?De verdad con Franco se viv¨ªa mejor?
En Brasil vuelve a resonar el eco de que durante la dictadura se viv¨ªa con mayor seguridad. Lo que resuena es la l¨²gubre letan¨ªa de que ¡°con Franco se viv¨ªa mejor¡±
Por tantos motivos, Brasil ha seguido con mayor atenci¨®n que en el pasado las atormentadas elecciones europeas con los ojos puestos en una posible victoria de la ultraderecha. El primer motivo era la situaci¨®n pol¨ªtica de este pa¨ªs donde, a pesar de la victoria del progresista Lula da Silva, la derecha, la del golpista Jair Bolsonaro, sigue forcejeando para seguir viva.
El analista pol¨ªtico Merval Pereira ha salido enseguida a tranquil...
Por tantos motivos, Brasil ha seguido con mayor atenci¨®n que en el pasado las atormentadas elecciones europeas con los ojos puestos en una posible victoria de la ultraderecha. El primer motivo era la situaci¨®n pol¨ªtica de este pa¨ªs donde, a pesar de la victoria del progresista Lula da Silva, la derecha, la del golpista Jair Bolsonaro, sigue forcejeando para seguir viva.
El analista pol¨ªtico Merval Pereira ha salido enseguida a tranquilizar a las fuerzas progresistas. Seg¨²n ¨¦l, los resultados ¡°no significan que la Uni¨®n Europea est¨¢ al borde de ser dominada por los derechistas ni que el mundo vaya inexorablemente en esa direcci¨®n¡±. No niega, sin embargo, que el resultado ¡°pueda tener consecuencias en Brasil, que desde el 2018 es escenario de una disputa entre izquierda y derecha, representando un retroceso pol¨ªtico de graves consecuencias¡±.
El eco que hoy vuelve a resonar en Brasil, en el sentido de que durante la dictadura se viv¨ªa mejor y con mayor seguridad, me ha hecho recordar ¡ªy lo habr¨¢ hecho en quienes como yo vivimos la grave Guerra Civil y los 40 a?os de oscurantismo franquista¡ª que lo que resuena es la l¨²gubre letan¨ªa de que ¡°con Franco se viv¨ªa mejor¡±. Lo repiten quienes no sufrieron la violencia y los horrores de aquella dictadura que parece querer resucitar.
No, con Franco se vivi¨® siempre peor porque repicaban las campanas del miedo y de la obediencia al r¨¦gimen a costa de la propia vida. En una hoja de papel que le entregaban al general¨ªsimo junto con la taza de caf¨¦ despu¨¦s del almuerzo, estaban los nombres de los que deb¨ªan ser asesinados y Franco se entreten¨ªa en dibujar una flor al lado de cada uno de los condenados a muerte. ?Terrible iron¨ªa!
Era violencia con ribetes macabros de venganza. Recuerdo que un amigo m¨ªo, abogado de Madrid, me cont¨® horrorizado que le hab¨ªan telefoneado por si quer¨ªa participar aquella ma?ana en la tortura del que hab¨ªa sido su amigo y despu¨¦s se hab¨ªan distanciado. Le dieron a entender que ten¨ªa la oportunidad de vengarse participando personalmente en el rito de la tortura de su antiguo amigo.
Quiz¨¢ por aquellos recuerdos y otros que prefiero no revivir siento un escalofr¨ªo cuando escucho hoy que con Franco se viv¨ªa mejor. Y no se trata de discutir si es mejor para la propia democracia una derecha democr¨¢tica que una izquierda corrupta. De lo que no hay duda es que la libertad, la de expresi¨®n y la de pensamiento, siempre ser¨¢ mejor que la dictadura de cualquier color.
A veces aqu¨ª en Brasil, periodistas j¨®venes que conocen mi largo itinerario period¨ªstico me preguntan c¨®mo se viv¨ªa en Espa?a en tiempos del caudillo, bendecido hasta por el Vaticano con los privilegios concedidos a aquel r¨¦gimen de terror que se presentaba como adalid del catolicismo.
Hoy les voy a contar una an¨¦cdota que viv¨ª en Madrid, cuando en 1966 el franquismo convoc¨® un refer¨¦ndum sobre el r¨¦gimen para conmemorar los 25 a?os de la Guerra Civil. El plebiscito obtuvo naturalmente un 95,90% de adhesi¨®n al caudillo. Fue entonces cuando viv¨ª un momento de preocupaci¨®n con la polic¨ªa franquista. Yo ven¨ªa de Italia. En aquel a?o, el torero El Viti hab¨ªa ganado el premio anual y me invitaron a entregarle el galard¨®n en la tradicional cena para dicho acto en Madrid. Me pidieron que al otorgarle el trofeo dijera dos palabras. Con prudencia se entend¨ªa. En toda la ciudad llamaban la atenci¨®n los carteles gigantes de ¡°25 a?os de paz¡±.
Yo les dije a los presentes de aquella cena que abarrotaban el hotel que al volverme me hab¨ªa encontrado con una ciudad tapizada de carteles que rezaban: ¡°25 a?os de paz¡±, pero que lo importante es que hubiesen sido ¡°25 a?os de paz y no de orden¡±. Al salir de la cena me esperaban a la puerta dos polic¨ªas. Quer¨ªan que les explicara mejor lo que quise decir. Intent¨¦ explicarles la diferencia entre orden y paz, que el orden se impone con la fuerza y la paz se conquista con la libertad. Me miraron como si fuera un marciano. Uno de los polic¨ªas me dijo que fuese m¨¢s claro: ¡°Quise decir que mientras la paz se conquista con la libertad, el orden se impone con la fuerza¡±. No debieron entender. Me preguntaron qu¨¦ hac¨ªa en Roma. Les dije que estudiaba filosof¨ªa. Se miraron los dos polic¨ªas y me dejaron ir.
Hoy, la diferencia entre paz y orden siguen vivas como dos categor¨ªas que definen la existencia y explican en parte las turbulencias pol¨ªticas del mundo entre izquierda y derecha, que forcejean por competir. Es verdad, quiz¨¢s, que en tiempos de Franco se sal¨ªa a la calle sin miedo hasta de madrugada. El orden estaba asegurado. El castigo a quien intentara quebrarlo se pagaba en las checas de tortura y con los fusilamientos sumarios.
Es verdad que hoy el resurgir de la extrema derecha se debe en parte a que la democracia se ha dormido un poco y ha relegado a segundo plano el problema de la violencia que azota al mundo y del que se aprovecha esa extrema derecha, la de su pasi¨®n por las armas y que hace germinar las nuevas tentaciones de imponer un orden a costa de sacrificar la paz.
A pesar de todas las turbulencias pol¨ªticas que agitan peligrosamente al mundo como un todo, igual que cuando era a¨²n joven, sigo pensando que la paz solo se construye con el di¨¢logo y la colaboraci¨®n entre los pueblos y no con el miedo a los demonios del miedo y de la violencia.
?No! Con Franco se viv¨ªa peor, con mayor violencia, con m¨¢s hambre y sin horizontes de esperanza de poder degustar de los frutos maduros de la libertad.