Echar a Netanyahu
Impulsar la marcha del primer ministro es hoy un mal menor para la democracia israel¨ª. Podr¨¢ aplazarlo cuanto quiera, pero debe asumirlo como inevitable antes de la reconstrucci¨®n
Hombres fuertes, pa¨ªses d¨¦biles. Ya lo dijimos tiempo atr¨¢s. El lema se cumple. El atentado en Mosc¨² retrat¨® la prepotencia de Putin, incapaz de advertir que el aviso de los servicios secretos occidentales sobre la amenaza terrorista iba con ¨¦l. Cualquier pa¨ªs puede ser v¨ªctima del extremismo religioso, por eso resultan rid¨ªculos los que venden esa supuesta fortaleza especial. En Israel muchos se preguntan al d¨ªa de hoy si la brutal acci¨®n terrorista de Ham¨¢s, ese pogromo que precipit¨® la guerra actual, no buscaba exactamente lo que han logrado. Desestabilizar la mente rectora del poder israel¨ª y entregarla a un af¨¢n de castigo que la condujera a la encrucijada en la que ahora se encuentra. Han sacrificado todo el apoyo mundial en un ejercicio est¨¦ril de venganza que el mundo percibe como indiscriminado. Israel est¨¢ a punto de perder esa guerra sin recuperar a todos los rehenes a¨²n secuestrados, como habr¨ªa de ser prioritario. Liberarse del mandato de Netanyahu al d¨ªa siguiente de los terribles atentados en el territorio fronterizo con Gaza habr¨ªa sido m¨¢s eficaz, porque este rotundo fracaso de la estrategia de mano dura, de ocupaci¨®n y humillaci¨®n de los palestinos no logra m¨¢s que su reverso.
De haber cesado de inmediato al Gobierno ultra de Netanyahu al d¨ªa siguiente del gran desastre defensivo, los israel¨ªes habr¨ªan podido emprender la respuesta desde un ¨¢ngulo distinto al que dictaba la acci¨®n de Ham¨¢s, un ataque que ha logrado sus objetivos propagand¨ªsticos por pura miop¨ªa. En lugar de perseguir la venganza desmesurada y la gesticulaci¨®n militar, los israel¨ªes habr¨ªan contado con la solidaridad internacional y una aceptaci¨®n del castigo a los culpables sin incomodar a socios y aliados. Con Netanyahu en el poder tan solo se impuso una prioridad: salvar su cabeza carbonizada y agitar el militarismo, esa forma primaria del patriotismo. El resultado es un desastre humano. Los ojos del mundo girados hacia una matanza indiscriminada. Tras los asesinatos de cooperantes que transportaban comida a los territorios en los que se condena a la muerte por inanici¨®n a miles de inocentes, resulta f¨¢cil hacer el c¨¢lculo. All¨¢ donde el ej¨¦rcito israel¨ª ha matado a 200 voluntarios debidamente acreditados y a m¨¢s de un centenar de periodistas profesionales, es f¨¢cil concluir que miles de civiles han sido masacrados sin ning¨²n recato ni prudencia. La magnitud del desastre no hace m¨¢s que crecer cada jornada, deslegitimando la respuesta a la afrenta del secuestro, violaci¨®n y asesinato de los centenares de inocentes en la jornada vergonzosa en que Ham¨¢s asalt¨® las fronteras territoriales.
Echar a Netanyahu es ya hoy un mal menor para la democracia israel¨ª. Un tr¨¢mite que podr¨¢ aplazar cuanto quiera, pero que le queda por asumir como inevitable antes de la reconstrucci¨®n. Los ¨²nicos que siguen aplaudiendo su estrategia equivocada son fan¨¢ticos o l¨ªderes extranjeros cautivos de su propio pasado. Hasta la guerra tiene sus normas, por m¨¢s que se haya impuesto el ataque a distancia y teledirigido. Pero ya estamos viendo que ni tan siquiera se respetan las embajadas y espacios consulares, algo que causa un efecto contagio como el episodio lamentable del asalto policial a la Embajada de M¨¦xico en Ecuador. Nada hay m¨¢s perverso que un liderazgo fuerte al servicio de una idea d¨¦bil.
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