La boda quedaba pospuesta. Fue entonces cuando, espont¨¢neamente, ¨¦l coment¨® que sus problemas se aliviar¨ªan con una vaca.
Quiz¨¢ en la decisi¨®n de ella influy¨® el hecho de que es hija de veterinario y adem¨¢s gallega, por tanto, sabe lo decisivo que puede ser tener una vaca para el sustento de una familia. As¨ª que el fin de semana reuni¨® a su marido e hijos y, tras un debate en el que pr¨¢cticamente habl¨® solo ella, porque los dem¨¢s estaban, literalmente, ojipl¨¢ticos, determinaron transferir una parte de sus ahorros para que el gu¨ªa sudan¨¦s adquiriera una vaca. No esperaban nada a cambio. Fue un acto de confianza y de solidaridad, sin reservas ni matices.
Entre compa?eros de trabajo hemos denominado a este gesto ¡°el milagro de la vaca¡±. Lo definimos como un tipo de bondad innata no dirigida por la moral. Una sensibilidad espont¨¢nea, no interesada, de balde, fruto de una voluntad libre. Hemos llegado incluso a conclusiones teol¨®gicas. Decimos que, de existir, Dios est¨¢ en ese gesto, es m¨¢s, Dios est¨¢ en esa vaca.
Puede parecer exagerado. Pero en una ¨¦poca de exaltaci¨®n capitalista como es la actual, en la que externalizamos y burocratizamos la gesti¨®n de la solidaridad hasta el delirio, cualquier pr¨¢ctica de fraternidad generosa, de concordia espont¨¢nea de este tipo, comienza a parecer un milagro y, como tal, lo contemplamos con admiraci¨®n y asombro.
En la actualidad se da tambi¨¦n, sin embargo, otro modo de ¡°fraternidad¡± menos generoso y m¨¢s vengativo. Se practica desde la suficiencia moral. Es perezoso, ¡°tribal¡± y tiene poco de libre. Pasa por apretar indiscriminadamente el gatillo del boicot hasta convertirlo en un arma de odio y de guerra cultural. De hecho, el modo en que el boicot se est¨¢ alejando de la pr¨¢ctica pacifista original para convertirse en ideolog¨ªa de culpabilizaci¨®n social nos aleja de un ¡°vivir juntos en paz¡± como principio regulatorio.
En plena conflagraci¨®n mundial, en febrero de 1943, la fil¨®sofa Simone Weil public¨® un art¨ªculo titulado La agon¨ªa de una civilizaci¨®n vista a trav¨¦s de un poema ¨¦pico. En ¨¦l compara la Il¨ªada con las epopeyas compuestas en franc¨¦s durante la Edad Media. Escribe sobre el fanatismo que acab¨® con los c¨¢taros y con la libertad espiritual en suelo europeo, bajo el yugo de las formas m¨¢s groseras de la fuerza. Trata de comprender c¨®mo toda una civilizaci¨®n, que apenas poco tiempo atr¨¢s hab¨ªa estado en auge, de repente agoniza en el clamor de la violencia. Es decir, intenta entender su ¨¦poca. Pudo haber sido de otro modo, reflexiona Weil, para quien la intolerancia no es una fatalidad, sino que es una elecci¨®n, porque cada civilizaci¨®n, al igual que cada hombre y cada mujer, tiene ¡°la totalidad de las nociones morales a su disposici¨®n¡±, solo tiene que elegir.
Optar entre la tolerancia y la intolerancia, entre ¡°el milagro de la vaca¡± y el odio ideol¨®gico, enardecido por las redes sociales, depara dos futuros diferentes.
Desde hace d¨¦cadas, pensadores y pensadoras del mundo contempor¨¢neo nos previenen de un colapso y de un final de ¨¦poca. En palabras del recientemente fallecido Jean-Luc Nancy, nuestra civilizaci¨®n, es decir, el conjunto de costumbres, saberes y artes propio de nuestra sociedad, tal y como la comprendemos, ha llegado al siglo XXI en estado de agotamiento.
Centrados como vivimos en lo clim¨¢tico, olvidamos la extenuaci¨®n existencial y el deseo de un cambio de metaf¨ªsica. Seg¨²n este fil¨®sofo, que reflexion¨® con intensidad en torno a las nociones como ¡°corporeidad¡±, ¡°existencia¡±, ¡°alteridad¡± y ¡°comunidad¡±, es necesario que tenga lugar una transformaci¨®n radical de los valores, de la metaf¨ªsica y del lenguaje. Una nueva manera de hablar y de expresar el significado de las vidas alejada de esl¨®ganes y consignas. Vivimos encorsetados en clich¨¦s.
Mientras tanto, quedan los gestos puntuales, esos ¡°milagros de la vaca¡± que hacen del mundo un lugar de acogida, porque neutralizan la desconfianza, la polarizaci¨®n, la intoxicaci¨®n del debate, que son peligrosas pasarelas al totalitarismo. Queda tambi¨¦n la imaginaci¨®n, el arte, la m¨²sica, los libros, como el reciente de la escritora Berta D¨¢vila, La herida imaginaria (Destino), una bell¨ªsima defensa de que lo extraordinario no tiene por qu¨¦ ser espectacular; que dejar atr¨¢s un mundo de valores no quiere decir que no se pueda construir otro mejor. Quiz¨¢ m¨¢s humilde. Sin la deriva ni la pompa burocr¨¢tica.
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