El debate | ?Consumir menos agua o mejorar las infraestructuras? ?Cu¨¢l es la soluci¨®n para la sequ¨ªa?
El cambio clim¨¢tico est¨¢ agravando los problemas end¨¦micos de falta de agua en Espa?a. Es necesario tomar medidas que garanticen el suministro en el futuro
En 2022, el hemisferio norte vivi¨® una grav¨ªsima sequ¨ªa, cuyos efectos todav¨ªa sufrimos. Las lluvias de esta primavera han dado un respiro a los embalses, pero no por igual en todo el pa¨ªs:...
En 2022, el hemisferio norte vivi¨® una grav¨ªsima sequ¨ªa, cuyos efectos todav¨ªa sufrimos. Las lluvias de esta primavera han dado un respiro a los embalses, pero no por igual en todo el pa¨ªs: en algunas regiones, como en Catalu?a, se sigue viviendo una sequ¨ªa como nunca antes en la historia. Ante esta situaci¨®n, urge adoptar soluciones que garanticen el suministro en un futuro.
Para Josefina Maestu, economista del agua en la Universidad de Alcal¨¢, la soluci¨®n est¨¢ en ajustar el consumo de agua a los recursos disponibles. La presidenta de la Asociaci¨®n Espa?ola de Ingenieros Agr¨®nomos, Mari Cruz D¨ªaz, afirma que la tecnolog¨ªa ya es capaz de salvar las diferencias entre la Espa?a seca y la Espa?a h¨²meda y que lo que hay que hacer es invertir en la b¨²squeda de los recursos necesarios.
Repensar los regad¨ªos y reducir el consumo
Josefina Maestu
La sequ¨ªa es un fen¨®meno impredecible ya convertido en estructural compa?ero de viaje. Lo excepcional convertido en normalidad. Un fen¨®meno que hace imprescindible m¨¢s planificaci¨®n y m¨¢s flexibilidad.
Es evidente que ha llegado el momento de actuar de otra forma frente a las sequ¨ªas. Para ello hay que estar menos expuestos, porque es dif¨ªcil reaccionar cuando nuestros sistemas est¨¢n explotados al l¨ªmite. Tradicionalmente en Espa?a, como en muchos otros lugares, los problemas de falta de agua se han tratado de solucionar buscando m¨¢s recursos. Pero reducir nuestra exposici¨®n al impacto de las sequ¨ªas requiere sobre todo la trasformaci¨®n de la econom¨ªa y del modelo de ciudad para hacerles menos dependiente del agua. Para que las necesidades puedan seguir siendo cubiertas en el futuro, debemos tambi¨¦n facilitar y no impedir las funciones del ciclo hidrol¨®gico natural, y sobre todo ajustar nuestros usos de agua a los recursos disponibles. Es necesario un cambio estructural de la econom¨ªa, especialmente la de regad¨ªo, protegiendo al regad¨ªo tradicional y apoyando la transici¨®n justa hacia otra forma de desarrollo rural.
Este nuevo planteamiento se justifica, entre otras cosas, porque nuestros acu¨ªferos ¡ªel gran recurso estrat¨¦gico frente a las sequ¨ªas¡ª est¨¢n en gran medida agotados o tremendamente deteriorados por la contaminaci¨®n, especialmente en el medio rural donde, adem¨¢s, muy a menudo se carece de otras alternativas de fuentes de agua. En muchos lugares de Andaluc¨ªa y del resto de Espa?a, el uso del agua subterr¨¢nea no es sostenible y la cada vez m¨¢s reducida precipitaci¨®n es incapaz de regenerar nuestros acu¨ªferos al mismo ritmo que extraemos agua, especialmente para regar. Por si fuera poco, impermeabilizamos nuestras ciudades, con lo que impedimos la infiltraci¨®n en nuestros acu¨ªferos del agua de la que dependemos y el pavimento aumenta el efecto isla de calor. Gestionamos las inundaciones con soluciones duras como diques, embalses y tanques de tormentas, requeridas incluso en las instrucciones t¨¦cnicas de la Direcci¨®n General del Agua del MITECO, en vez de considerar soluciones basadas en la naturaleza, como las planteadas en Holanda o Alemania, de dar espacio al r¨ªo y permitir que el agua de lluvia ocupe las llanuras de inundaci¨®n o se infiltre en las ciudades antes de llegar al sistema de saneamiento.
En un escenario de cambio clim¨¢tico es obligado replantear la pol¨ªtica agr¨ªcola para evaluar qu¨¦ regad¨ªos siguen teniendo sentido en t¨¦rminos econ¨®micos sociales y territoriales. Por doquier, y especialmente en Andaluc¨ªa, vemos como en los ¨²ltimos veranos los r¨ªos se secan porque se extrae de manera descontrolada toda el agua para el regad¨ªo, dejando los caudales ecol¨®gicos en una mera declaraci¨®n de intenciones. Vemos los impactos sobre espacios de alto valor como Do?ana, el Mar Menor o las Tablas de Daimiel. Tenemos que apostar por un regad¨ªo familiar, deteniendo el populismo h¨ªdrico que promete falsas ampliaciones que generalmente no se cumplen y generan especulaci¨®n arruinando a los menos informados. Hay tambi¨¦n que perseguir con toda la dureza de la ley los pozos ilegales. Es necesario trabajar junto a las comunidades de regantes y las asociaciones agrarias para avanzar hacia una agricultura regenerativa m¨¢s sostenible, que conlleve empleo de calidad y que sirva realmente de base a las econom¨ªas locales.
Las ciudades tambi¨¦n tienen mucho que hacer. Sevilla consigui¨® bajar su consumo de 174 a 96 millones de metros c¨²bicos anuales, gracias a las inversiones municipales en la renovaci¨®n de tuber¨ªas para evitar fugas y a un esfuerzo colectivo del conjunto de la ciudadan¨ªa. En C¨¢diz en los primeros seis meses desde el lanzamiento de la campa?a ¡°Reto 100¡å el consumo medio por habitante y d¨ªa se redujo en seis litros de los 119 que cada habitante consume al d¨ªa. Ciudades como X¨¤bia, Terrassa, C¨¢diz o el ¨¢rea metropolitana de Sevilla han puesto en marcha observatorios de participaci¨®n ciudadana que se han convertido en instrumentos b¨¢sicos para una nueva gesti¨®n del agua como bien com¨²n.
Menos restricciones, mejor planificaci¨®n
Mari Cruz D¨ªaz
?Y si en lugar de pensar en la sequ¨ªa como una anomal¨ªa, como un fen¨®meno clim¨¢tico que se produce cada cierto tiempo, la vi¨¦semos como una cuesti¨®n estructural? ?No ser¨ªa acaso m¨¢s pr¨¢ctico dise?ar una planificaci¨®n a largo plazo que evitase la aplicaci¨®n de soluciones de urgencia que siempre desembocan en restricciones o en injustos se?alamientos?
Para confeccionar un plan estrat¨¦gico necesitamos articular un abanico de respuestas vers¨¢til y flexible. Olv¨ªdense de una soluci¨®n ¨²nica, excluyente y est¨¢tica; aqu¨ª se trata de disponer de todas las alternativas a nuestro alcance para que, gestionadas de una forma din¨¢mica, nos permitan alcanzar una soluci¨®n al problema real en el menor tiempo posible.
Antes de iniciar cualquier actuaci¨®n, urge identificar los puntos de acceso al agua, su demanda y las redes que conducen hasta ellos. El siguiente paso consiste en movilizar todas las fuentes de agua disponibles, sin excepci¨®n: cuencas excedentarias, aguas regeneradas, desaladoras, pozos de sequ¨ªa, etc¨¦tera. Con dos incisos: primero, urge la incorporaci¨®n al sistema de las aguas regeneradas que se producen en nuestras depuradoras porque, salvo en el sureste espa?ol (zona en la que s¨ª se utilizan) su empleo es insignificante en el resto de Espa?a. Por otra parte, debemos tener en cuenta que, si nuestro clima es end¨¦micamente espasm¨®dico y cambiante, el calentamiento global exacerbar¨¢ este comportamiento, alterando la frecuencia y la intensidad de las lluvias (puede llover mucho m¨¢s o mucho menos de una forma m¨¢s frecuente). Esto nos obliga a desplegar infraestructuras a fin de captar y derivar las aguas procedentes de estas tormentas extraordinarias, am¨¦n de cuidar muy especialmente las cabeceras de nuestros r¨ªos, dada su decisiva influencia en el ciclo hidrol¨®gico.
El siguiente paso consistir¨ªa en la implantaci¨®n de una Red de Conectividad Hidr¨¢ulica de alta eficiencia que uniese todas esas fuentes. Hablo de conexiones entre distintas cuencas hidrogr¨¢ficas, pero tambi¨¦n dentro de la misma cuenca e incluso entre comunidades de regantes. Esto nos permitir¨ªa activar todas las opciones de transferencia para distribuir el agua en funci¨®n de las distintas demandas, prioridades y de su coste/beneficio tanto econ¨®mico como ambiental. Es decir, no se trata de plantear una ¨²nica soluci¨®n al problema, sino de aplicar una soluci¨®n diferente en funci¨®n de las circunstancias concretas que se den en cada momento. Para que esta ecuaci¨®n funcione, se hace perentorio incrementar la capacidad de almacenamiento; es decir, necesitamos despensas de agua, que van desde interconectar las infraestructuras que ya existen, a las balsas de regulaci¨®n, la recarga artificial de acu¨ªferos o los propios humedales.
Todo lo anterior nos conduce inexorablemente a gestionar la demanda y no el recurso (que es lo que se ha venido haciendo hasta ahora). Esto significa que no debemos pensar en c¨®mo se reparte el agua de la que disponemos, sino que, desde la ¨®ptica del riego, tenemos que evaluar cu¨¢nta agua necesitaremos, de qu¨¦ caracter¨ªsticas y cu¨¢ndo y de qu¨¦ manera deberemos proporcion¨¢rsela a la planta para optimizar su productividad.
El correlato inevitable de lo anteriormente expuesto pasa por continuar con la modernizaci¨®n de los regad¨ªos y su digitalizaci¨®n, pero tambi¨¦n por actuar sobre los suelos y su fertilidad, por emplear la biotecnolog¨ªa con el prop¨®sito de obtener plantas mejor adaptadas a las nuevas condiciones clim¨¢ticas de cada zona y por actuar sobre la planta misma mediante los agronutrientes y bioestimulantes, as¨ª como minimizar las p¨¦rdidas por problemas relacionados con la sanidad vegetal.
Medidas, todas ellas, coherentes y alineadas con los postulados europeos: inversi¨®n en conocimiento, tecnolog¨ªa y econom¨ªa circular. Antes de plantear disposiciones restrictivas de reducci¨®n o incluso abandono del regad¨ªo, sin pensar en c¨®mo mantendremos la soberan¨ªa alimentaria y la viabilidad econ¨®mica y social de estas zonas, analicemos cu¨¢les son nuestros recursos, identifiquemos nuestras fortalezas y gestionemos de forma inteligente nuestra agua, porque, haberla, hayla.