Muy generos¨ªsimo maestro
Francisco Rico fue mucho m¨¢s que un sabio, tambi¨¦n fue promotor de uno de los primeros programas televisivos sobre lengua y dirigi¨® colecciones que popularizaron nuestra literatura en los quioscos
En el Quijote un personaje encomia un ¡°muy sabros¨ªsimo queso¡± y otro habla de sus l¨¢grimas de ¡°muy alegr¨ªsimo contento¡±. Lo m¨¢s probable es que Cervantes nunca escribiera esas frases. En el espa?ol actual, decir de algo que es muy car¨ªsimo o muy penos¨ªsimo no es correcto desde el punto de vista normativo, pero en la lengua hablada de aqu¨ª y de all¨¢ es posible toparse con esta construcci¨®n de muy con ¨ªsimo sin mayor problema. A inicios del siglo XVII, cuando se imprimen las dos partes del gran libro de nuestra literatura, esa forma de superlaci¨®n acabada en ¨ªsimo todav¨ªa se estaba asentando en el idioma y no se ve¨ªa tan claro como hoy que algo car¨ªsimo es m¨¢s caro que muy caro. Aun as¨ª, hacer coincidir muy con ¨ªsimo empezaba a sonar extra?o y ya no aparec¨ªa tan frecuentemente en la prosa culta. Cervantes no lo usa en sus textos salvo en esos dos casos del Quijote.
Hace unos a?os, alguien nos ense?¨® en un libro llamado El texto del ¡°Quijote¡± (2005) que para entender la lengua y el sentido de una obra hab¨ªa que fijarse tambi¨¦n en su materialidad, en algo tan ajeno al autor como el soporte en que circulaba el texto. Si se miran las correspondientes p¨¢ginas en que est¨¢n escritas ambas expresiones del Quijote, se observa que en los dos casos las formas con muy ¨ªsimo aparecen en p¨¢ginas con mucho espacio entre palabras, con mucho aire en los renglones, como si sobrara papel.
Tal es la raz¨®n de esos muy ¨ªsimo del Quijote y eso lo descubri¨® el fil¨®logo Francisco Rico (1942-2024). Hall¨® que en los talleres de imprenta los pliegos internos de una obra se imprim¨ªan como cuadernillos independientes que luego se doblaban y encuadernaban y que eso obligaba a hacer un c¨¢lculo de p¨¢ginas previo sobre el papel que se necesitar¨ªa. Acredit¨® que los impresores fallaban a veces por cuenta de menos o de m¨¢s y que, si eso ocurr¨ªa, se sent¨ªan en la libertad de recortar texto del original del autor o, al contrario, pod¨ªan embutir palabras para rellenar, como hacen los estudiantes cuando no manejan bien la lecci¨®n y en el examen escriben mucho y muy grande para rellenar los folios. Eran ardides tipogr¨¢ficos de cualquier profesional con experiencia. Cervantes seguramente escribi¨® solo sabroso queso o alegre contento, y el impresor ama?¨® para henchir la p¨¢gina.
Pongo este ejemplo menudo como muestra de esa filolog¨ªa de imprenta que el profesor Rico nos ense?¨® a hacer. Podr¨ªa poner ejemplos similares de c¨®mo nos dio la vuelta a nuestra interpretaci¨®n del Lazarillo de Tormes, de su imponente investigaci¨®n sobre Petrarca, de su agudeza al explicarnos las Glosas como el cuaderno de un estudiante de lat¨ªn o de su agudo retrato del sevillano Antonio de Nebrija como el primer espa?ol con sentido europe¨ªsta que luch¨® contra esos b¨¢rbaros que manejaban un mal lat¨ªn.
No puedo resumir la bibliograf¨ªa de un maestro, de un tit¨¢n de la filolog¨ªa, en estos p¨¢rrafos que me preceden. Sus avances en la interpretaci¨®n de los grandes textos de nuestro pasado fueron haciendo de Francisco Rico una cita indispensable en las clases universitarias sobre cultura, historia y literatura. Pero no fue solo un sabio cuya erudici¨®n nos mejor¨® las clases. Rico fue promotor de uno de los primeros programas televisivos sobre lengua, dirigi¨® colecciones editoriales que popularizaron nuestra literatura en los quioscos, no se alejaba de la vida p¨²blica. En este peri¨®dico public¨® numerosas tribunas: yo les recomiendo la que dirigi¨®, con seny y humanidad, a Marta Rovira, secretaria general de ERC, cuando fue imputada por un delito de rebeli¨®n y huy¨® a Suiza. Las propias declaraciones de Rico, barcelon¨¦s, sobre el nacionalismo nos muestran una forma de ver la siempre abejeante cuesti¨®n catalana alejada de convulsiones y equidistancias. Rico mostr¨® su desacuerdo con el proc¨¦s y, sin bailar el agua al nacionalismo catal¨¢n, defend¨ªa el exquisito papel de Barcelona en el argumento del Quijote y hablaba sin obst¨¢culos de Bernat Metge o del Tirant.
Rico muri¨® el s¨¢bado pasado. Cuando el domingo comprob¨¦ que la noticia de su fallecimiento no sal¨ªa en las portadas de todos los peri¨®dicos espa?oles sent¨ª una profunda decepci¨®n. ?Que no ha muerto un sabio especialista m¨¢s ni un meritorio erudito ilustrado! ?Que ha muerto Francisco Rico! Una no es tan inocente como para creer que la Filolog¨ªa es m¨¢s importante que el deshojar la margarita del presidente o el f¨²tbol de ayer, pero no deja de ser indicativo de c¨®mo estamos el ver que se relegaba a p¨¢ginas interiores el fallecimiento de un intelectual irrepetible. Dan ganas de irse a las bibliotecas y sacar sus libros en manifestaci¨®n.
S¨¦ que los obituarios suelen caer en el pecado admisible de la exageraci¨®n pero me puedo permitir hacerlo para compensar esa ausencia en las portadas: muy sabros¨ªsimo conversador, muy generos¨ªsimo maestro Francisco Rico, que Cervantes te tenga en su gloria.
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