Lo m¨ªo, lo nuestro
Si practic¨¢ramos una visi¨®n de conjunto, ser¨ªamos m¨¢s ecu¨¢nimes, esto nos facilitar¨ªa un mayor sosiego y probablemente hasta nos lograra hacer m¨¢s inteligentes
Hablamos demasiado de nosotros mismos. A medida que aumenta el aislamiento generalizado, gracias a la pantomima de la hipercomunicaci¨®n, las personas se cierran como las flores en la noche. Ha sido interesante ver c¨®mo las manifestaciones de agricultores, que eran entendibles para todos, generaban al mismo tiempo una obtusa indiferencia. No va conmigo. Sucedi¨® antes, y m¨¢s grave, con las demandas de los sanitarios o los profesores, que pese a ser eco de nuestra sociedad carecieron de un apoyo contundente. Lo gremial nos distancia. All¨¢ cada cual. La nueva pol¨ªtica teatralizada tiende a disgregarnos y hasta los partidos nacionalistas, ya sean espa?oles o catalanes, han decidido seccionar a sus ciudadanos entre buenos y malos. Buenos y malos para sus intereses particulares, claro. Nada hay m¨¢s ladino que un nacionalista, que dice amar el todo cuando en realidad adora lo sesgado, lo particular, lo privado.
Ha resultado profundamente indigno ver c¨®mo el partido de la oposici¨®n utilizaba el primer caso notable en cinco a?os de corrupci¨®n dentro del Gobierno para lanzarse sobreactuado a la yugular, cosa que es entendible, pero que conven¨ªa moderar tras una trayectoria reciente que a¨²n se dirime en los juzgados. No ayuda tampoco su particular manera de encarar la corrupci¨®n entre sus propias filas, cargando contra fiscales, polic¨ªas, Gobierno y Agencia Tributaria cuando les sacan los colores. A¨²n m¨¢s felino ha sido el ataque contra los periodistas. Todav¨ªa estaba reciente la condena general a Pablo Iglesias cuando se?alaba a ciertos locutores o informadores y, sin embargo, se justifica el atacar y amedrentar a los profesionales que investigan en las brechas corruptas del entorno de la presidenta Ayuso. A su turbio piso no se pueden acercar a preguntar los reporteros, despu¨¦s de dos a?os de acoso al chalet de Irene Montero sin que los partidos rivales ordenaran parar ese acto indigno, excus¨¢ndose en una supuesta venganza por los antiguos escraches.
Son s¨ªntomas de c¨®mo lo propio importa mientras lo ajeno provoca desprecio. Esa hipersensibilidad la podemos tener las personas que nos dedicamos a la cultura. Nos fastidia sobremanera que ese ministerio o esa consejer¨ªa sea la que se concede al partido minoritario en las coaliciones, la que menos dotada est¨¢, la menos respetada en su contenido. Como nos sorprende que en Espa?a, por ejemplo, cuando un director de cine o un pintor son acusados de abusos sexuales su caso aparezca en la secci¨®n de cultura. Algo que no pasa en otros pa¨ªses, en Francia recientemente una actriz acus¨® a dos directores de violaci¨®n y obviamente la noticia iba en p¨¢ginas de sucesos, sociedad o juzgados, jam¨¢s en la de cine. Aqu¨ª no. No hay m¨¢s que ver el seguimiento de la violaci¨®n protagonizada por el futbolista Dani Alves. Ning¨²n medio lo segu¨ªa en su secci¨®n de deportes ni pon¨ªa a sus informadores de f¨²tbol a relatar los pormenores, porque era l¨®gico tratarlo como un contenido judicial. El hecho de que la secci¨®n de cultura sufra ese desdoro, rob¨¢ndole sus poquitas p¨¢ginas para hablar de abusadores o violadores provoca su profesi¨®n es art¨ªstica, nos provoca extra?eza. Estoy seguro de que quienes son ajenos ni siquiera hab¨ªan reparado en ello. Ser¨¢ debido a que flotamos permanentemente en nuestra placenta propia. Si practic¨¢ramos una visi¨®n de conjunto, con menos lupa y un poco m¨¢s de plano general, seguro que eso nos ayudar¨ªa a ser m¨¢s ecu¨¢nimes, nos facilitar¨ªa un mayor sosiego y probablemente hasta nos lograra hacer m¨¢s inteligentes.
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