Es su cultura
La Constituci¨®n y los derechos humanos permiten que menores de entornos y familias que no tienen la igualdad y la libertad como valores fundamentales puedan sentirse seguras
La cultura de todas las ni?as espa?olas, tengan o no tengan la nacionalidad, es la de la Constituci¨®n, los derechos humanos y est¨¢n todas amparadas por las mismas leyes. Esto permite que, en teor¨ªa, menores que crecen en entornos y familias que no tienen la igualdad y la libertad como valores fundamentales puedan sentirse seguras porque la justicia las ampara. A menos, claro est¨¢, que quienes juzguen y dicten sentencia lo hagan condicionados por la poderosa aleaci¨®n de machismo y racismo que los lleva a ver en una ni?a su ¡°cultura¡± de procedencia antes que su condici¨®n de v¨ªctima y menor. La Audiencia Provincial de Le¨®n, al rebajar la pena al agresor de una ni?a de 12 a?os porque la v¨ªctima es gitana y ¡°las gitanas se casan con 12 a?os¡±, no ha hecho m¨¢s que avalar la pederastia por razones culturales, unas razones que est¨¢n lejos de compartir todos los gitanos. Es un ejemplo claro de c¨®mo ese supuesto respeto por la cultura ajena no es m¨¢s que una forma hip¨®crita de defender la violencia sexual, en este caso, adem¨¢s, violencia sexual contra una menor. Es por esto por lo que gitanas, moras, negras y latinas que viven en entornos segregados con los de ¡°su cultura¡± sienten que nadie las va a proteger si denuncian, que esos derechos de los que tanto hablan ah¨ª afuera son para otras. No se me ocurre forma m¨¢s terrible de exclusi¨®n que vivir en un pa¨ªs democr¨¢tico que ha conquistado grandes avances feministas y saber que no son para ti porque antes que ser humano, eres cultura, identidad, tradici¨®n, eres tribu.
No pocas veces hemos conocido casos en los que se hac¨ªa la vista gorda ante el absentismo escolar y hemos dejado solas a esas ni?as que tienen que ayudar en casa, que no pueden aprender a nadar ni ir de excursi¨®n o que se ven asediadas y controlados por los compa?eros de su misma ¡°cultura¡±. Demasiadas veces hemos callado viendo ¡°dar¡± en matrimonio a chicas que est¨¢n lejos de tener edad para saber d¨®nde las est¨¢n metiendo. La tibieza con la que a veces (por suerte no siempre) se persiguen este tipo de delitos no es, como esgrimen quienes podr¨ªan actuar y no lo hacen, un respeto al grupo de pertenencia de las menores sino una complicidad con los verdugos que las violentan, las someten y las discriminan. Como si el progreso y la capacidad de cambio fueran patrimonio de los payos y los ¡°otros¡± estuvieran condenados a seguir encerrados en esencialismos inamovibles. Lo curioso es que de esos los valores ajenos siempre rescatamos lo mismo: el machismo m¨¢s atroz.
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