Fin de ciclo para Puigdemont y Junqueras
Consolidar la normalidad pol¨ªtica en Catalu?a, tambi¨¦n la del independentismo, pasa por el relevo en la direcci¨®n de Junts y ERC
La noche del 25 octubre de 2017, en la Sala T¨¤pies del Palau de la Generalitat hab¨ªa 27 personas reunidas en una mesa rectangular. Presid¨ªa Carles Puigdemont y a su derecha estaba Oriol Junqueras. Hab¨ªan sido convocados para discutir si se anticipaban las elecciones o no y as¨ª evitar la escalada del conflicto ¡ªse hab¨ªa encarcelado ya a los l¨ªderes del movimiento social¡ª y tratar de impedir la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155. Aunque durante la legislatura el Govern hab¨ªa intentado proyectar cierta imagen de cohesi¨®n, la rivalidad entre Junts y Esquerra, que se ven¨ªa intensificando desde hac¨ªa casi 15 a?os, hab¨ªa llegado a l¨ªmites peligrosos: la responsabilidad de organizar el refer¨¦ndum pod¨ªa tener consecuencias penales y, a pesar de ello, unos y otros hab¨ªan seguido farole¨¢ndose para proyectar la imagen que el 1 de Octubre hab¨ªa sido posible gracias a uno u a otro porque interpretaban que de eso depend¨ªa su suerte electoral a corto plazo. El president hab¨ªa cedido y prefer¨ªa convocar, el vicepresident call¨® y otorg¨®.
Durante aquellas horas los dos l¨ªderes se apostaron el autogobierno en una timba partidista que a¨²n no se ha resuelto. Esa madrugada la pugna por el poder auton¨®mico tambi¨¦n adquiri¨® una dimensi¨®n fratricida que no ha dejado de condicionar la gobernanza de Catalu?a. La partida se resolvi¨® al cabo de menos de 48 horas con una depresiva declaraci¨®n de independencia que no llevaba a ninguna parte, la querella por rebeli¨®n presentada por el fiscal general del Estado y la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155: el autogobierno, concreci¨®n institucional de un siglo largo de catalanismo, fue intervenido.
Han pasado casi siete a?os. Hoy los principales l¨ªderes independentistas siguen siendo Puigdemont ¡ªque no ha podido regresar a Catalu?a ni para enterrar a sus padres¡ª y Junqueras ¡ªinhabilitado tras haber pasado cuatro a?os en la c¨¢rcel. Los responsables de sus partidos tambi¨¦n estaban all¨ª. Esa noche a la izquierda de Puigdemont se sentaba Jordi Turull. Era consejero de la presidencia, despu¨¦s pas¨® cuatro desproporcionados a?os en la c¨¢rcel. Hoy es secretario general de Junts. Enfrente del president estaba Marta Rovira, que desde poco despu¨¦s se instal¨® en Suiza para evitar ser detenida y est¨¢ acusada de terrorismo por liderar (presuntamente) una organizaci¨®n cuya actividad real fue la organizaci¨®n de actos de desobediencia civil tras la sentencia del Tribunal Supremo. Sigue siendo secretaria general de Esquerra Republicana. Junqueras y Turull fueron indultados por el Gobierno de Pedro S¨¢nchez; Puigdemont y Rovira deber¨ªan beneficiarse de la Ley de Amnist¨ªa que est¨¢ en proceso de tramitaci¨®n y ojal¨¢ pronto puedan volver a su casa.
As¨ª se cerrar¨¢ el ep¨ªlogo del proc¨¦s. El ¨²ltimo p¨¢rrafo se escribi¨® este domingo cuando Salvador Illa gan¨® las elecciones. El punto final, para consolidar la normalidad pol¨ªtica en Catalu?a, tambi¨¦n la del independentismo, deber¨ªa ser el relevo en la direcci¨®n de sus partidos. Los datos lo evidencian: el ciclo de esa elite pol¨ªtica ha concluido. Si no hay renovaci¨®n, habr¨¢ m¨¢s rencor. Delenda est proc¨¦s.
Las elecciones convocadas en virtud de la aplicaci¨®n del art¨ªculo 155 profundizaron la incompatibilidad entre Puigdemont y Junqueras, que no ha cesado, pero el fervor era tal que no pudo visualizarse un cambio que confirmaron las elecciones de este 12 de mayo: la victoria en votos de Ciudadanos, que dej¨® al Partido Socialista de Catalu?a en una posici¨®n secundaria, evidenciaba que el consenso catalanista sobre el que se hab¨ªa construido la Catalu?a democr¨¢tica estaba siendo impugnado.
En su momento los partidos independentistas, asediados en los tribunales, no interiorizaron lo que hab¨ªan arriesgado al tensar la composici¨®n identitaria de su sociedad. Sin problematizar esa nueva realidad, formaron un gobierno cuyo prop¨®sito declarado era la culminaci¨®n del proc¨¦s a pesar de haber perdido toda su fuerza en 2017. Pero el Ejecutivo Torra tampoco logr¨® cohesionar a los dos partidos y, antes de la pandemia, el president ya daba la legislatura por terminada. Cuando se intercambiaron las tornas y Esquerra obtuvo la presidencia, pas¨® tres cuartos de lo mismo. Siguiendo el viraje estrat¨¦gico impulsado por Junqueras, el president Aragon¨¦s ha tratado de redignificar la instituci¨®n con m¨¢s oficio que ambici¨®n, pero esa v¨ªa de restituci¨®n de la Generalitat fue boicoteada por Junts primero en el govern y luego, fuera del Ejecutivo, en el Parlament.
Ha sido otra legislatura que acaba en gatillazo. Ni una sola ha durado cuatro a?os desde 2010. La media es de dos a?os y medio. Ese frenes¨ª electoral, que impide la implementaci¨®n de pol¨ªticas transformadoras y desapodera la Generalitat, no se ha correspondido con un aumento de apoyo en las urnas ni la consolidaci¨®n de poder para el independentismo. En realidad, est¨¢ sucediendo exactamente lo contrario.
El cambio de estrategia de Esquerra no ha sido premiado. Hoy no gobierna una sola capital de provincia y acaba de perder la presidencia. Ha dilapidado centenares de miles de votos. Aunque la victoria de Xavier Trias centr¨® la atenci¨®n la noche de las ¨²ltimas municipales, los pactos postelectorales de Junts les dej¨® sin la alcald¨ªa de Barcelona en el ¨²ltimo segundo y con menos poder del que part¨ªan (en las principales alcald¨ªas, como cont¨® la periodista N¨²ria Orriols en Ara, en las diputaciones provinciales). Y si ahora el efecto Puigdemont deb¨ªa alterar significativamente el mapa, a pesar de haber sumado tres diputados, s¨ª, la din¨¢mica electoral de las ¨²ltimas convocatorias no se ha modificado. Se ha intensificado.
En los ¨²ltimos a?os los partidos independentistas han invertido su capital parlamentario en Madrid en la desjudicializaci¨®n, y les ha rentado. Y ahora que las consecuencias penales del proc¨¦s parece que se acaban, miles de sus votantes les han dicho basta. Esta sostenida p¨¦rdida de apoyos es la demostraci¨®n de la falta de confianza de los independentistas en sus l¨ªderes. Ese es un problema partidista del bloque. Pero, m¨¢s all¨¢ del c¨¢lculo leg¨ªtimo y la voluntad de preservar un espacio electoral menguante (el segundo peor resultado de toda la historia de Converg¨¨ncia), eso no es lo m¨¢s significativo.
Adem¨¢s del giro a posiciones conservadoras y adem¨¢s de la p¨¦rdida de apoyo al independentismo, el s¨¢bado ocurri¨® algo in¨¦dito y que cuestiona la relaci¨®n establecida entre pol¨ªtica y sociedad en Catalu?a desde 1980: el nacionalismo catal¨¢n, por primera vez, no obtuvo la mayor¨ªa en las urnas. Los mapas de voto por ciudades y provincias son una radiograf¨ªa de un fen¨®meno que, a corto plazo, no dejar¨¢ de estar activo. Es probable que el votante dual, que votaba en las generales y no en las auton¨®micas, pero que recuerda lo que vivi¨® en 2017, haya decidido que se seguir¨¢ movilizando a la contra porque entiende que es una prioridad vital evitar que gobiernen quienes gobernaron y lo vuelvan a hacer. Ellos tambi¨¦n quieren dar por cerrado el ciclo del proc¨¦s, por eso han decidido enterrar a Ciudadanos.
Enfrentarse a esa complejidad es el principal reto que deber¨¢ asumir el nuevo president de la Generalitat. La clave es repoblar el centro, drenar los muros de unos bloques que tambi¨¦n son identitarios, acordar con los distintos. Esa funci¨®n ha sido la que asumieron como propia los fundadores del Partit Socialista de Catalunya: cohesionar una sociedad plural con una propuesta de catalanidad abierta. Nada m¨¢s necesario en un contexto de repliegue identitario en toda Europa y con el nivel decreciente del uso social del catal¨¢n. Nada mejor para fortalecer un autogobierno que debe recuperar su autoridad con un prop¨®sito: que la Generalitat vuelva a ser percibida como una instituci¨®n con capacidad para entender y ayudar a resolver los problemas de los ciudadanos que quieren dejar atr¨¢s el pasado eterno que dura desde aquella noche fat¨ªdica en la Sala T¨¤pies del Palau.
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