¡®Malmuertos¡¯
Los que han visto morir a seres queridos saben que el consuelo, en ocasiones, no es para el que se va, sino tambi¨¦n para el que se queda. En ese desconsuelo se quedaron los que por razones de la crisis social y sanitaria fueron despose¨ªdos de ese derecho
Nadie puede imaginarse esas muertes en las residencias de ancianos durante la pandemia. Situarse en esas habitaciones, a solas, con grandes dependencias f¨ªsicas, sin la asistencia adecuada, es la gran pel¨ªcula de terror que nadie sabr¨¢ hacer. Los que han visto morir a seres queridos, mientras los acompa?an y acarician su mejilla o su mano y les hablan en voz baja saben que el consuelo, en ocasiones, no es para el que se va, sino tambi¨¦n para el que se queda. En ese desconsuelo se quedaron los que por razones de la crisis social y sanitaria fueron despose¨ªdos de ese derecho. A su tragedia se uni¨® la de saber que los protocolos de Madrid impidieron la derivaci¨®n a centros hospitalarios. La falta de supervisi¨®n de los lugares de cuidados los convirti¨® en morgues y apeaderos inhumanos. Todo ello ha venido a recordarlo, con poco eco, la Comisi¨®n Ciudadana por la Verdad en las Residencias de Madrid con su informe, en el que se cifran por miles los ancianos que pudieron salvarse. En aquel momento descubrimos que nuestro sistema de salud p¨²blica estaba quebrado despu¨¦s de d¨¦cadas de abandono y de filigranas con los negocios privados. La sanidad p¨²blica es donde nacemos y morimos, y sin embargo somos incapaces de ofrecerle la alta consideraci¨®n que merece.
Todos los se?alados han tenido desde el primer minuto una actitud tan solo activa para esquivar las culpas. Muy pocos se han prestado al ejercicio tan necesario de esclarecer la verdad. Ser¨¢ otro de esos asuntos que cerramos malamente y con los a?os nos veremos incapaces de acordar un relato com¨²n, y acabaremos en conmemoraciones con dos bandos enfrentados en funci¨®n del inter¨¦s partidista. Ese deterioro del sistema de salud y de la atenci¨®n en residencias se vio coronado por la necesidad de hacerse con material sanitario que deriv¨®, como hemos sabido despu¨¦s, en la riqueza de algunas familias y de los oportunistas habituales pegados al calor del poder, tambi¨¦n de supuestos finos intermediarios que en un d¨ªa de negocio cobraron comisiones equivalentes a tres veces el sueldo anual del presidente del Gobierno, ah¨ª es nada.
La maldita burocracia contra la que cargan tantos aparenta ser la ¨²nica protecci¨®n contra los negociantes del dolor ajeno. Pero hiere menos el agujero econ¨®mico que el agujero humano. Porque mientras suced¨ªa ese comercio impropio fruto de la pandemia, muchas familias perd¨ªan en la m¨¢s absoluta desconexi¨®n a sus familiares. Son los malmuertos de esta tragedia. No confundir con los malnacidos, que es un insulto que le cae a quien pretende preguntar, investigar, llegar hasta el fondo de la verdad. Le tenemos miedo a la verdad porque ya sabemos que nuestros cong¨¦neres son capaces de las cosas m¨¢s terribles. Es evidente que resulta un asunto t¨®xico, y m¨¢s cuando la actividad pol¨ªtica de este pa¨ªs, que deber¨ªa servir para unirnos, en lo ¨²nico que est¨¢ empe?ada es en buscarse las debilidades y los puntos ciegos agitando la pasi¨®n para apu?alarse. Por suerte la sociedad espa?ola est¨¢ en otro sitio, con todos sus defectos no ha ca¨ªdo salvo en contadas excepciones en la provocaci¨®n y sigue empe?ada, a golpes de aliento en seguir buscando respuestas. Los muertos lo merecen. Sus malas muertes nos afrentan a todos. Y no se puede presumir de gesti¨®n cuando hay detr¨¢s una fosa com¨²n de tal magnitud. L¨¦anse el informe. Aunque no hay palabras para describir lo sucedido.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.