?balos, truhan y ¡®se?oro¡¯
Apuesto que el exministro piensa que un hombre tiene derecho a guardar sus secretos, sean de alcoba o de Estado, y llev¨¢rselos a la tumba, a sus memorias o al banquillo
Hay una subespecie de bar¨®n espa?ol, con be y con uve, que me fascina, independientemente del ¨¢mbito en el que ejerza su baron¨ªa. Puede ser el trabajo, la pol¨ªtica, la cultura, el bar de la esquina, el grupo de WhatsApp de la familia o las reuniones de la comunidad de vecinos. Da igual. Nuestro var¨®n se cree el rey de esa selva y, a falta de corona, exhibe otros poderes que le funcionan con seg¨²n qu¨¦ s¨²bditos. Es ese tipo al que se ve llegar a los sitios dejando un reguero de testosterona, saludando al p¨²blico con cara de aqu¨ª estoy yo porque he llegado, y escaneando de arriba abajo a las mujeres, que por algo son regalo del Se?or, menos su madre, su se?ora y sus hijas, que son unas santas. Ese sujeto rumboso, amigu¨ªsimo de sus amigos, a los que palmea siempre las espaldas, y archienemigo de sus enemigos, a los que no se las da nunca, no sea que lo apu?alen. Un machote, que no siempre un lince ib¨¦rico. Ese es nuestro hombre.
El pen¨²ltimo esp¨¦cimen de esa estirpe en tenerme hipnotizada es Jos¨¦ Luis ?balos, exministro de Pedro S¨¢nchez, suspendido de militancia por su PSOE de su alma tras conocerse los enjuagues de Koldo Garc¨ªa, su escudero de confianza, y autodesterrado al Grupo Mixto. Ay, ?balos, para lo que has quedado, con lo que has sido. Si lo viera Calder¨®n de la Barca en los plenos del Congreso, lo fichaba para el Segismundo de La vida es sue?o. Ah¨ª est¨¢ el t¨ªo, el gallo m¨¢s chulo del gallinero, muerto de pena por ¨¦l mismo, con esa pose de mirando al banco azul, so?¨¦; ese rictus de ay, m¨ªsero de m¨ª, ay, infelice; y ese ce?o de si yo hablara, temblaba el misterio. Pero no habla, por ahora. Un hombre tiene derecho a tener sus secretos, sean de alcoba o de Estado, y llev¨¢rselos a la tumba, a sus memorias, o al banquillo, apuesto que piensa. Que solo le queda pasar por el tribunal de Dios, dijo el otro d¨ªa en la mism¨ªsima comisi¨®n de investigaci¨®n del Senado sobre el caso Koldo. Pues eso. Que el cielo lo juzgue si es que no lo juzgan antes los jueces. ?l ya no tiene trono ni reina, ni nadie que lo comprenda, pero sigue siendo el rey de su jungla.
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