El independentismo como idea autodestructiva
La fijaci¨®n en la pol¨ªtica catalana por reducir todo a algo binario ha hecho que el soberanismo mate al catalanismo
Siempre pens¨¦ que una de las singularidades del independentismo catal¨¢n era que una parte se ve¨ªa proyectada en la causa de los palestinos y otra en la de los israel¨ªes. Uno puede ver esto como una prueba inequ¨ªvoca de confusi¨®n. Yo prefiero verlo como un s¨ªntoma de la obsesi¨®n recalcitrante con la idea de que lo m¨¢s importante es que te definas por uno de los bandos. Hay que reducir toda cuesti¨®n pol¨ªtica a un problema binario en que cada una de las v¨ªas representa una naci¨®n. Y luego elegir.
Es con esta fijaci¨®n por lo binario como el independentismo mat¨® al catalanismo pol¨ªtico. Dada la complejidad sociol¨®gica de Catalu?a, el catalanismo emergi¨® en los a?os setenta como la mejor narraci¨®n para preservar la lengua y la cultura catalanas al difundirlas entre capas de la poblaci¨®n que ven¨ªan de otros lugares de Espa?a, sin obligar a nadie a repudiar sus or¨ªgenes. Con la Transici¨®n, el catalanismo a?adi¨® una dimensi¨®n pol¨ªtico-institucional a su proyecto: el autogobierno; a cambio, se exigi¨® al catalanismo lealtad no a Espa?a, sino a la Constituci¨®n. El catalanismo no dejaba de ser un sistema de contrapesos pol¨ªtico-culturales: cohesionaba a la poblaci¨®n catalana alrededor de unas pocas ideas fundamentales (lengua, cultura, Generalitat) al mismo tiempo que se subordinaba al entramado constitucional; pon¨ªa ¨¦nfasis en el dif¨ªcil porvenir de la cultura catalana sin pretender perjudicar la espa?ola; y admit¨ªa la pluralidad interna de Catalu?a sin dejar de admitir tambi¨¦n la de Espa?a.
Bajo el influjo del catalanismo no hac¨ªa falta decantarse por Espa?a o por Catalu?a porque hab¨ªa un camino en que nadie perd¨ªa todo y todos perd¨ªan algo. As¨ª, nos lleg¨® un mensaje bastante parecido al que anhela cualquier antinacionalista del mundo: ¨¦ramos libres de tener que definirnos nacionalmente. O por lo menos as¨ª lo viv¨ª yo y muchos de quienes crecimos en la Catalu?a de los ochenta y los noventa.
El advenimiento del independentismo como movimiento central necesitaba sacar del mapa al catalanismo. El famoso derecho a decidir se reivindicaba como un derecho, pero en su fuero interno los independentistas nunca lo concibieron as¨ª. El independentismo, guiado por la obsesi¨®n por lo binario, cre¨ªa no en el derecho sino en la obligaci¨®n de decidir: hab¨ªa que forzar a la poblaci¨®n de Catalu?a a decidir entre Espa?a y Catalu?a. El catalanismo, recu¨¦rdese, estaba construido sobre la libertad de no decidir. Por una combinaci¨®n de circunstancias, la obligaci¨®n de decidir se fue imponiendo a la libertad de no decidir. En ese momento, yo y muchos otros pasamos de ser personas a quienes nunca nos hab¨ªa quitado el sue?o definirnos como espa?oles o como catalanes a ser, por decreto binario, espa?oles que viven en Catalu?a. El catalanismo hab¨ªa amparado que mi identidad fuera indefinida y hab¨ªa engendrado en m¨ª la idea de que las discusiones identitarias carec¨ªan de sentido. El independentismo no pod¨ªa tolerar esto. Prefer¨ªa que yo fuera un espa?ol en Catalu?a a alguien indefinido. As¨ª que hab¨ªa que cargarse el catalanismo. Y se lo cargaron.
Al destruirlo, no solo destruyeron la feliz identidad nacional indefinida o vac¨ªa de la que algunos disfrut¨¢bamos, sino que se carg¨® algo mucho m¨¢s importante para los intereses del independentismo. El catalanismo hab¨ªa hecho que gente de identidad indefinida hici¨¦ramos nuestra la causa de la lengua, la cultura y el autogobierno. Al convertirnos en extranjeros, el independentismo logr¨® que esas causas dejaran de ser nuestras. No es que ahora estemos en contra, por lo menos no es mi caso. Es solo que ya no son causas que sintamos como propias; es solo, en fin, que ya no forman parte de nuestra identidad indefinida. Podemos negociarlas. Podemos llegar a acuerdos para implementarlas. Pero el independentismo las patrimonializ¨® y nos conceptualiz¨® como extranjeros en nuestra tierra. Donde antes esas causas ten¨ªan a aliados pol¨ªticamente innatos, el independentismo cre¨® a adversarios que las ven con alg¨²n grado de simpat¨ªa, pero ya no como parte estructural de su proyecto pol¨ªtico.
Los cerebros independentistas cre¨ªan que esas causas crecer¨ªan al un¨ªsono con el independentismo. Esto se demostr¨®, incluso en los momentos m¨¢s ¨¢lgidos del proc¨¦s, falso. El catalanismo combinado de CiU y el PSC, con la contribuci¨®n indispensable del PSUC y m¨¢s tarde de ICV, jam¨¢s fue superado por ning¨²n resultado electoral del independentismo desde 2015. El catalanismo fue siempre m¨¢s ancho que el independentismo. Y la defensa de la lengua, la cultura y el autogobierno fue siempre m¨¢s potente en manos del catalanismo que en manos del independentismo. El fracaso del independentismo respecto del apoyo popular a las causas que en el fondo son su raz¨®n de ser es un fracaso colosal. Prefirieron dejarse embelesar por la fantas¨ªa del Estado independiente que preservar el consenso alrededor de las causas ¨²ltimas de su existencia.
El catalanismo ya no regresar¨¢. El PSC se ha vuelto mucho m¨¢s pragm¨¢tico. En los a?os noventa, defendi¨® el catalanismo a pesar de que hacerlo probablemente lo perjudicaba en las elecciones auton¨®micas (en las municipales y en las estatales, la cuesti¨®n catalanista sol¨ªa ser menos decisiva). Los socialistas catalanes cre¨ªan en el catalanismo aunque esto implicara renunciar a la Generalitat. Pero una vez el independentismo dict¨® sentencia de muerte contra el catalanismo, el PSC se sinti¨® liberado y pas¨® a ser m¨¢s pragm¨¢tico. Ahora har¨¢n lo que haga falta para ganar elecciones. Dir¨¢n ¡°L¨¦rida¡±. Har¨¢n m¨ªtines en castellano. Pero tambi¨¦n aprobar¨¢n leyes de amnist¨ªa o indultos. Combinar¨¢ ideas no por estrategia, sino por t¨¢ctica: su prioridad ahora es el poder, no el catalanismo. Y no resucitar¨¢n el catalanismo porque para hacerlo necesitar¨ªan que los independentistas dejaran de serlo. Y estos no lo har¨¢n porque siguen obsesionados con lo binario. Con decantarse. Con obligar a decidir. Con elegir bando donde bando es naci¨®n.
Es posible que en alg¨²n momento la intelligentsia independentista pensara que el catalanismo hab¨ªa sido una etapa previa y necesaria hacia el independentismo (idea que, curiosamente o no, compartir¨ªan con la intelligentsia fundacional del fenecido Ciutadans). El catalanismo as¨ª concebido no habr¨ªa sido un fin en s¨ª mismo, sino un medio para ¡°catalanizar¡± a quienes no ¨¦ramos catalanes de origen y alcanzar as¨ª el verdadero fin: convertirnos en independentistas a medio plazo. Una vez hecho el trabajo, tocaba enterrar al catalanismo. Si la intelligentsia independentista lo vio as¨ª, busc¨® reescribir la historia. Y es que el catalanismo no era una manera de catalanizar a nadie, sino una manera de hacernos libres de elegir naci¨®n, una manera, en fin, de disolver un falso dilema.
Si las elecciones del 12 de mayo sirven para hacer balance de los ¨²ltimo diez a?os, el del independentismo es desolador. Ha acabado con el apoyo transversal a las causas que lo justifican. No ha conseguido la independencia. Ha destruido el prestigio de las instituciones del autogobierno. Y ha alumbrado, como fruto de su fracaso pero tambi¨¦n de su ¨¦xito, Alian?a catalana, la extrema derecha independentista. Este partido atraer¨¢ cada vez a m¨¢s independentistas, seducidos por la idea de lo que su l¨ªder, S¨ªlvia Orriols, llama ¡°la Catalu?a occidental¡±, es decir, una Catalu?a sin ¨¢rabes (y sin espa?oles). Y todo el meticuloso trabajo hecho internacionalmente, consistente en no dejar que el independentismo catal¨¢n se viera asociado con el equivalente local de la ultraderecha xen¨®foba y nacionalista que crece en Europa, se ir¨¢ al traste. El consenso acerca de la lengua y la cultura es historia, la independencia se ha convertido en una idea lun¨¢tica para gente que alguna vez hab¨ªa cre¨ªdo en ella y ¡°la Catalu?a occidental¡± resonar¨¢ en toda Europa. La obsesi¨®n por lo binario no solo es destructiva: es autodestructiva.
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