De leones y de hombres
El paseo del presidente argentino por Espa?a no pudo tener un cierre m¨¢s ideal para Pedro S¨¢nchez y Javier Milei
El paseo del presidente argentino por Espa?a no pudo tener un cierre m¨¢s ideal para Pedro S¨¢nchez y Javier Milei. Milei adora dejar una estela de esc¨¢ndalo por cada lugar que toca, y no hab¨ªa mejor publicidad dom¨¦stica para el libertario que la reacci¨®n inmediatamente ofendida del presidente del Gobierno espa?ol; a la vez, no debe haber personaje extranjero contra el cual le calce mejor confrontar al sinuoso Pedro, que contra el grit¨®n Javier. Juntos proveen un espect¨¢culo masivo que invita a tomar partido, que pone en juego las emociones viscerales y renueva la discusi¨®n sobre qu¨¦ significan el respeto, el honor y la soberan¨ªa nacional.
Que Milei lanzar¨ªa una catapulta venenosa contra la esposa de S¨¢nchez era el detalle cantado, como un argentino que trae alfajores cuando cae de visita. No solo porque el ataque forma parte de la identidad trol del argentino, sino porque el astuto Pedro S¨¢nchez ven¨ªa busc¨¢ndolo a trav¨¦s de sus voceros con tenacidad. El ministro Puente sugiri¨® que Milei se drogaba y con eso tendi¨® un puente listo para llenarse con el teatro de la ofensa; y hasta Yolanda D¨ªaz encontr¨® el momento para referirse a Milei y llamarlo autoritario. El Le¨®n no se hizo esperar. Todos los caminos llevaban al show de la fiera rioplatense versus un revictimizado Pedro S¨¢nchez.
Para S¨¢nchez, la disputa con Milei es el segundo acto de su c¨¦lebre carta, con la que hab¨ªa armado una escena magistral. No se escond¨ªa, sino que reflexionaba; no se aferraba al poder, sino que lo revalidaba al decidir que s¨ª, que vale la pena luchar contra los ataques y por la democracia. La misiva fue tan exitosa que hasta Pedro Almod¨®var (rey del melodrama nacional) convalid¨® la realidad de esos sentimientos haci¨¦ndose eco del dolor presidencial. Pedro replicaba a Pedro, una repetidora de wifi emocional. Los l¨ªderes ya no buscan admiraci¨®n y respeto de sus pueblos, solo atenci¨®n. Se venera la maestr¨ªa en el drama; a quien comande y administre la atenci¨®n se le premia con la confianza, porque prueba que no es un mero engranaje del poder, sino un humano capaz de entrelazarse con otros, hacerlos vibrar. La audacia de S¨¢nchez es jugar con la vigencia de estas ideas supuestamente antiguas, como cu¨¢l ser¨ªa la correcta reacci¨®n de un caballero cuando se meten con su Dulcinea.
El drama con Milei le permite elevar el problema de la esposa y volverlo una cuesti¨®n de orgullo nacional. Milei ser¨¢ ridiculizado a m¨¢s no poder, no solo por sobrados m¨¦ritos propios, sino porque, ?vamos a permitir que un argentino maleducado que nos hable as¨ª, en nuestra casa? Gracias a Milei, S¨¢nchez podr¨¢ traccionar las r¨¦moras sutiles del sentimiento colonial y racista a su favor, y retomar su batalla favorita, renovada por la bestia allende los mares: la ultraderecha o yo. La gran innovaci¨®n de Pedro es la cursiler¨ªa como fortaleza, lo ?o?o como fulgor, pero con este episodio suma un nuevo vigor: ahora puede encauzar la agresividad de buen tono contra el extranjero. Algo que Vox cre¨ªa que le pertenec¨ªa por derecho propio.
Por su parte, Santiago Abascal debi¨® salir a explicar que no, que la soberan¨ªa de Espa?a no ha sido mancillada. Justamente ¨¦l, que se quiere plantar como el defensor de la soberan¨ªa aut¨¦ntica de Espa?a (contra los inmigrantes, contra los cultos extranjeros) termin¨® del lado del sudaca loco. Un repetidor del profeta.
En Viva24, Abascal se centr¨® en atacar a ¡°la derechita cobarde¡±, como se refiere al PP. Naturalmente, Abascal busca ser el derechazo: va con la camisa azul ajustada, entreabierta, un look falangista que lamentablemente complementa con pantalones ajustad¨ªsimos, que le prestan la elegancia de un pollo. Cree que proyectando esa imagen de la hombr¨ªa del pasado crea un suced¨¢neo mental de la fuerza. Sin embargo, Abascal se puede desdibujar en el duelo entre dos hombr¨ªas ajenas: el hidalgo que hace del honor una bandera, y que hace de la bandera una cuesti¨®n de honor, de S¨¢nchez, y la del pendenciero compadrito y extranjero Milei.
A Milei el conflicto le suma popularidad, que adem¨¢s la necesita. Medirnos con Espa?a es un deporte popular, que hasta Borges disfrutaba. Porque fuimos colonia, pero sobre todo porque en esa ¡°Argentina potencia¡± de la que Milei habla sin parar (a la que se refiri¨® en el evento de Vox), Argentina era rica y eran los espa?oles los inmigrantes que cruzaban el oc¨¦ano para venir a Argentina, como ahora los argentinos escapan de las crisis sucesivas y se afincan en Espa?a. Entonces los argentinos ven de buen grado que Milei ¡°se defienda¡±, que no se achique ante las provocaciones pasivo-agresivas del espa?ol. Mientras, en Argentina, la izquierda denuncia a Milei por usar fondos p¨²blicos para atender un acto partidario en otro pa¨ªs, con lo que Pedro S¨¢nchez bien podr¨ªa haberle regalado unos pasajes en Iberia. Bien val¨ªa la inversi¨®n.
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