La fatiga del Gatopardo vasco
El descenso del PNV, aunque matizado, es estructural y no deriva necesariamente de una mala valoraci¨®n de la acci¨®n de gobierno. Es algo m¨¢s profundo: un realineamiento latente de la nueva generaci¨®n de votantes que no ha conocido el Pa¨ªs Vasco bajo el terrorismo
Aunque se daba por descontada la continuidad de la mayor¨ªa de gobierno actual, las elecciones vascas de ayer dejan un dato nuevo: algo se mueve en Euskadi.
Los l¨ªderes pol¨ªticos espa?oles siempre han contado con la estabilidad de la variable vasca: una representaci¨®n inalterable (y pragm¨¢tica) del PNV en el Congreso y el aislamiento de la izquierda abertzale por su posici¨®n respecto al terrorismo reduc¨ªan la propagaci¨®n de los movimientos pol¨ªticos en Euskadi. ETA hac¨ªa el resto. La primac¨ªa electoral del PNV nunca se puso en cuesti¨®n en los casi 50 a?os del actual per¨ªodo de democracia y autogobierno. Solo en las elecciones generales de 1993 y 2023 los jeltzales fueron superados por los votos del PSOE, en contextos de m¨¢xima movilizaci¨®n y competitividad de la pol¨ªtica espa?ola.
Esta fuerza ha tenido mucho que ver con la capacidad de actuar como pilar de la sociedad vasca. Es el PNV hoy uno de los pocos ejemplos que a¨²n pueden explicarse con aquel estudio seminal sobre los partidos pol¨ªticos que Maurice Duverger public¨® hace 70 a?os. En ¨¦l, el polit¨®logo franc¨¦s establec¨ªa el concepto de partido de masas y desvelaba la trascendencia de su armaz¨®n, con sus agrupaciones locales, el papel de sus afiliados y el predominio de sus cargos org¨¢nicos. Era un modelo que permit¨ªa compaginar la aristocracia interna de los partidos con la democracia de los electores.
Los comicios de ayer significaban una nueva prueba para la validez de ese modelo en tiempos de personalizaci¨®n y partidos jibarizados. Por eso, m¨¢s all¨¢ de esca?os y f¨®rmulas de gobierno, estas elecciones deb¨ªan aclarar dos inc¨®gnitas de largo alcance. ?Hasta qu¨¦ punto la base social del PNV se est¨¢ viendo erosionada en favor de la izquierda abertzale? ?Y c¨®mo podr¨ªa afectar eso en el futuro a la formaci¨®n de mayor¨ªas en las Cortes Generales, m¨¢s all¨¢ de las necesidades de Pedro S¨¢nchez hoy?
Para afrontar el primer interrogante, el PNV recurri¨® al principal instrumento que tienen todos los partidos para intentar superar situaciones adversas: cambiar al l¨ªder electoral. Con Imanol Pradales, emulaba la misma f¨®rmula que, con Ardanza, Ibarretxe y Urkullu, permiti¨® superar graves situaciones de riesgo en el pasado (la ruptura interna, el estancamiento electoral, la p¨¦rdida del gobierno).
De momento, la operaci¨®n Gatopardo del PNV volver¨¢ a funcionar, aunque cada vez con menos fuerza. Si bien logra detener el declive electoral experimentado desde 2001, sumando unos pocos miles de votos, los jeltzales parece alejarse (?definitivamente?) de la cota de 400.000 votos que perdieron en 2009 y que se?alaba su primac¨ªa social en otros tiempos. De hecho, son los terceros peores resultados en el espacio representado por el PNV y la EA de Carlos Garaikoetxea. Aunque es un descenso con matices (como muestra la resistencia del partido a nivel local), y m¨¢s fluctuante que declinante, es estructural. No deriva necesariamente de una mala valoraci¨®n de los ciudadanos de la acci¨®n del Gobierno auton¨®mico. Es algo m¨¢s profundo, y que habr¨¢ que leer con cuidado. Hace tiempo que parece manifestarse un realineamiento latente de la nueva generaci¨®n de votantes que no ha conocido el Pa¨ªs Vasco bajo el terrorismo. Tal como ha sucedido en otros contextos m¨ªnimamente comparables, como Irlanda del Norte o C¨®rcega, la superaci¨®n de la violencia pol¨ªtica iba a abrir necesariamente el juego pol¨ªtico en Euskadi.
Lo har¨ªa en la medida en que la izquierda abertzale pudiera convertirse en un actor v¨¢lido para las coaliciones. Adem¨¢s, la liberaci¨®n del yugo del terrorismo ha permitido introducir en la agenda p¨²blica una discusi¨®n m¨¢s abierta y matizada de otros temas que siempre estuvieron ah¨ª y que ahora ocupan toda la atenci¨®n: la sanidad, las condiciones laborales, las desigualdades sociales, los servicios p¨²blicos, el medio ambiente¡ y el descr¨¦dito de la pol¨ªtica tradicional.
En ese contexto, el PNV y el PSE, como partidos de orden y de gobierno, corren el riesgo de perder apoyos entre los nuevos ciudadanos vascos que quieren cambios. Y por la misma raz¨®n, la izquierda abertzale emerge como la opci¨®n con mayor capacidad de atracci¨®n entre diferentes electorados, una vez que Podemos y la izquierda federalista perdieron la oportunidad.
M¨¢s relevante que el hist¨®rico resultado de EH Bildu en esca?os (27) y en apoyos, superando por primera vez la cota de los 300.000 votos, es el hecho de que una parte de ellos proviene de quienes en otros tiempos habr¨ªan votado al PNV. Las encuestas ya apuntaban una peque?a pero significativa transferencia de votos del PNV a EH Bildu, con un perfil identificable: j¨®venes y bien formados. Es una oportunidad para la izquierda abertzale, y tambi¨¦n una exigencia: la ampliaci¨®n de sus fronteras implica la absorci¨®n de mayores contradicciones, empezando por la cuesti¨®n soberanista.
De momento, la resistencia del PSE evita mayores especulaciones y le da a los socialistas una situaci¨®n parad¨®jica: su encogimiento electoral, tambi¨¦n estructural, no impide la ampliaci¨®n de su influencia, al poder reivindicar su capacidad de formar mayor¨ªas con los dos grandes partidos, algo tambi¨¦n sin precedentes. Esa carta no tendr¨¢ efectos en la Lehendakaritza, pero quiz¨¢ s¨ª en los movimientos del PNV en el Congreso. S¨¢nchez sigue rentabilizando mejor que nadie sus cada vez m¨¢s ajustados apoyos. En Euskadi, adem¨¢s, lo hace en contraposici¨®n a una derecha espa?olista que confirma su estancamiento como actor pol¨ªtico irrelevante.
Esto nos conduce al segundo interrogante que se?al¨¢bamos. El auge de la izquierda abertzale en detrimento del PNV acent¨²a el cambio que ya se dio en Catalu?a hace unos a?os: la fragmentaci¨®n del nacionalismo perif¨¦rico hacia la izquierda. Es importante constatar esa derivada. La aparici¨®n de Podemos/Sumar, Ciudadanos y Vox no redujo ni un ¨¢pice el per¨ªmetro de la tercera Espa?a. Pero esta tambi¨¦n ha cambiado.
Esa evoluci¨®n no solo puede limitar el margen de sumas y restas que tendr¨¢ el PP con sus otrora tradicionales aliados nacionalistas, sino que pondr¨¢ m¨¢s presi¨®n a estos cuando quieran explorar alianzas t¨¢cticas con la derecha espa?ola.
En ese futuro, un PSOE m¨¢s peque?o que en el pasado aparece como el aliado inevitable, siempre que est¨¦ en condiciones de tomar la iniciativa ante sus potenciales aliados, y no de ir arrastras ante sus demandas, como dej¨® en evidencia en la ¨²ltima sesi¨®n de investidura. Y siempre que sepa representar la pluralidad de todos estos apoyos sociales.
En todo caso, ser¨¢ un futuro sin terrorismo. Estas no han sido las primeras elecciones vascas sin ETA, pero s¨ª han permitido poner de manifiesto el significado que esa organizaci¨®n dejar¨¢ en la memoria de Euskadi. ETA ha desaparecido para el votante vasco de hoy. Pero nadie podr¨¢ aspirar a ser lehendakari si no est¨¢ en condiciones de asumir con autoridad y sin ambages un relato compartido sobre el pasado que sea aceptable para la mayor¨ªa de la sociedad vasca, sin eufemismos ni complejos.
En el fondo, los resultados de estas elecciones nos dejan all¨ª donde aspiraban a llevarnos aquellos que dieron o dedicaron su vida a la defensa de una democracia en paz y libertad. Los excelentes resultados de EH Bildu, y sus prometedoras opciones de gobernar en un futuro, son el fruto de gente como Ardanza, Benegas, J¨¢uregui, Ord¨®?ez y tantos otros miles de vascos de todos los partidos e ideolog¨ªas. Es esa la lecci¨®n que cuesta a¨²n asumir en algunos despachos de Madrid, y por lo visto estos d¨ªas, en los dirigentes de la izquierda abertzale. Sin duda, es la principal lecci¨®n que nos ayudar¨¢ a entender la Euskadi de ma?ana.
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