Estoy cansada
En la era del agotamiento, cuando llega el descanso, est¨¢s tan exhausto que el cuerpo se te rebela, te tumba y, por no quedar mal con nadie, quedas mal con todo el mundo
Hace a?os, m¨¢s de 15, entrevist¨¦ a la actriz Bel¨¦n Rueda en su domicilio, un estupendo chal¨¦ en las afueras madrile?as. El que una estrella de su brillo abriera su casa a una periodista ya era ins¨®lito en la ¨¦poca y hoy es imposible, pero no es eso lo que quer¨ªa contarles. No recuerdo la pel¨ªcula que estrenaba Rueda ni de qu¨¦ asuntos hablamos, sentadas en la alfombra de su sal¨®n porque as¨ª la entrevistada estaba m¨¢s c¨®moda. Pero s¨ª que Bel¨¦n, c¨¢lida sin abrasar como es ella, me confes¨® algo que se me qued¨® grabado a fuego. Me dijo que estaba cansada de estar cansada y que hab¨ªa decidido no estarlo, aunque lo estuviera. Aquello me sacudi¨® viva porque a m¨ª me pasaba lo mismo. En casa de Rueda, como en todas, tambi¨¦n coc¨ªan habas. Hab¨ªa enterrado a su beb¨¦ de 11 meses por una cardiopat¨ªa y, madre separada, criaba a dos ni?as que quer¨ªan jugar con mam¨¢ cuando volv¨ªa del trabajo y se quejaban de que siempre estuviera agotada. Como las m¨ªas.
Recuerdo a Bel¨¦n ahora que, seg¨²n quienes les ponen nombre a estas cosas, vivimos en la era del gran agotamiento, permanentemente ahogados en un frenes¨ª de hiperconexi¨®n en el que se difuminan las fronteras entre lo laboral y lo privado y en el que, cuando llega el descanso, est¨¢s tan exhausto que el cuerpo se te rebela, te tumba y, por no quedar mal con nadie quedas mal con todo el mundo. Sobre todo, contigo mismo, que ves c¨®mo se pasa la vida sin vivirla. No. No estoy comparando personas, situaciones ni n¨®minas. Claro que la fatiga de Rueda, por muchos madrugones, malas comidas y estr¨¦s que se coma en los rodajes, no es comparable al cansancio mortal de quienes se levantan a las cinco de la madrugada, todas las santas madrugadas, por el salario m¨ªnimo. En el fondo, sin embargo, estamos hablando de lo mismo. De la lacerante sensaci¨®n de vivir para trabajar y no ser due?os de nuestra vida. Desde aquella ma?ana en su casa, he entrevistado a Bel¨¦n un par de veces, en hotelazos y entre un careo de promoci¨®n y el siguiente. Siempre que la veo, frente a frente, en pantalla o apabullando al personal con su imponente fachada en las alfombras rojas, recuerdo lo que me dijo y quiero pensar que ella s¨ª que lo ha logrado. Frenar, templar, mandar en su plaza. Yo no lo he conseguido.
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